Capítulo 20

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Miles.

Dos semanas.

Habían pasado dos semanas desde el cumpleaños de Keira, desde aquel momento íntimo que habíamos compartido y la conversación que tuvimos.

Aquello solo había servido para afianzar nuestra "relación", pues, desde entonces, nos habíamos hecho incluso más cercanos. Se había hecho costumbre que ella durmiera en mi apartamento, y algunas veces, yo dormía en el suyo, pero eso no sucedía muy a menudo.

Debido a todas las noches que compartíamos, logré conocerla un poco mejor; a veces nos quedábamos acostados hablando de cosas sin sentido hasta que uno de los dos se quedaba dormido —normalmente, yo—. Descubrí que sus pesadillas no eran ocasionales, sucedían muy constantemente, pero algunas eran más intensas que otras. Hasta la fecha, ella no me hablaba sobre ese tema, ni yo le preguntaba, pues, era obvio que no era algo fácil de explicar. En general, todo iba bien.

Al menos con Keira, porque no podía decir lo mismo del trabajo.

La investigación me tenía estresado. Demasiado. No habíamos tenido ninguna pista sobre la chica y, aunque sabía de sobra que así eran este tipo de casos, no podía evitar sentirme frustrado. Llevaba aquí mes y medio, y realmente no había logrado ningún avance importante.

Mi reciente sospecha sobre la moto que estaba aparcada en el edificio de Keira, fue una pérdida de tiempo. El propietario era un chico llamado Michael, quien tenía todo sus papeles en orden y un historial limpio.

Para este punto, ya estaba buscando pistas hasta en el aire que respiraba y, si no lograba mantener la cordura, iba a terminar arruinándolo todo.

—¿En qué tanto piensas?

La voz de Keira me sacó de mis cavilaciones.

—Hoy habrá una reunión para informar sobre los avances en la investigación —afiancé el agarre en el volante del auto y suspiré—. Estoy pensando todo lo que tengo que explicar.

Ella soltó una suave risa.

—¿Estás nervioso por eso?

—No estoy nervioso, estoy estresado.

—Pero, ¿por qué?

—Porque... —«no tengo nada nuevo» quise decir, pero no era algo que debía hablar con ella— ... Es estresante. Todos esperan que tenga resuelto el caso ya, como si fuera cuestión de tronar los dedos y tener todo listo —bufé.

—¿Cómo? ¿No es así como se hace? —se burló—. ¡Qué decepción! Eres el peor Sherlock Holmes que he visto.

Chasqueé la lengua, disgustado.

—Bien, ya entendí —suspiró, rendida—. Es un mal día, me callaré.

Quise articular un «gracias», pero se quedó atorado en mi garganta cuando, por el rabillo del ojo, la vi recargar el codo en la puerta y la cara sobre su puño. Su labio inferior estaba ligeramente hacia fuera, como si estuviera haciendo un puchero. Parecía una niña pequeña que había sido castigada.

Reí sin despegar los labios.

—¿Cuántos años tienes? ¿10? —bromeé.

Me detuve en un semáforo y ella me miró con los ojos entornados.

—¿Te parezco de 10 años? —se quejó, cruzándose de brazos.

Mi mirada discurrió por todo su cuerpo, apreciando el uniforme de mesera que le sentaba a la perfección. Detuve mi vista más de lo normal en sus piernas delgadas y sentí el impulso de poner mi mano sobre ellas, pero lo reprimí con ganas. Finalmente, la miré con picardía.

Atrápame si puedes (Completa✔️)Where stories live. Discover now