Blood In The Water

VIII

—¿Stefan? —lo llamó la fémina en voz baja.

Ambos se encontraban recostados sobre una manta a cuadros bajo un roble antiguo. Esta era su primera cita siendo novios oficialmente después de estar saliendo por meses.

—¿Si? —preguntó observandola con cariño y ternura.

—¿Puedo pedirte algo? —pidió con vergüenza.

—Por favor, no me rompas el corazón —suplicó— Ya pasé por muchas decepciones amorosas, no quiero pasar por más.

—Luna —murmuró— Tu eres una mujer amable, dulce, bella, inteligente, talentosa y exitosa. Si alguien no pudo ver eso, es porque no sabe apreciar a una persona tan llena de luz como tu.

—Promete que no me romperas el corazón.

—Lo prometo —sonrió sincero.

La vida parecía sonreirle por primera vez en años.

Lástima que la felicidad es efímera.

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Luna detuvo su moto en el estacionamiento de su casa y, al quitarse el casco, se sorprendió al notar el auto de Sara, la secretaria de Stefan frente a su casa. Con un sentimiento de dolor instaurado en su corazón, levantó el asiento del vehículo y sacó de su interior otra jeringa llena del extraño líquido.

Abrió la puerta con lentitud y la sensación de dolor sólo se hizo más fuerte al ver ropa desplegada por toda la sala. Caminó sin hacer ruido hasta la habitación, la cual tenia la puerta entre abierta y donde vio algo que quiso borrar de su mente.

Stefan estaba desnudo junto a Sara y estaban abrazados.

Con la rabia a flor de piel, caminó hasta la puerta de la casa y la cerró con un fuerte estruendo. Guardo la jeringa en el mismo bolsillo donde estaba el collar de Iker y se colocó el casco. Subió a la moto con prisa y la encendió.

Condujo hasta su escondite y, al llegar, guardó la moto junto con el casco. Tomó la llave que estaba en su collar y abrió la puerta del lugar.

Ingresó en silencio y caminó hasta el cofre donde se encontraban los objetos de sus víctimas anteriores. Dejó el collar allí y tomó asiento en la silla de madera que estaba junto a la mesa de hierro. Donde, sobre esta misma, se encontraba la botella de tequila que había abierto cuando asesinó a Michael.

Destapó la botella y la llevó a sus labios, sintiendo el líquido quemar su garganta y lágrimas saladas correr por sus mejillas. Recordó la promesa que le había hecho años atrás Stefan.

Aquel que había prometido no hacerle daño le destrozó el corazón de la peor manera.

—Rompiste tu promesa —susurró dolida a la nada.

Observó el lugar y su vista se detuvo en la foto que se encontraba sobre la mesa de herramientas. Caminó hasta ella y la tomó en sus manos, sonrió con tristeza al ver que era una del día en el que el hizo esa promesa.

Las ironías de la vida.

Lanzó la foto contra la pared con ganas y ésta quedó completamente destrozada. Escuchó el sonido de su celular y su mente se volvió como un océano agitado al ver el nombre de Stefan en la pantalla.

Al este no obtener respuesta por parte de la chica, dejó un mensaje de voz.

"Amor, se me hizo tarde en la oficina. Avísame si estás en casa para que podamos pasar tiempo juntos".

—Maldito mentiroso.

Lanzó su teléfono contra la pared de concreto y, en cuestión de segundos, este terminó hecho añicos contra el suelo, con pedazos de cristal desparramados a su alrededor.

Esto no se quedaría así.

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Sara despertó en un lugar que no conocía. Estaba asustada y que el lugar este completamente a oscuras no ayudaba. Lo único que sentía era una cadena atada alrededor de su cuello y que sus zapatos no estaban puestos, al igual que el brazalete que le había regalado Stefan.

Escuchó el sonido de un par de tacones acercarse a ella y, lo único que pudo distinguir fue la silueta de una mujer. Una luz fría se encendió sobre ellas y pudo ver más a detalle como era. Alta, de complexión normal, vestida de negro de pies a cabeza, usaba gorra, un cubrebocas y un par de guantes.

—¿Disfrutas de acostarte con tu jefe? —preguntó la voz.

—¿Quien eres? —susurró asustada.

—Mejor dicho ¿Disfrutas acostarte con mi prometido? —inquirió ahora quitándose el cubrebocas.

—Se-señorita Luna —tartamudeo.

—¿Esto te lo obsequió él? —levantó la cadena dorada con un dije en forma de corazón, con las iniciales de Sara y Stefan grabadas en el dorso del adorno.

—¿P-por que es-estoy aquí?

—Porque a las perras como tu hay que enseñarles que no deben meterse con los prometidos de las demás —escupió colocándose el cubrebocas nuevamente.

Sara vio como Luna caminaba hacia una mesa y tomaba una navaja. Tembló al verla acercarse nuevamente con una sonrisa tétrica en el rostro y como pasaba el filoso artefacto por sus facciones.

—¿Qué debería hacer primero? —preguntó con fingida inocencia— ¿Arrancarte los ojos o cortarte la boca? ¿No sería mejor cortarte el cuello?

Bajó la cuchilla con lentitud hasta su yugular. Soltó una tetrica risa ante los ojos llenos de terror de Sara, la cual juntó sus manos pidiendole piedad.

—No me lastimes por favor —suplicó en un susurró.

—Debiste haberlo pensado antes.

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A la mañana siguiente, Luna ingresó al edificio con una sonrisa pintada en el rostro, deseandole los buenos días a todo aquel que se cruzaba en su camino. Subió al ascensor siendo seguida por Lorie, la cual llevaba una mueca de espanto instalada en sus facciones.

—¿Lorie? ¿Qué sucede? —preguntó preocupada.

—Encontraron dos cuerpos en el río, vea las noticias —le extendió la tablet y Luna comenzó a leer.

"Los cuerpos de Iker Brugos y Sara Lancaster fueron encontrados está mañana en el río.
El muchacho tenía la misma edad que las víctimas anteriores y murió al haber sido asfixiado, además del sedante encontrado en su cuerpo.
Sara Lancaster tenía veintitrés años y fue encontrada muerta por desangramiendo, ya que su cuello y rostros fueron cortados con una especie de cuchillo, además de que estaba embarazada.
Les mantendremos informados cuando tengamos más información".

—Esto es una verdadera tragedia —murmuró Lorie.

—Tienes razón.