Ese era el motivo de que Milosh solía llevarme todo el tiempo.

Desde que eso sucedió, no me habían dejado un coche de nuevo, aún cuando yo no era culpable del incidente.

— Tengo tiempo pensando en dejártelo a ti, ya que los gemelos insistieron en que no necesitaban más que un auto que podrían compartir entre ellos. —se volvió a sentar en su puesto, la cabecera contraria a donde estaba yo.

Lucien Van Houdret estaba inquieto, demasiado inquieto y era notable a simple vista, sus pupilas no se quedaban mirando un lugar ni por un segundo, y jamás me buscaban.

»Además, no creo que sea bueno permitir que sigas dependiendo de Milosh y Luis todo el tiempo, aún cuando sea mejor para tu seguridad.

— ¿Me vas a dar el Mercedes a mí? —todavía no lo captaba. No lo procesaba. Había pedido ese coche desde el momento en que Luis dijo que no lo quería y comenzó a usar el coche de Sam.

Por algún motivo, eso no me parecía verdad. Sentía como si, al usar ese coche y aceptar las palabras de mi padre, de Lucien Van Houdret, no haría más que ponerle fin a algo. Tenía esa sensación de final inminente desde el lunes por la madrugada, claro estaba, pero esa conversación con mi padre, me hacía sentir ya ese final en todas las células de mi cuerpo.

— Sí, Clarissa, ¿Estás prestando atención a lo que digo?

Asentí y me levanté. Dejé el cubierto en la mesa, ya había hecho más que suficiente intentando comer, no me forzaría más, no era esa mi mayor preocupación en ese momento.

Debía ir a preparar mis cosas, estaba más que segura de que al menos alguna de mis cosas debía de estar rezagada y, para el colmo, también debía cambiarme, el conjunto que llevaba no era nada cómodo para hacer un viaje largo. Tampoco era uno de mis preferidos, así que no lo usaría por más tiempo.

Mi padre leyó mis intenciones, por lo que me dejó ir sin problema, solo diciéndome: — Ven apenas termines, debemos contaros, a todos, cuales serán nuestros próximos movimientos.

Sí, olía a final inminente.

A cambio.

Pero no podría decir si el cambio sería para bien o para mal.

...

— ¿Mis armas?

—Están en donde siempre. —respondió Milosh mirando a la nada.

Todos habían estado haciendo algo, según Milosh había dicho.

Nuestra madre, Claudia, me había retirado del instituto. Siempre lo hacía, cada vez que debíamos huir como perros con el rabo entre las patas. Eso retrasaba mis estudios, por eso era que yo, a mis 19 años de edad, todavía seguía estudiando en un instituto.

Lizzie se había encargado de sus propios asuntos. Se había deshecho de sus alimentadores, alegando que en cual fuera nuestro destino encontraría a alguien dispuesto a darle su sangre a cambio de algo.

Era una mocosa inteligente.

Los gemelos se habían estado encargando de enviar al resto de alimentadores de la familia hacia nuestro destino, puesto que estos conducirían a una velocidad más precavida que nosotros y mientras las rápido estuvieran allá, era mejor.

Milosh también dejó escapar que ya los gemelos sabían hacía dónde iríamos, pero que eran tan idiotas como para no querer contarlo.

— ¿No dejaste absolutamente nada mío en mi propia habitación, más que la caja que Alair me obsequió y eso? —señalé el vestido azul, otro de los cuantos que tenía, que había en mi cama.

Perfect Blood: Lo que ocultan los CaídosWhere stories live. Discover now