Comienza una nueva etapa de cambios en la relación de Leon y Jessie.
Todo comienza con las deforestaciones, por lo que la familia de Leon se ve obligada a alejarse de su tribu para mudarse a la ciudad de Súper City.
A Leon le aterra mucho el hecho e...
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Era un sábado por la tarde. A Jessie se le ocurrió la grande idea de ir a su casa a jugar con tal de animar a Leon, puesto que se le veía muy apagado. Ella bien sabía que una buena tarde de juegos le levantaría el ánimo.
—Qué mala racha tienes, Jessie —comentó soltando una leve risa mientras tenía en sus manos su dispositivo móvil. Poco a poco su estado de ánimo fue mejorando.
—¿Cómo puede ser qué ya me hayas derribado dos torres? —preguntó sorpresiva — ¡No cuenta! ¡Tú tienes más experiencia!
Leon rió a lo bajo. —Y según tú me dijiste que eres buena en este tipo de juegos —añadió una carcajada.
—Ugh... —La chica trató de concentrarse lanzando las tropas a más no poder. Pero era inútil, quedaban menos de un minuto y Jessie ya tenía dos torres derribadas.
—Veo que la tienes difícil, eh —habló con una sonrisa egocéntrica.
Esa sonrisa.
Sabía que Leon ya se estaba tomando esto cómo una competencia.
Conocía esa sonrisa llena de determinación.
Jessie gruñó a lo bajo. No le gustaba perder incluso en un juego tan sencillo como este.
Tenía que pensar en una estrategia rápida para poder ganar.
Hasta que se le ocurrió una idea.
—Ah, ¿si? —La chica rió levemente lanzando un golem desde el fondo de su torre. Tenía pensado ir con un ataque fuerte. Era su última oportunidad para ganar la partida.
Leon mostró una mirada preocupada, puesto que no tenía buenas tropas para detener ese gran tanque. Pero tenía que defenderlo con lo que pudiera, estaba a sólo un minuto de ganar la partida.
—¿De verdad estás segura que podrás ganarme? —mencionó en un tono desafiante.
—Si. Tengo un haz bajo la manga.
—Ah, ¿si?, ¿cuál?
—No podrás ganar si...¡No estás mirando! —Rapidamente se colocó en su espalda y con sus delicadas manos tapó los ojos del chico.
—¡Ah! ¡Eso es trampa! —suplicó tratando de quitarse las manos de su compañera.
Jessie por el contrario comenzó a reír. —¡No! ¡No te dejaré! —dijo a modo de broma.
—¡J-jessie! —agregó una risa juguetona.
La chica rápidamente con sus manos empuja a Leon hacia la cama, provocando que este caiga de espaldas completamente indefenso.
—Y ahora...¡El monstruo de las cosquillas!
—¡N-no! ¡Espera! —Levantó sus manos para poder apartar a la chica, pero era inútil, está ya tenía sus manos entre las costillas del pobre jóven.
