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Las miradas curiosas y confundías clamaban por más detalles, a lo que Kurama se encargó de explicar—: El 29 de marzo, una de las sucursales más grandes del banco de Tokio recibirá una gran cantidad de dinero —se colocó su sombrero a juego con su traje elegante—. El mismo que utilizan para pagarle a los héroes.

Lo último obtuvo mayor peso para despertar el completo interés de cada uno de ellos, salvo de Amaya que observó incrédula a Kohaku. Sabía lo mucho que él sufrió desde antes de encontrarla o al menos trataba de creer la historia que le contó aquella vez hace varios años ya; sin embargo, hasta ese momento nunca había observado tanta ambición por el dinero en él, quizá todo se resuma a las grandes ventajas que le otorgaba aquella particularidad, retrasando los signos de una enfermedad que desconocía, pero que si sabía lo estaba llevando al límite a cada día que pasaba.

Maldecía el momento en que tuvo que colaborar con él, cegada por un pasado que antes era borroso para ella y acabar poco a poco con la vida del mismo hombre que la salvó de morir siendo tan joven. Ahora, Kohaku gozaba de aquella habilidad que antes se usaban para el bien y salvar a quien lo necesitaba para todo lo contrario. Amaya intuía que el peligris estaba altamente confiado, que tendría por siempre ese don; tal vez, por el uso que le daba a suyo, logró alargar el tiempo para disponer de uno robado, sin embargo, como los anteriores, tarde o temprano desaparecería...


...


La ciudad se cubrió por la lluvia y nubes grises que la prolongaron hasta el anochecer; ahora el cielo estaba oscuro, pero las estrellas no lograban verse dado que aún estaba nublado, quizá llovería más tarde esa misma noche. Eran cerca de las ocho de la noche y la brisa llena de humedad envolvía sus brazos desnudos sin afectarle el frío al subir las mangas de su sudadera hasta los codos, había realizado algunas compras, algunos útiles para su regreso a Yuei y a su último semestre en aquella academia de héroes; su mano izquierda sostenía aquellas bolsas de plástico blanco, generando un ligero sonido en su caminata solitaria por la calle y alguno que otro pequeño charco que pisaba la acompañaba.

Su cabellera rubia estaba cubierta por la capucha de su prenda y su vista se mantenía al frente, observando todo sin prestar gran interés a menos que fuera su casa a la lejanía; no obstante, al pasar por una tienda sus pies se detuvieron al observar por el rabillo del ojo una cabellera que le era familiar. La vio por el ventanal del local, caminando por uno de los pasillos de alguna sección que no logró distinguir al ingresar. Con discreción caminó por el pasillo principal mirando a aquellos que conectaban con él y ahí la observó hablando animadamente con una señora mayor.

Podía ver su sonrisa amigable, resguardando una vez más la tristeza con la que cargaba semanas atrás, sabía que ella trataba de vivir como antes, aceptar el hecho de que su padre ya no estaba... sin embargo, algo dentro de él le hizo sentirse extraño, un ligero click que oyó en sus adentros al ver cómo su compañera de clase se paraba de puntitas para alcanzar el producto que la mujer mayor deseaba. Bakugo aún no terminaba de explicarse por qué entró a ese lugar, no había nada que pudiera necesitar en ese momento, pero ahí estaba, observándola a la distancia. Dio un pequeño respingo al percatarse que ella pasaría por donde estaba y sin pensarlo giró a su derecha para fingir que veía un producto e impedir que se diera cuenta de su presencia.

(Nombre) pasó a sus espaldas, sin prestar atención al resto de personas —y a él por no conocerlo— para dirigirse a la caja y pagar por los productos que portaba en la canasta de metal que cargaba. Katsuki lentamente la miró por el rabillo del ojo, asegurándose que no lo vio ni conoció y nuevamente la observó formarse en la pequeña fila. La azabache esperaba pacientemente, pero no pudo evitar escuchar la conversación entre la pequeña delante de ella y el cobrador; una niña castaña ansiaba comprar una barra de chocolate, pero no portaba el dinero suficiente para pagarla, resignándose a salir de la fila y marcharse desanimada.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora