* * *

—Wow, Colin Bouvier. Has decidido venir, me has sorprendido—le dijo, extendiendo su mano hacia él.

Sonrió a medias y entró a la casa de Alisa.

Entró, pidiendo permiso, a su casa; bastante grande para vivir solamente ella. Había un mueble de madera a la entrada, demasiado brillante y largo. El color del las paredes combinaba muy bien con el del suelo. Los sillones eran grandes y de color marrón oscuro, a excepción de dos. En el comedor existía una gran variedad de plantas de largas hojas y pequeños cactus.

Se adentró aún más, sentándose en el sillón marrón esperando por Alisa, la cual no tardó mucho en llegar a su lado junto a dos magdalenas y medias lunas.

—Todavía sigo sorprendida por tu visita, Colin. ¿Necesitas ayuda con tus trabajos? Porque sabes que puedo ayudare—le dijo, acomodándose junto a él.

Se limito a sonreír torcidamente y a negar con fuerza, mientras probaba los exquisitos dulces que Alisa había decido traerle.

—No, no es eso. Es peor, no lo sé...—confesó, mirando fijamente el plato frente a él.

—Te gusta Astrid, ¿no es cierto?

Alzó la vista, preocupado.

Él pensó, analizó y trató nuevamente de pensar lo que Alisa decía; aquellas tres palabras eran muy fuertes para hacer referencia en cuanto a sus sentimientos. Astrid había sido su amiga desde toda la vida, y jamás la había podido ver como algo más que una amiga... Hasta hace un tiempo, en el cual seguía cuestionándose rotundamente en que era lo que sentía en cuanto a aquella morocha de preciosos ojos azulados.

También sabía de que las oportunidades que tendría con Astrid eran igual que las oportunidades que tendría de estar nuevamente con Claire, cero. Astrid era demasiado para él; era demasiada belleza y delicadeza, demasiada extravagancia y optimismo, demasiado soñadora, algo que no podía emparejarse en cuanto a él y cómo era. Podían parecer muy similares, pero en cuanto a la elección de una pareja no eran compatibles, para nada. Solo servían para una cosa, lo que habían sido por bastantes años, ser amigos.

—No lo sé, Alisa. De verdad que no sé qué es lo que estoy sintiendo en ese momento por ella; si es amor o solamente un sentimiento pasajero que está en mi cabeza. —Mordió de su media luna—. Parezco un imbécil, el mismo imbécil que siempre gusta de su mejor amiga.

—Hey, Colin. Eres muchas cosas, pero no un imbécil. Entiéndelo, hombre. —Golpeó la espalda de Colin, mientras pensaba en las palabras que diría—. Tal vez son solo sentimientos pasajeros que se mezclan porque pasas mucho tiempo con Olive, tal vez no te guste Astrid y solo te guste Olive...

—Ese es el maldito problema, ¡no me gusta Olive! —gritó.

Alisa abrió sus ojos asombrada por la confesión de Colin. Rió, pensando que era solo una broma de mal gusto, pero no había rastro de disimulos en sus palabras, eran verdaderas y eso la asustó mucho más de lo que pensaba. Tal vez Colin si gustaba de su amiga, pero si sabía algo con certeza era que Astrid jamás sentiría lo mismo por él.

—Colin, te besaste con ella. Tú me contaste eso.

—Lo sé, maldición.

Pasó las manos por su cabello, levantándose al par de Alisa. Ella solamente lo observó, preocupada. Estaba en un lió de sentimientos y sería complicado salir de todo eso.

—Estás confundido, eso es todo. No creo que te guste Astrid, digo, es como tu hermana. Yo no podía gustar de alguien que fuese como mi hermano, Colin. Piensa así—le sugirió.

—No es tan fácil. Podría decir que he vivido con ella lo suficiente para saber que nunca me había gustado.

—Entonces, mi pregunta es sencilla, ¿porqué te gusta Astrid?

—¿No lo ves? Ella es jodidamente maravillosa; es la mejor persona que he conocido, me ha cambiado completamente de la mejor manera posible. Me hace mejor persona, y su presencia me hace bien. Y todos necesitamos a ese alguien que nos haga bien; que nos haga pensar en todo. Necesito aquel así en mi vida, y tú también lo necesitas. Pero no puedo apartar ese sentimiento que estoy sintiendo por ella, me va a quemar si no hago algo ahora.

—Colin, solo estás confundido, deberías salir con otras chicas y no cerrarte tanto a tu amiga. Deberías conocer a otras personas. Estás cerrándote cuando no te permites acceso a otras chicas. Astrid no te gusta, créeme.

—No creo que sea así...

* * *

Astrid miraba un nuevo capítulo de "How I Met Your Mother" mientras comía de su tarta de manzana que le había dado Rhiannon hace unos días. Era un martes de madrugada y conciliar el sueño se le estaba haciendo muy difícil a Astrid, por lo que tuvo que recurrir a quedarse despierta mientras esperaba que las horas pasaran para poder salir de su apartamento, directo a la Universidad.

No podía cerrar los ojos. Estaba nerviosa por el día Jueves, aquel día que golpeaba su cabeza miles de veces. Vería a Connor Hurst de nuevo, y lo más probable era que llevase a la chica que lo había acompañado a la cafetería, algo que le disgustaba demasiado. Tenía que arreglárselas para invitar a alguien, y sabía perfectamente el candidato perfecto para que la acompañase ese día. Sin esperar más, tomó el teléfono marcando al número habitual.

—¿Me estás jodiendo, Astrid? Son las seis de la mañana, ¿qué ha pasado?

La somnolienta voz de su amigo la hizo reír, nunca lo llamaba, solo le enviaba mensajes, pero necesitaba hablar con él sobre el asunto que la inquietaba.

—Lo siento, Colin. No he podido dormir y pensé en llamarte porque necesito preguntarte algo... Y espero que digas que sí.

«Cómo te diría que no, Astrid. » pensó, Colin.

—Claro. ¿Qué necesitas? —preguntó.

Astrid pensó nuevamente en lo que estaría haciendo; invitaría a Colin, y en esa oportunidad vería a Connor y —probablemente— dejaría a Colin —una pésima idea—... Era algo probable y no quería dejar de esa manera a su amigo, a ella tampoco le gustaría que le sucediese eso. Mordió su labio inferior, pensando y tomando una decisión correcta.

—Quiero que me acompañes este jueves a la ceremonia en Louvre.

—¿Qué? Astrid, ¿estás loca? ¿Qué mierda haría yo allá? Solo irán artistas.

—Pero llevaran a un acompañante, y yo quiero que seas el mío. Por favor, Colin. Será el último favor que te pediré.

—Astrid, no lo sé.

—Cooolin—alargó—, conocerás a una amiga mía. Estoy seguro que te agradará bastante. Se llama Rylie y te prometo que quedarás fascinado con ella. Por favooor, Colin. No quiero ir sola.

La línea estuvo en silencia durante unos segundos hasta que se escuchó el bufido de Colin.

—Bien, Astrid. Iré. Y quiero que me presentes a esa tal Rylie.

«Una distracción para el momento. Como siempre » pensó, Astrid.

—Gracias, Colin. Te quiero mucho.

—Yo igual, dulzura. Ahora déjame dormir, por favor. Estoy jodidamente cagado del sueño.

—Vale, vale.

Con una sonrisa en su rostro, Astrid siguió observando la serie en su televisor. Si Connor tenía una pareja, Astrid igual la tendría, y sería la mejor pareja de todas. No quería sentir que utilizaba a Colin, pero lo estaba haciendo. No había ninguna manera que le hiciera abandonar su plan.

Across ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora