14. Tigre

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Vittorio estaba nervioso. Hacía un buen rato que no veía a Elizabeth y le preocupaba su paradero. No obstante, todos sus sentidos debían de estar puestos sobre la conversación que estaba teniendo con don Antonio "Tony" Lucchesi. Aquella era la antesala de otra conversación mucho más grande e importante para su devenir y el de su propia familia. Era completamente consciente de que esa noche, probablemente, lo cambiaría todo.

—Así que al final, por insistencia de Juliano, la Asamblea se adelantará otro mes más—explicó Lucchesi, soltando el humo del puro que estaba fumando.

—Por insistencia de Juliano—repitió Vittorio, casi gruñendo—. ¿Y el resto de las familias, qué? ¿Ninguna tenemos nada que decir?

—Juliano está creciendo mucho, Vitto... yo intento moderar, pero...—el hombre se encogió de hombros—. Dice que tiene que hablarnos de algo muy importante, y realmente es así. El ambiente está cada vez más tenso y tenemos que tratar varios asuntos. La convocatoria es inamovible.

—Cojonudo—murmuró Vittorio por lo bajo.

—Arregla todos los flecos que tengas sueltos, de aquí a entonces te da tiempo, presenta unos ejercicios bien hechos y sin más problema.

Vittorio gruñó, pero no dijo nada. De repente, elevó las cejas. Elizabeth se había colado entre unos invitados que estaban cerca, y consiguió ponerse a su lado. Al final no había hecho falta que él la salvase.

—Vaya, vaya... ¿Pero quién es este primor de muchacha? Antonio Lucchesi, para servirla a usted y a América—el hombre se acercó a Elizabeth y le dio dos besos. Ésta arrugó un poco la nariz al sentir las babas del señor esparciéndose por sus mejillas.

—Lisa Dawson... un gusto—contestó una vez terminó el besuqueo de presentación, reprimiendo las ganas de limpiarse las mejillas.

—Así que tú eres la famosa Lisa.

—Parece que todo el mundo habla de mi—comentó ella, riendo un poco. Le estaba empezando a incomodar su "fama", ya fuera como Lisa o como Elizabeth.

—Frank tiene la lengua muy suelta, y al final todo se expande—Lucchesi rió, mirando a Vittorio—. Tu padre tiene que estar cagándose en todos sus muertos desde su tumba.

Vittorio observó a Lucchesi con calma, sin mostrar ningún tipo de sentimiento más allá de una seria serenidad.

—A ver si lo adivino, Lucchesi ¿Demasiado poco siciliana? Increíble, no me habían hecho ese chiste en toda la noche. Bravo.

Lucchesi comenzó a reír de nuevo, dándole varias palmadas a hombro de Vittorio.

—Es broma, es broma... tú sabes que para lucir y divertirse, eso importa muy poco. Disfruta, muchacho, que ya era hora.

Vittorio asintió lentamente.

—Eso pretendo.

—Me ha dicho un pajarito que eres bailarina, Lisa—dijo Lucchesi, mirando a Elizabeth. Esta le devolvió la atención y asintió—. ¿Me enseñas unos pasos, a ver cómo lo haces? ¡Tenemos una espléndida música esta noche!

—Mejor no, señor Lucchesi. El césped no es la mejor superficie para bailar y no quiero que se lleve una mala impresión, pero cuando quiera, puede venir a verme a El Gorrión—contestó, sonriente.

El hombre, sorprendido por su respuesta, se echó a reír, colocando una mano encima de uno de los hombros de Elizabeth.

—¿La has escuchado, Vitto?—preguntó, aún riendo.

—Sí, Tony—contestó, con hastío.

—Guapa, graciosa... ¡Lo tiene todo!

—Gracias, señor Lucchesi—dijo Elizabeth, ampliando aún más su sonrisa.

ÉxtasisWhere stories live. Discover now