EL INICIO

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Sé que si yo relato lo que sucedió no se verá tan espléndido como Angelique desearía que fuese, pero ella ya  no está en casa;  por eso deseo hacerlo.

Esa tarde del viernes ella y nuestra madre Filicia discutieron. Yo estaba en nuestra habitación simulando leer una revista sobre mi cama e intentaba entender que decían desde el salón. Sus voces chocaban contra la puerta de cristal y apenas llegaban leves murmullos, unos más claros que otros según subían o bajaban el tono. Hubo un silencio pesado en toda la casa hasta que se escuchó el ruido de la puerta abierta bruscamente.

   - ¡¡Angelique!! ¡Aún no hemos terminado!

    -  ¡Déjame en paz!

Mi hermana mayor  entró con pasos furiosos, ojos enrojecidos y desorbitados, una respiración violenta...Por unos segundos dudé de que fuera ella en realidad la Angelique que yo conocía. Cerró la puerta con tanta fuerza que  el espejo de la pared se tambaleó peligrosamente, y con movimientos nerviosos colocó mi silla para bloquearla. Quise preguntarle un millón de cosas, pero de mí no salía nada, simple mente la observé apoyarse en la puerta. Filicia  no tardó en aparecer, empezó a aporrear la puerta llamando a mi hermana con enojo, hacía vibrar la madera al ritmo de sus golpes.

  - ¡¡Angelique!! ¡Sal de ahí ahora mismo! ¡A mí no me dejarás con la palabra en la boca!  ¡Sal!

   -  ¡Vete! Ya no hay nada de lo que hablar... ¡déjame!

Filicia cesó los golpes de repente y amenazó a Angelique con distintos castigos; pero ella ya no le respondía, mi hermana parecía estar en otra parte, en sus pensamientos. Era complicado saber que pasaba por su inquieta mente, sobre todo porque  ella nunca decía lo que en realidad pensaba o deseaba, se lo guardaba todo.

Al cabo de cuarenta minutos perdidos, Filicia  había maldecido a más de medio mundo sin obtener respuesta de Angelique y tuvo que coger sus cosas para entrar a su turno de trabajo. No volvería hasta las diez de la noche con suerte, si es que no tenía que hacer horas extra.

Angelique pareció relajarse un poco, se tumbó sobre su suave edredón violeta y no movió ni un solo músculo, igual que una muñeca. Sus ojos verdes se clavaban en el techo tristemente cubiertos de una fina capa de lágrimas que se negaban a salir. Incluso estando así ,Angelique era bella, todos lo sabíamos, era un ángel.

Dejé la revista sobre su escritorio para quitar la silla de la puerta, ella seguía quieta,  esperando cualquier cosa...o tal vez ya no esperaba nada.

-          –Esta vez ha sido un poco excesivo...- ella cambió de postura y me miró como siempre solía hacerlo – Deberías solucionar las cosas con ella y poner fin a todos estos problemas.

-           – Hoy fue el fin

En ese momento no comprendí lo que realmente quería decir con eso, simplemente  nos quedamos en silencio durante unos segundos y rompimos a reír sin  ningún motivo, como si quisiéramos deshacernos de todo esa tensión.

Fuimos a cenar, todavía quedaba comida congelada en el refrigerador del día anterior, además, a ninguna de las dos se nos daban bien los fogones. Encendí la televisión pequeña de la cocina, simplemente para tener un ruido de fondo, una sensación de acompañamiento con nostras, eso se había vuelto una costumbre.

Esa noche Angelique habló mucho, sobre cosas triviales, lo hizo más que de costumbre. Seguramente algo la inquietaba, cuando estaba nerviosa lo hacía, esa era una pequeña pista que nos daba inconscientemente para saber que le sucedía. Sin embargo no tuve el valor de preguntarle nada, ella reía y disfrutaba de ese momento, y yo lo hacía junto con ella. Filicia llamó sobre las diez para avisarme que tendría turno de noche y que no volvería hasta la madrugada, me daba recados para mi hermana, más que molesta  creí percibir en su voz cierto arrepentimiento. Angelique a mi lado escuchaba la conversación con un poco de indiferencia jugando con las puntas de su pelo castaño.

Cuando salí de la ducha estaba tirada una maleta roja de viaje en mitad del pasillo. Entré en nuestra habitación con una extraña sensación en el pecho, la vi llenando otra  con ropa y objetos personales, todos mezclados, sin ningún orden. Estaba cogiendo lo primero que veía y lo empaquetaba junto con las demás cosas frenéticamente.  Para cuando quise preguntar  qué diablos estaba haciendo, Angelique cerró la cremallera de la maleta y se puso en pie. Yo la miré desconcertada, no entendía nada.

      –  ¿sabes dónde está mi gorra roja? He visto en tu armario pero allí tampoco estaba.

       –¿qué estás haciendo?

      –  Oh...Mírala, está debajo del escritorio - se agachó con su tan típica elegancia y la cogió sacudiéndola un poco

     –Angelique, no me digas que...

Suspiró mientras se miraba en el espejo para acomodarse el cabello y arreglar su chaqueta.  Su silencio era como una pequeña aguja en mi frente, esperaba que me respondiese, aunque lo que realmente sucedía ya lo sabía en el fondo.

       –Claire... yo... Le he dejado una nota a Filicia, asegúrate que la lea para que no monte ningún espectáculo, ya sabes cómo se pone.

    –¿de verdad piensas que fugándote de casa se arreglará todo?- de algún modo sabía que no la convencería para quedarse, pero quería saberlo.

       –Uno: las cosas aunque me quedase no se arreglarían, siempre han ido mal. Dos: no me estoy fugando, ¡me emancipo!

     –¡¿Qué diablos pasa por tu cabeza?! Solo tienes dieciocho años, ¿qué piensas hacer? ¿Tienes a donde ir? ¿ y tus estudios? Ibas a entrar a la universidad este año.

 – Cálmate, tengo a unos amigos  con quienes quedarme una temporada...Además, siendo mayor de edad es legal que me vaya de casa. No hay de qué preocuparse.

 Angelique cogió la otra maleta y empezó a caminar hacia la entrada. No podía detenerla, simplemente la seguí en pijama por la casa esperando un milagro. ¡¿No había de qué preocuparse?! ¡Estaba loca! La observé por última vez antes de que abriese la puerta.

  –No llames a Filicia, finge que no sabes cuando me fui, así te evitarás problemas ¿lo prometes?-  asentí levemente, todavía no me lo creía- Vamos, no pongas esa cara, nos volveremos a ver sabes... Esto no es un adiós, es un hasta pronto.

     –¿de dónde has sacado eso? ¿de una cutre película de bajo presupuesto?- Intenté sonreír, aunque me costara admitirlo, era un poco doloroso; todas las despedidas siempre son dolorosas.

Angelique sonrió radiante, me pareció más bella que nunca, ahora tenía esa belleza que da la sensación de libertad. Sus largas piernas se deslizaron ágilmente hasta el ascensor y su perfume se perdió tras cerrarse las puertas.

Corrí hacia la ventana que daba a la calle y la vi salir por el portal rumbo al Boulevard Auguste Blanquí. Poco a poco su figura se fue perdiendo entre la oscuridad de la noche. Me quedé en la ventana hasta que la perdí de vista, eran las dos de la mañana ,ya sábado.

Tenía el cuello del pijama empapado, había olvidado secarme el pelo, ahora daba igual. Volví a nuestra habitación a cambiarme de camiseta, se veía un poco vacía ahora que la mitad de cosas de su escritorio no estaban y la puerta de su armario vacío estaba abierta.

Había dejado sus posters y muñecos y sus libros y sus discos...nos había dejado.

Me acosté en mi cama con la terrible duda de si volvería a verla y por unos instantes yo también desee poder tener la fortaleza de hacer lo que hizo Angelique. No quería despertar, porque  cuando Filicia se diera cuenta de que Angelique no estaba me preguntaría cosas que yo no sabría responder y el caos reinaría por casa. Tan solo quería quedarme hundida entre las sábanas por siempre.

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