5. Juego de poder

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Leonard observaba a don Vittorio a través del retrovisor. Su jefe no dejaba de mirar por la ventana. De vez en cuando levantaba las cejas, como siempre hacía cuando pensaba demasiado. Y si pensaba demasiado, era porque estaba nervioso por algo. Muchos años junto a él como para conocer sus costumbres y manías. El observador y poco discreto Nino Ricci también había contribuido a que sus conocimientos sobre el señor Puzo aumentasen.

Algo ocurría en la Sala El Gorrión... y temía que ese 'algo' tuviera que ver con ella.

—¿Le dejo en la puerta?

—Hm.

Los años de experiencia junto a Vittorio le habían enseñado que un gruñido corto significaba 'sí', mientras uno largo era 'no'. Por tanto, Leonard conduciría unos metros más y se detendría frente a ese pequeño paraíso de mujeres guapas y descaradas que era la Sala El Gorrión. Pero Leonard intuía que don Vitto no quería ir allí a pasar el rato viendo bailes desvergonzados y canciones alegres. En esa jaula de oro y brillantes, habían encerrado a un pequeño pajarito indefenso que si no llevaba cuidado, acabaría siendo engullido por un enorme y sanguinario gato negro.

—¿Ocurre algo con la señorita Colvin?

Leonard aparcó el coche. Aún mirando a Vittorio por el retrovisor, esperaba una respuesta a su pregunta. Sin embargo, la única contestación que recibió fue el portazo con el que Vittorio abandonó el coche. El conductor le vio marcharse, envuelto en su abrigo negro, que se movía como una imponente capa a su alrededor.

🖤

Antes de entrar a aquel templo de la perversidad, Vittorio se pasó una mano por el cabello, asegurando que su peinado estaba impoluto, y se ajustó el nudo de la corbata, tan roja como las paredes de la famosa Sala El Gorrión. Era la segunda vez en el mes que se pasaba por allí, a pesar de que no era muy dado al tipo de espectáculos que ofrecían, ni tampoco se sentía especialmente cómodo con la compañía del público que solía asistir. Era bien sabido por todos que el local era propiedad de la familia Juliano, y ésta no era precisamente la mejor aliada de la familia Puzo. 

Esa noche ya sabía de antemano que Francesco Juliano iba a estar allí, así como que Elizabeth iba a bailar con el resto de chicas. Había intentado tranquilizarla cuando le llamó, dos noches atrás, y le prometió que iría a ver hasta qué punto había vía libre para que pudiese sacarle información a Juliano. No obstante, Vittorio no lo veía del todo complicado. Aquel hombre no valoraba demasiado la moral ni la fidelidad. Suponía que no sería demasiado complicado seducirle, y dado el caso... De repente la visión de la sonrisa socarrona de Juliano le vino a la mente. Vittorio arrugó la nariz, y miró al frente mientras avanzaba hacia el salón principal, desde el que se escuchaba la animada música y el público jadeante. El hombre quedó rezagado en una esquina, junto a la barra. Desde allí, pudo verla. Estaba detrás, haciendo bulto. De los labios de Vittorio escapó una pequeña sonrisa, borrando la habitual seriedad que reinaba en su rostro. Sin embargo, en seguida sacudió la cabeza y dio un par de palmadas sobre la barra.

—Whisky doble. Sin hielo.

En ocasiones se sorprendía viéndola en sueños, o preguntándose sobre su bienestar cuando miraba en el fondo de una copa de vino En el fondo, le daba pena. Seguía sin estar seguro de si ella realmente consciente de lo que le venía encima, a pesar de aquel numerito, casi erótico, que no conseguía arrancarse de la mente. «Es lo bastante mayor como para saber qué es lo que implica hacer tratos con hombres como yo» pensaba Vittorio. Y entonces, la mínima preocupación que podía sentir se desvanecía por completo. Tan solo quedaba la satisfacción de saber que tenía una pieza más en el tablero, rodeando a esa reina a la que estaba deseando derribar.

ÉxtasisWhere stories live. Discover now