—Gracias, Pablo.

—De-de-de nada—que tierno.

Salgo de mi habitación para darle un beso en la comisura del labio.

—Avísame cuándo tengas una noche libre—susurro para él.

Me alejo antes de que pueda hacerme algo. Me gusta que puedo provocar con sólo estar segura de mí, y de mis palabras. Pero hoy quiero una noche para mí y alguien que me quite el estrés, mamá no estará en el palacio y yo tampoco. Así que no debo de preocuparme por algo.

Camino por los pasillos y algunos guardias se me quedan viendo sin disimular nada, el vestido que llevo es pegado al cuerpo y con un escote algo revelador. No mucho pero sí, y por la parte de la espalda también está escotado hasta casi mis nalgas, pero no se ve nada. Por eso adoro este vestido.

Mis tacones resuenan en el lugar conforme voy avanzando por el camino. Había olvidado lo que era andar en tacones y escuchar el sonido de la seguridad en ellos.

Al llegar a la sala dos guardias me abren la puerta para dejarme pasar. Y ahora creo que fue mala idea venir así como estoy vestida, me hubiera puesto un saco o algo. Más que nada porque está la reina y sus invitados a excepción de los menores, también están los príncipes y el rey.

Ya qué.

Parezco… no, ya me iba a disfrutar de mi día libre que comenzó hace un par de horas, desde que Logan se quedó dormido en su cama.

—¿Me llamaron altezas?—doy una leve reverencia, pero no me agachó.

—Así es, Natasha—contesta la reina—. Queríamos saber sí conoces a alguien que toque el piano. Dylan toca el violín y le gustaría alguien que lo acompañe con ese instrumento, pero alguien joven de preferencia.

Mis ojos vagan por la estancia, puedo ver algunos puños cerrados. Cómo los de Bastián y los de Dylan, Samuel por su parte tiene una pierna sobre la otra.

Erección segura.

Regreso mi vista a la reina y sonrió para darle una respuesta, mis ojos enfocan el piano que hay en la habitación, camino a él antes de tomar asiento y poner mis manos sobre sus teclas, la melodía brota entre mis dedos y paso a segundo plano las miradas que recibo, hace mucho que no me sentía tan a gusto mostrando algo que yo puedo hacer.

Cuando terminó me levanto y le doy una sonrisa a la reina.

—Eres multitalentos—dice la reina con una sonrisa en los labios.

—Puedo ayudarle cuando guste—soy sincera—. Bueno, sí es para nada más eso que me necesitan, permítanme retirarme que voy a salir.

—Adelante.

Agradezco de nuevo y salgo de ahí, tocar piano. Eso era algo que mi madre tenía en cuenta conmigo, sabía que aprendí desde que era niña, papá me permitió darme ese lujo porque la empresa iba bien. Gané varios concursos con ese instrumento musical, tenía años sin tocar. Y porque mi papá vendió el piano porque no quería que me volviera una adicta a los instrumentos y dejará de lado la vida real.

Salgo por dónde salió mi madre hace una hora y algo, miro el auto que me espera y no dudo en dar una sonrisa.

Eros siempre ha sido uno de mis amantes que recurro más, lo hago porque es un encantador hijo de puta. Es socio de mi padre y la primera vez que cogí con él fue cuando le lleve unos documentos que mi padre ocupaba que firmará.

Dejé que me cogiera como animal enjaulado sobre su escritorio, gemí como loca con cada penetración y espero que sea así esta noche.

—Me sorprendió tu llamada—dice antes de tomar mi cintura y pegarme a él.

—No debería, Eros.

Sonríe antes de dar una olida a la piel de mi cuello y disfrutar el aroma de mi perfume, con él siempre usó el caro que mi padre me regaló en mi cumpleaños dieciocho.

Desde que cogemos.

—Muero por verte desnuda de nuevo—una sonrisa aparece en mis labios.

—¿Qué tanto?—tiento al diablo.

—No juegues con fuego, Preciosa—tira de mi labio con sus dientes y yo no evitó lo que hace.

—Vamos a descubrir que tantas ganas tienes de cogerme.

Abre la puerta del lujoso Lamborghini, y me deja pasar al interior del auto. Cuando por fin estamos los adentro enciende el auto y nos saca del palacio. Doy gracias a Dios que me saco del lugar, extrañaba estar afuera y disfrutar de una noche larga. Abro su guantera y veo que tiene los cigarros que me gustan, estoy por encender uno cuando me quita la caja.

—Quedamos que dejarías de hacerlo—gruñe.

—Sólo es uno, Eros.

—No has fumado en dos años, deberías seguir así.

Me volví adicta al cigarro hace años y Eros lo supo, me dijo que si quería que se siguiera metiendo entre mis piernas tenía que dar de fumar. Me costó mucho dejarlo, pero acepté que me hacía mal fumar como lo hacía y tengo dos años limpia. Miro la caja que tiene en su mano y es mejor que lo aleja de mí.

—Tienes razón. Que el cigarro me priva del placer—da una sonrisa al aire. Y no dudo en meter la mano dentro de su pantalón.

—Natasha… no hagas que me detenga y te coja aquí.

—Un orgasmo de camino—me acerco más a él—. Es más rico porque sabes que está mal.

Se detiene antes de subirme a sus piernas y comprobar que tengo calzones puestos, no sé cómo diablos maniobra su pantalón para mostrarme su erección y hacer que se pierda en mi vagina. Deja que lo monté como yo quiera y es nuestro paraíso. Por lo menos el mío.

Son pocos los amantes que he tenido, pero con Eros no me arrepiento de dejarlo entrar las veces que quiera en mi entrepierna, al final siempre me regala un orgasmo. Que es lo que pido.

¿Qué opinan de este capítulo?

La Corona Del Príncipe (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora