—Sshhh, bebé —susurró Zee mientras envolvía sus brazos alrededor de Perth—. Encontraré a Saint, y lo traeré nuevamente a ti. Lo prometo.

—Él... él me necesita. No tiene a nadie que se asegure que tome su medicación o que se asegure de que coma bien. Se olvida de estas cosas. Se olvida de comer.

—Lo sé, bebé.

Profundos sollozos atormentaron el cuerpo de Perth. Su pecho se sentía como si un peso enorme se hubiera sentado sobre él. No parecía capaz de arrastrar suficiente aire. Ni siquiera la sensación de las manos de Zee acariciando arriba y abajo su espalda hizo a Perth sentirse mejor, y lo había querido durante semanas.

—Cálmate, Perth —dijo Zee—. Respira hondo, bebé.

Perth dio un puñetazo en el pecho de Zee de nuevo, enojado por las sencillas palabras de cariño del hombre cuando le llevó perder a Saint oírlas, pero entonces su mano se cerró en la tela de la camisa de Zee y giró su rostro en el pecho de Zee.

—Está ahí completamente solo, Zee. Saint no puede estar solo. No hay nadie que cuide de él. —Sólo decir las palabras trajo nuevas lágrimas a los ojos de Perth.

Saint era su mundo. Había estado listo para hacer de Zee su mundo también, pero sabía que el hombre no quería eso.

Zee no los quería.

Ese pensamiento golpeó en la cabeza de Perth.

Entonces se apartó de Zee y se secó las lágrimas de sus mejillas. Zee podía ser capaz de decir las palabras adecuadas, pero ambos sabían cómo se sentía realmente el hombre. Saint, también lo hizo, y Perth no tenía ninguna duda de que era por eso que su amante se había ido.

Saint había insinuado irse. Perth no pensaba que iba en serio. Había querido darle a Zee sólo una oportunidad más. Quería lo que pensaba que el poderoso hombre podía ofrecerle a él y a Saint. Quería compartir algo de su carga con alguien más. No quería tener que ser el fuerte todo el tiempo.

Pero eso no iba a suceder.

Que así sea.

Perth podría hacer esto sin Zee. Saint no podría haber llegado tan lejos. Ni siquiera tomó el coche. O iba a pie o había viajado con alguien. Nadie podía perderse el cabello castaño dorado de Saint. Perth podía encontrarlo. Y no necesitaba a Zee para hacerlo.

—¿Por qué estás aquí? —Perth preguntó mientras salía de los brazos de Zee.

—Off me llamó.

—Saint se ha ido, y es tu culpa. —Perth movió su dedo a Zee, tan enojado con el hombre por rechazarlo a él que puntos bailaban ante sus ojos—. ¿Hay algo más que necesites saber, Zee?

La cara de Zee se ensombreció mientras fruncía el ceño. —Perth, no…

—¿No qué? —gritó Perth—. ¿Que no te culpe? ¿Por qué no? Es tu culpa que Saint se haya ido. Saint te quería tanto, y tú sólo tenías que rechazarlo, ¿verdad? ¿Qué? ¿No era lo suficientemente bueno para el lobo feroz? ¿Es porque está enfermo? ¿Es eso?

La expresión de Zee pasó por una metamorfosis de emociones antes de decidirse por la ira. Sus ojos se estrecharon y sus labios se adelgazaron, pero a Perth no le importaba. No le importaba lo que Zee sentía en este momento.

Lo único que le importaba era tener a Saint de regreso.

—No tienes derecho a culparme. Estoy haciendo esto por… —Zee apretó los labios cerrándolos, pero sus ojos todavía tenían el fuego que ardía como un horno. Perth dio un puñetazo en el pecho de Zee y luego retrocedió.

ʜᴏᴍʙʀᴇ ᴇɴ ᴇʟ ᴍᴇᴅɪᴏ//𝒁𝒆𝒆𝑷𝒆𝒓𝒕𝒉𝑺𝒂𝒊𝒏𝒕Where stories live. Discover now