La abuela Ceiba

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Una de esas tarde en que a Flora le gustaba sacar a pasear a sus ahijados por el bosque, acamparon bajo la sombra de un árbol.

Todos comenzaron a sacar su comida y a conversar de las historias que habían tenido caminando, que si duendes, que si hadas, pájaros increíbles, flores, etc.

Flora se los llevaba a explorar y disfrutar de  las criaturas mágicas, y como se trataba de la hechicera, no eran para nada tímidos. De vez en cuando aparecía Scott, un caballo alado blanco y negro, que siempre estaba para ayudarla.
- Aaaahhhh! ¡Hada Madrina!- gritaba una niña al ver un pequeño duende salir de su taza de té.
- Solo es un duende- le decía Flora sonriendo.
- ¿Un duende? Pero es muy feo- el duende jugaba dando vueltas en la taza, saltando de ella y cogiendo pedazos de pasteles como si fuera un ratón.
- Le encantan los dulces, así que no me extraña que estén escondidos unos cuantos en el picnis.
- ¡Miren!! El pan se va corriendo!- decía Laura. Y cuando Flora levantó el pan, eran otros duendes más pequeños que salieron corriendo hacia el césped.
- Por supuesto, jm, jm.
- ¿Por qué le tienen miedo a esas criaturas tan tontas?..... son inofensivas.- dijo un rostro en el árbol que les daba sombra.
- ¡Aaaahhhh!- gritaron los niños corriendo como locos y alejándose del lugar. Flora ni se inmutó, sólo los miraba sonriendo.
- Hola abuela Ceiba- dijo la hechicera tomando una taza de té plácidamente.
- Hola encantada ¿Me trajiste compañía hoy?- respondió el árbol.
- Sí, siempre les presento a mis ahijados algún ser mágico de este bosque.
-Oh, que agradable visita. Me encantan los niños.
- Vengan, no pasa nada – les decía Flora a sus ahijados.

Ellos estaban alejados, incluso uno se iba a poner detrás de un árbol, pero sintió miedo de que este hablara también y se alejó. Algunos se habían acostado en el césped, escondiéndose con la hierba.
- Vengan, nos les pasará nada. Se los aseguro- le decía Flora.
- Solo soy un árbol que habla- decía abuela Ceiba.
- AaaahhhhhH!- gritaban y se alejaban más.
- Jajajajaja- se reía la hechicera- te tienen miedo.
- Que lastima, no les podré contar una hermosa historia que me sé.
- ¿Desde cuándo los árboles hablan?- preguntó una Lorena.
- Desde nunca, yo hablo gracias a Flora, ella me dio vida- le contestó la abuela Ceiba, todos miraron a Flora. Quien alzó los hombros como diciendo, no lo sé, solo pasó, ya que acostumbraba a vagar por la noche como una brisa, creando criaturas y esparciendo su magia por el bosque.
- ¿Y cómo te llamamos?- le preguntó  Esteban.
- Soy la abuela Ceiba, o al menos así me dicen todos.
- ¿Qué historia querías contarnos?- preguntó Laura.
- Ah, una historia de duendes.
- ¿Pero cómo fue que el Hada Madrina te hizo hablar?
- Esa es otra historia.
- ¡Cuéntanosla!- dijo Laura.

Recuerdo que solo era una vieja Ceiba, de hecho, me estaba secando, mi vida estaba llegando a su fin y estaba a punto de desplomarse mi cuerpo medio seco y viejo. Pero entonces vi una hermosa brisa plateada volando  entre las ramas de los otros árboles. Ésta hacía florecer y rebosar todo lo que tocaba, las flores, las ramas, todo crecía con tan solo un toque y eso fue lo que hizo que intentara resistir más. Me mantuve firme pues veía que se acercaba a mí. Y una vez más vi como revoloteaba entre los árboles de mis alrededores, fue cuando aproveché el viento y comencé a mover mis ramas, para ver si llamaba su atención, y funcionó.

Una vez que esa brisa me tocó, logré retenerla, moviendo mis ramas nuevamente y así se pasó prácticamente toda la noche dándome su luz. Comencé a sentirme extraña, me sentía más viva, más libre, más inteligente, y cuando me vine a dar cuenta, había crecido, florecido y esparcido mi tronco. Vi como la brisa se quedaba a mis pies, y en segundo se transformaba en una hermosa joven rubia, que al despertar me miró y se asustó…. Igual que ustedes.

A partir de entonces vi la vida de modo diferente, antes sólo sentía cosquillas cuando una ardilla se me subía al tronco, pero ahora soy consciente de todo lo que hace, y además, puedo mover rápidamente mis ramas y hacia donde yo quiera, así- dijo el árbol que lentamente movió una de sus ramas-
- Sí, que rapidez- dijo Esteban irónicamente.
- Ya sé que para ustedes esto no es ni siquiera normal, pero deben entender que para un árbol que apenas sí se mueve, esto es como correr a toda velocidad-La Ceiba siguió contando:

De esta forma, por ser uno de los árboles más grandes y que mejor da sombra por estos lugares, he sido testigo de muchas cosas, un testigo muy privado, uno que nadie jamás sospecharía.
- ¿Cómo de qué?- preguntó Laura
- Ah, bueno. ……. Ser testigo no es lo mismo que ser chismosa. Prefiero callarme mis secretos.
- Aahhh- protestó Laura, los demás niños se rieron.
- Así es pequeña, saber los secretos de muchos no significa que debas andar por ahí contándolos.
- Que tal una grata historia- le dijo Flora.
- ¿Una como cuál?- preguntó el árbol.
- Un romance- dijo una joven.
- Una batalla- dijo Elizabeth.
- O ….. una ¿Caída?- dijo Laura.
- Jajajajaja- se rieron los demás.
- No lo sé- decía insegura la Ceiba.
- ¡Por favoooooooorr!- decían todos los niños con cara de llanto.
- Bueno…..a ver:

Una vez vi a un hermoso unicornio cabalgar por esta pradera, su pelaje era tan blanco como la nieve, y  tan largo que parecía llegarle al suelo. El animal cabalgaba feliz por el pasto cuando vinieron unos hombres a atraparlo, todos venían con cuerdas y hasta arcos de flechas, parecían estar decididos a atrapar al animal a toda costa, pero este se defendió alzando sus patas delanteras y corriendo para no ser atrapado.

En una ocasión se acercaron tanto, que el unicornio le dio una patada trasera al hombre, el cual llegó hasta mis pies, entonces yo le presenté esta misma cara que están viendo, pero de mala gana, y este se asustó y salió corriendo gritando despavorido. Los demás hombres se sorprendieron al verme, lo cual dio tiempo a que el unicornio escapara, pero al mirarme de esta forma, prendieron unas antorchas y quisieron quemarme. Pero no lo lograron, pues en eso apareció el unicornio, y con su cuerno los hechizó. Fue así como desde la tierra comenzaron a salir ramas cubriendo a los malditos por completo, y al terminar de hacerlo, terminaron formando parte del paisaje.
- ¿Cómo? …. Entonces ¿Están aquí?
- Si- contestó la Ceiba mientras los niños los buscaban. La Ceiba miró hacia la dirección donde se encontraban y después de investigar, los niños pudieron ver que tres árboles tenían la forma de hombres.
- ¿Los unicornios pueden hacer algo cómo eso?- Preguntó María que apenas si hablaba.
- Los unicornios son seres mágicos, con sus cuernos pueden hacen grandes cosas, pero caballos al fin, sólo les interesa… bueno…… hacer cosas de caballos.
- ¿Y qué otras historias has visto abuela Ceiba?- preguntó Laura.
- Oh mi niña, miles, como cuando tu hada madrina les hizo un castillo de caramelo.
- Ah siiiii-
- Eso fue increíble.
- Maravilloso- decían los niños conversando entre sí
- También he visto a parejas de enamorados, aunque la mayoría de los días suelo aburrirme, la verdad.
- Abuela Ceiba ¿Tu duermes?-pregunto Laura
- Oh, sí, claro, y ronco también.
- Jajajaja

Ese día fue increíble, como tantos otros que pasa Flora con sus ahijados, la abuela se la pasó contándoles historias, y al llegar la tarde se despidieron, prometiendo regresar de vez en vez, para hacerle los días menos aburridos. Y de esta forma, los pequeños se iban viendo cómo la cara del árbol se desvanecía entre las ramas, aparentando ser uno como otro cualquiera del bosque encantando.

Cuentos del Hada MadrinaWhere stories live. Discover now