CAPÍTULO V

210 17 1
                                    

La situación se volvió realmente extraña, Sarah no pudo dejar de notarlo.

El ambiente se tornó frío y para colmo ahora sí unas tenebrosas voces sin rostro empezaron a escucharse con claridad. Éstas a veces pareciendo decir su nombre. Ecos lejanos que le llamaban. Sonidos que por ratos le resultaban conocidos, que parecían oscilar en el aire, acercarse por momentos con intensidad para luego volver a apartarse sin que ella alcanzara a descifrar de qué tema trataban o quienes o qué eran.

Llegó a pensar así aturdida en algún momento que quizá estos resonaban solo dentro de su cabeza y aquello le aterró, más al final siempre valiente y positiva por encima de sus miedos, se dijo que debía ser alguno de los trucos traviesos de Jareth para molestarla y probablemente castigarla por su mal comportamiento, por lo que decidió permanecer estoica sin dejarse asustar como en los viejos tiempos hasta que él mismo se dignara a aparecer.

Las voces en tanto como intentando hipnotizarla para que emprendiera el camino adentrándose en el terrible laberinto continuaron llamándola, pero ella negando con la cabeza solo retrocedió con el pasar de los minutos, sintiéndose de pronto un tanto mareada... Para esas alturas la situación ya no parecía de cierto modo sencilla de superar ni mucho menos divertida. Pasó a advertirse complicada... peligrosa. Su subconsciente así se lo gritó para que tuviese cuidado y ella casi nunca respecto a eso se equivocaba. Era como un don personal. Su intuición.

Quizá volverse más consciente de los riesgos conllevaba el crecer y por lo tanto se dijo que no podía exponerse de nuevo a enfrentarse a lo desconocido y mucho menos sola, por lo que no le quedó más que prudentemente invocar de forma directa al dueño del lugar, sabiendo que era el único que para bien o para mal podría detener todo aquello y salvarla (ese alguien a quien si lo consideraba a fondo en una época ni de broma se hubiese atrevido a mencionar), exigiéndole que si era una broma, la terminara de una vez.

-¡Jareth!- gritó así con angustia mientras veía que todo se iba poniendo más oscuro empero él no apareció a la primera ni a la segunda vez que clamó su nombre, desatando entonces sí sus desesperanzas, aquellas que parecían acrecentarse con lo tétrico del lugar.

Más a la tercera vez y ya con la poca luz que quedaba, cuando volteó en derredor precautelando su seguridad y tratando de no rendirse en buscar una salida hasta el final, para su sorpresa le vio tranquilamente parado de brazos cruzados junto a una de las paredes laberínticas, entretenido observándola.

-¿Asustada preciosa?- aparentemente preocupado medio en son de burla, medio en realidad pero vanagloriándose siempre de su impactante obra, el rubio monarca le consultó y ella aliviada de que hubiese acudido al fin de cuentas, ya no le importó el recelo que años atrás le causaba, ni sus reglas femeninas de buenos modales para conducirse delante de un hombre; tan sólo siguiendo su impulsividad y su dicha de saberse a salvo, corrió a aferrarse a él en agradecimiento... y como en el fondo también lo esperaba, el rey no la apartó. La retuvo con ternura en lugar de ello, permitiendo que apretara la cabeza contra su pecho mientras le acariciaba dulcemente el largo cabello para que se calmara.

-Tranquila... todo está bien- le dijo en un susurro y Sarah, que no pudo evitar sin querer derramar unas cuantas lágrimas debido a la tensión recién vivida sobre su camisa blanca nítida que llevaba dentro de una chaqueta de cuero negra en esa ocasión, avergonzada trató de recuperar la compostura al volver a abrir los ojos, cuando notó además que todo el ambiente había vuelto a la calma de un día brillante y de cielo tornasol normal en Underground.

-Eso fue muy vil- con su natural rebeldía aunque sin poder mirarlo a los ojos le reclamó y en respuesta Jareth soltó una de sus típicas carcajadas

UndergroundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora