Parece que los asesinos de nuestra raza se presentan ante nosotros una vez más para amenazar a la gente de las aguas de Chingtsé... —la voz cristalina de la criatura se alzó sobre ellos como un canto de sirena.

—¿¡Qué demonios es eso!? —chilló Hu Tao.

—Oh —Zhongli silbó—. Es una Oceánida. Es una forma de vida creada a partir del elemento hydro, aunque para su formación el condensado de dicho elemento debe ser especialmente puro. De hecho, cuanto mayor es su pureza...

—¡Con solo el nombre bastaba! —interrumpió Paimon.

La Oceánida se movió ondulante en el aire y arrojó varias burbujas repletas de agua alrededor del grupo. Allí dónde caían diversas figuras acuáticas aparecían hasta que finalmente los cinco estuvieron rodeados por aquellas criaturas.

—¿¡Y ahora qué hacemos!? —Paimon voló histéricamente sobre sus cabezas.

Quien quiera que se atreva a contaminar estás aguas será exterminado por nuestro poder —siseó el monstruo marítimo. Ningún sonido provenía de las criaturas que la Oceánida invocó, sin embargo, pronto se encontraron siendo atacados por las mismas. Varios pájaros se estamparon contra el escudo que Zhongli acababa de invocar a su alrededor cubriéndolo de agua. La lluvia torrencial y el resbaladizo suelo no ayudaba a que pudieran esquivar con facilidad a aquellos bichos.

—¡Argh! ¡Protégeme, gege! —Hu Tao se aferró a la gabardina del antiguo arconte mientras escondía su cuerpo tras él. Zhongli, que para entonces seguía escupiendo agua no pudo más que chasquear la lengua. Xiao, que estaba cerca de ellos manteniendo alejados a los monstruos, dio un traspiés y giró bruscamente el rostro hacia ellos.

—¿¡Cómo que gege!? —la voz del yaksha sonó incrédula por encima del aguacero.

—¡Corre y déjate de tonterías! —Zhongli le siseó a la directora y señaló en dirección a la obertura en la roca que se encontraba a escasos metros de su posición.

En el fragor de la confusión un jabalí de agua aprovechó la distracción del conquistador de demonios para estamparse contra él haciendo saltar su cuerpo dos metros en la dirección contraria, dejándolo tirado cerca del borde de la plataforma.

—¡Xiao! —Zhongli maldijo en voz alta y procedió a correr para alcanzarle. No había dado ni un par de zancadas cuando la Oceánida surgió nuevamente de entre las aguas para golpear con fuerza el tablero, esparciendo más líquido sobre el cuerpo del yaksha así como su fuerte ultrasonido. La losa en la que se encontraba Xiao empezó a hundirse en el agua mientras éste intentaba incorporarse entre gimoteos desorientados. Al final, Xiao acabó cayendo al agua antes de que Zhongli pudiera alcanzarlo, sin embargo, el antiguo arconte ni siquiera lo dudó un par de segundos antes de sumergirse de nuevo para buscarle.

Localizarle fue fácil, la parte difícil venía a continuación. Xiao se encontraba entre él y la Oceánida, sus brazos colgaban flácidos en el agua dándole a entender al asesor que el chico probablemente había perdido la consciencia con la última embestida del monstruo sobre su cuerpo. Viendo la situación, Zhongli ni siquiera se planteó lo que estaba a punto de hacer, se impulsó con sus piernas para alcanzar el cuerpo del yaksha y rodear su cintura con el brazo derecho, el izquierdo inmediatamente lo posicionó en dirección a la Oceánida.

Sus anaranjados ojos refulgieron con un brillo dorado mientras una onda de su actual poder golpeaba a la criatura. Debido a la estructura acuática de la bestia su petrificación duraría mucho menos que de costumbre por lo que Zhongli no perdió ni un segundo del escaso pero valioso tiempo que acababa de conseguir. Apretó el delgado pero musculoso cuerpo del adeptus contra su pecho para que no se le escurriera entre los dedos mientras luchaba para sacarlos a ambos de la corriente cuanto antes. Su corazón latía a toda velocidad y su pecho se contraía dolorosamente ante la idea de que la Oceánida les alcanzase.

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