32. Éxtasis

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—Quiero brindar per la mia adorata figlia, Benedetta, que hoy ha tomado su primera comunión... ¡Parece que fue hace dos días cuando la sostuve en brazos por primera vez! O cuando empezó a gatear y venía a recibirme al volver de un largo día trabajando... también cuando dijo su primera palabra... mi Benny, te haces tan mayor y yo casi no me doy cuenta, el tiempo pasa deprisa...

Nino se secó las lágrimas con un pañuelo. Sus ojos azules lloraban a mares, pero no estaban tristes, irradiaban una mezcla de orgullo y nostalgia hacia su hija mayor, que reía entre dientes al ver a su padre tan emocionado. A su lado, la pequeña Rita observaba a su hermana con cierta envidia, no solo por las bonitas palabras que su padre le estaba dedicando, sino por todos los regalos que estaba recibiendo ese día... ¡Sin que ni si quiera fuera su cumpleaños, ni Navidad!

—¡Nino, que el brindis es para hoy!—exclamó uno de sus cuñados.

—Sí, sí... pues eso... que brindo por mi hija, y por mi familia, la de sangre y la del corazón.

—¡¡Salute!!

Todos los invitados que estaban sentados en la mesa familiar alzaron sus copas, las chocaron entre sí y tomaron un sorbo. Nino, aún con la emoción metida en el cuerpo, miró a su compadre, su hermano del alma, a quien tenía sentado frente a él.

—Con la mala suerte que da brindar con agua, Vitto.

—La mala suerte es para los que creen en ella.

Hacía tiempo que Vittorio había cambiado el vino, el brandy de la tarde y el whisky doble on the rocks por el líquido cristalino. Desde entonces se sentía más centrado, menos dependiente a los elementos externos. No había sido tarea fácil, y en alguna ocasión se sorprendió bebiendo de una botella de vidrio oscuro a las tantas de la madrugada. Pero ahora podría decir, orgulloso, que era más dueño de su vida de lo que lo había sido jamás, aunque eso significase que no tuviese nada con lo que ahogar las penas, salvo fumar un cigarro tras otro, de manera compulsiva. Después de todo ¿qué hombre no tenía sus vicios?

—Vitto, cuñado—dijo Paola, entre risas. La mujer de Nino ya se había tomado unos cuantos vinos y estaba especialmente alegre—. Ahora que ya nos hemos tomado la tarta va a empezar a tocar la orquesta, espero que te animes y salgas a bailar.

—¡Porfa, padrino!—Benny apoyó las manos sobre la mesa y miró a Vittorio, sonriendo ampliamente y mostrando su dentadura mellada—. ¡Déjame bailar encima de tus pies!

—Por ti, Benny, quizá me lo pienso.

—Yo también quiero—protestó Rita, cruzándose de brazos.

Nino le acarició la cabeza y le dio un besito encima.

—No Rita, tú vas a bailar conmigo.

—No, yo quiero con el padrino.

—Eh... ¿pero ninguna quiere bailar con papá?

—¡No!—gritaron al mismo tiempo.

Nino se escurrió en su asiento, entornando los ojos. Paola empezó a reír a carcajadas, y Vittorio sonrió mientras sacudía la cabeza.

—Espero que mi tercer vástago me quiera más a mi que a su tío postizo...—se quejó Nino, mirando al fondo de su copa vacía.

—Y que sea un varón, alguien tiene que seguir con el negocio familiar.

Nino elevó la cabeza hacia Vittorio y sonrió.

—¿Dices que mi hijo va a ser el heredero de todo esto?

Vittorio se encogió de hombros.

—Tu hijo, Gianmarco... el que más me haga la pelota cuando sea un viejo amargado.

ÉxtasisWhere stories live. Discover now