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«Bendito clima», se dijo Niall, secándose el sudor que le corría por la frente mientras limpiaba el balcón de la habitación con la aspiradora.

Estaban en abril, pero el último vestigio de la primavera hacía brillar el sol como una antorcha, en las tardes llovía a mares y en la noche el viento soplaba con fuerza. Como si no tuvieran bastante... Una camioneta de todoterreno pasó por la calle principal, levantando un poco el polvo del suelo.

«Bienvenido a la Irlanda profunda...», pensó mientras frotaba las pegajosas puertas del balcón de otra habitación.

Dentro hacía más fresco. Las paredes de piedra resguardaban el interior de las inclementes temperaturas veraniegas, pero Niall no paraba de sudar.

Había tenido suerte al encontrar ese trabajo.

Su madre había tenido que dejar de trabajar porque su embarazo estaba muy avanzado y ya estaban esperando la llegada del bebé. Niall se alegraba por ella. Además, así había podido sustituirla. Incluso podía sacarse un extra sirviendo cervezas en el bar por las noches.

Y lo mejor de todo era que el trabajo iba acompañado de alojamiento. Era una habitación en un sótano, pero no tenía nada que ver con el cuartucho inmundo en el que había vivido en Nueva York. Era una habitación de verdad con una cama y mucho más fresca por estar bajo tierra.

Iba a ahorrar todo lo que pudiera y cuando tuviera suficiente, se matricularía en ese curso de historia antigua que había encontrado.

Había descubierto que podía hacerlo por internet y, con un poco de suerte, podría empezar al semestre siguiente.

No veía el momento de empezar. Se había leído los libros de Santorini tantas veces que las hojas estaban arrugadas y sueltas.

Miró a su alrededor. Suspiró con satisfacción mientras le quitaba las últimas arrugas al cubrecama y entonces se detuvo para oler las rosas que había salvado de entre las enredaderas del jardín.

Un huésped distinguido había reservado para esa noche y el gerente del hotel le había advertido que todo tenía que estar perfecto. Y lo estaba.

Era la suite nupcial, con su propio cuarto de baño y aseo; la mejor habitación que el hotel podía ofrecer.

Sonrió.

La suite nupcial; nada que ver con las suites que había compartido con Zayn en Nueva York y en Santorini.

Pero estaba en Mullingar y si alguna vez tenía pensado disfrutar de una luna de miel, eso era lo mejor que podía esperar.

Sin embargo, la situación no era muy probable.

No quería volver a saber nada de los alfas. Era evidente que no sabía cómo enamorarse del adecuado.

Volvió a sacar la aspiradora al exterior.

Lover for Money | ZiallWhere stories live. Discover now