CAPÍTULO VEINTIDÓS

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—Enfócate, Greco —vuelvo a susurrarme, dando un trago a mi whiskey y pensando en otra cosa que no sea en ella, ni en mí hundiéndome en ella si no quiero que la erección que llevo cargando desde que entró al salón sea por demás evidente.

La señora Bonheur lleva una máscara removible, de esas que se sostienen con una especie de palo, es por eso que es reconocida casi de inmediato, sin embargo Minerva logra pasar desapercibida, o por lo menos eso es lo que creo, porque está ganándose más de una mirada de los hombres y mujeres más jóvenes a nuestro alrededor.

La veo susurrarle algo a su abuela, antes de alejarse y dejarla enfrascada en una conversación con viejos colegas. Camina entre la multitud, supongo que queriendo mezclarse, sin embargo cuando quiero darme cuenta, está caminando nuevamente a la salida.

Ni de coña.

Avanzo con agilidad, ignorando los llamados de la gente que quiere saludarme, y logro tomarla de la cintura antes de que pueda salir por la puerta.

—Hola, douce —susurro, apretando su cintura.

—Mierda santa —jadea ella, por el susto.

—No estoy muy seguro de que eso sea un buen insulto —murmuro con una sonrisa sobradora.

—No es como si te estuviera preguntando —responde ella, rodando los ojos, sin embargo no me pasa desapercibido el sonrojo en sus mejillas, señal de que está nerviosa.

Me alejo unos cuantos centímetros, solo para repasar el vestido que elegí personalmente para ella y que de ahora en más, se convierte en mi favorito.

El escote pronunciado de su pecho, hace que tenga ganas de pasar mi lengua por allí entre sus tetas, mientras que mi mano casi de manera inconsciente, se dirige allí a su espalda libre.

Minerva se tensa bajo mis sutiles caricias, sin embargo puedo sentir como la respiración se le ha acelerado.

—Estas increíblemente caliente y follable en ese vestido, Minerva —murmuro.

—Baja la voz, joder —responde ella, mirando a su alrededor con nerviosismo.

—¿Por qué? —Pregunto, sin dejar de mirarla fijamente a los ojos, solo por que me gusta cuando se pone nerviosa. —Es la verdad, ¿me crees si te digo que estoy tentado de meter mi mano por la abertura de tu espalda y tocar tu trasero?

—No te atreverías —responde ella de inmediato.

Mi sonrisa es por demás maliciosa, sin embargo antes de que pueda responder nada, la voz de Genevieve nos interrumpe.

—Pierce, cariño —dice ella a modo de saludo, dejando un beso en cada una de mis mejillas. —Gracias por invitarnos.

—De alguna manera tenia que recompensarte por mi comida de mierda —respondo yo y lejos de molestarle mi sinceridad, la abuela de Minerva se carcajea en mi cara.

—Pues estás perdonado —responde ella, mirando a su nieta con un brillo de admiración. —Espero que termine contratándote como cocinera —agrega.

—Por Dios, Genevieve —dice Minerva, un tanto exasperada. —Que ya no tengo cinco años —murmura.

—Siempre serás mi niña —responde ella.

—Pues compórtate como el adulto responsable que se supone que debes ser —agrega ella, ambas pasando de mi por completo.

—¿Y dónde estaría lo divertido en ello? —Agrega su abuela como si nada.

Antes de que ninguna pueda responder nada, Yoshio —que es el cocinero estrella de esta noche y amigo personal mío— se acerca a saludar.

—Oh por todos los santos del olimpo —murmura Minerva, con los ojitos abiertos de par en par. —Eres Yoshio —dice—, eres el mejor —agrega, de repente entusiasmada—, tu técnica es increíble.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now