—No hay huevos de casarte con ella como lo hizo tu primo, ¡Dos hermanas reinas! —comenzó a reír y sinceramente, al principio todos reímos hasta que se puso pesado con la bromita y el resto del grupo comenzó a secundarlo.

Seamos francos, Alexandre es rey, pero es que encima estaba como un queso y digo estaba porque después de aquella noche no he vuelto a verle, así que no tengo ni la menor idea de como es actualmente.

Para una adolescente, fantasear con alguien como él es como soñar con lo imposible. Era guapo, tenía unos ojos de infarto, un físico tremendo y encima era noble, ¡Joder era rey! El simple hecho de casarme con él de mentira me parecía algo surrealista, era como cumplir el sueño de mi vida aunque no fuera real, pero sabía que soñaría con ese día el resto de mi vida.

«Y tanto que lo haría, pero no como yo creía»

Así que cuando él me miró y con esa sonrisa comentó, ¿Y por qué no? Será nuestro pequeño secreto.

Sentí que mis rodillas flaqueaban y que me derretía.

No hubo ningún beso de película, sino uno casto y amable en mi mejilla y menos aún noche de bodas o luna de miel, puesto que ese mismo día regresamos a España en el propio jet privado de Alexandre.

Pensé que todo había quedado en una simple anécdota de fiesta, de hecho tras firmar aquella tablet y entregarnos el acta de bodas, la rompimos justo tras la foto que nos hicimos todos de recuerdo. Alexandre me aseguró que eso no trascendería, que no era real y que no tendría porqué preocuparme y evidentemente no pensé que fuera de otro modo, ¿En que mundo alguien como él se iba a casar con alguien como yo? El era un hombre y yo... tampoco es que fuera una niña, pero evidentemente era mucho menor que él para que pudiera fijarse en mi de ese modo.

Con el paso del tiempo terminé olvidando aquello, de hecho, había quedado tan aislado de mi mente que lo tenía completamente descartado, era como si jamás hubiera pasado hasta que recibí aquella notificación por correo.

¿Sabéis como son los correos certificados en los que tienes que firmar para que te entreguen el sobre? Pues normalmente así son las citaciones de juzgados y cuando recibí aquel sobre pensé que había hecho algo muy malo.

Pero cuando lo abrí y leí el contenido, me quedé con las patas colgando.

¿Quién demonios pensó que decirme que estaba oficialmente casada con un rey era conveniente hacerlo mediante carta?

«Pa mear y no echar gota»

Y encima indicaba que tendría que ir a Bélgica para aclarar la situación.

«Que se buscaran a otra, yo no me movía de Madrid ni loca»

Una de mis mejores amigas, Clara había llegado como apoyo moral a mi estado de nervios tras recibir aquella carta.

No le había mencionado de que se trataba, pero nada más entrar intuí por su cara que debía estar más pálida que Blancanieves.

Mi maraña de pelos, el hecho de que no me hubiera lavado la cara en todo el día y mis pintas de estar por casa con ropa vieja no ayudarían, pero ¿Qué más da? Tampoco es que tuviera ningún novio que viniera a visitarme inesperadamente.

Mis relaciones duraban menos que los caramelos en la puerta de una escuela. Bueno, si es que se podían llamar relación porque en realidad duraban una sola noche.

Era un alma libre y por nada del mundo me apetecía que alguien cortara mis alas o pusiera límites a mi vida.

—¿Casada? —exclamó atónita Clara mientras leía aquella puñetera carta.

—Sigue sigue —la alenté para que terminara de leerla mientras yo metía fuego con mis pies al suelo de casa de tanto ir y venir hacia un lado y otro del salón mientras me mordía las uñas sin parar.

—¡No! —gritó—. ¿Cuándo carajo pensabas decirme que te habías casado con un rey? —dijo aún más alto y estaba segura de que mi vecino de abajo se habría enterado.

—Yo no me casé con ningún rey —solté indignada—, Tiene que tratarse de un error, es un simple error, ¿Si no porqué iban a enviarme una carta? Estaría aquí todo el puñetero séquito de Alexandre si fuera cierto.

Acto seguido sonó el timbre y me quedé clavada en el sitio sin saber que hacer.

No era posible, seguramente solo se trataba de una mera coincidencia, tal vez era el tío de Amazon que venía a traerme alguna chorrada que había comprado en los últimos días, ¿Había pedido algo ahora que lo pensaba?

Clara no esperó a que yo me dirigiera hacia la puerta, sino que ella misma la abrió y desde mi posición no podía ver quien era, así que esperé a oír la voz, deseando que fuera el repartidor.

—Buenos días, quizá esté equivocado pero, ¿Este es el domicilio donde reside la señorita Adriana Abrantes?

¡Mierda!, Ningún repartidor habla de ese modo...

—¡Adriana!, ¡Aquí hay un tío que está buenísimo y pregunta por ti! —gritó como si estuviera a tres kilómetros de distancia cuando en realidad solo estaba a un metro de ella.

—¿Le puede decir a la señorita Abrantes que Alexandre Leopold está aquí? —oí perfectamente y mi pulso tembló

¡No!, ¡Mierda!, ¡Mierda!, ¡Mierda!

Acto seguido me acerqué por detrás de la puerta y la empujé provocando que la hoja se cerrase en las narices de él.

—¿Es que se trata de un tarado con el que te has acostado? Por qué si es así a mi no me importaría quitártelo de encima...

—Es él —susurré señalando la carta.

—¿Quién?, ¿El rey?, ¿Le has cerrado la puerta en la cara a un rey?

Viéndolo así, si. Le había cerrado la puerta en las narices al puñetero rey de Bélgica.

«Y según esa carta es tu marido, que no se te olvide» objetó mi conciencia.

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Querido Alexandre, te aviso de que ser rey no te valdrá con esta pedazo de mujer que no está dispuesta a abandonar su libertad, hahahahaha


Querido Alexandre, te aviso de que ser rey no te valdrá con esta pedazo de mujer que no está dispuesta a abandonar su libertad, hahahahaha

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De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora