Voldemort frunce el ceño unos segundos, como si estuviera confundido, hasta que supongo recuerda lo que hacía yo allí y sonríe.

Maldito y sensual Voldemort.

—Claro —dice, mientras se pone de pie y avanza hacia donde me encuentro. —Es por aquí —murmura, poniendo una mano en mi espalda baja.

Aquel mínimo contacto me revoluciona, en serio, es algo que malditamente no puedo controlar, por lo que comienzo a repetirme a mí misma: "No dejes que te afecte, se comportó como un idiota, no dejes que te afecte, no dejes que vea que todavía produce cosas en ti, no dejes..."

—¿Estas bien? —Susurra él de repente en mi oído, haciéndome saltar de la impresión.

—Si —es todo lo que respondo, alejándome de su toque.

Voldemort entrecierra los ojos en mi dirección, como si el muy idiota no entendiera el porqué de mi actitud, pero, ¿qué demonios estaba esperando? ¿Que cayera nuevamente a sus pies? No señor, mi dignidad va primero, porque él me hizo sentir...

Mientras estoy pensando en eso, un tanto distraída, Voldemort aprovecha para pegar mi cuerpo a la pared y besarme.

Jo-der.

Cualquier pensamiento que pudiera estar teniendo, diciéndome a mi misma que no volvería a caer, se licua, literalmente, no queda nada de aquella dignidad y orgullo que debía mantener.

Estupida y calenturienta Minerva.

El sabor de su lengua en la mía hace que prácticamente gima en su boca, mientras mis manos están fuertemente cerradas sobre su camiseta negra y no sé si quiero alejarlo o acercarlo todavía más. De repente la idea de follar se me viene a la cabeza, y tan pronto como pienso aquello, el recuerdo de días atrás, donde me ignoró como si fuera nada, vuelve como un balde de agua fría.

—Para..., para... —murmuro, intentando romper el beso.

Sin embargo Pierce no escucha y por supuesto no se detiene, porque cuando quiero darme cuenta, todos los botones de mi camisa caen al piso cuando él la arranca.

—¿Que demonios...? —Jadeo, entre sorprendida y cabreada por lo que acaba de hacer.

—Joder, como las extrañé —murmura, cuando sus dos manos se cierran sobre mis pechos, desapareciendo bajo su enorme palma. —Como te deseo, joder —farfulla, antes de volver a besarme.

—No, Pierce —intento decir entre beso y beso.

Sin embargo me doy cuenta de que no hay nada que pueda hacer, porque sus besos me saben a gloria, sus manos recorriendo mi cuerpo entero hacen que vuelva a sentirme tan viva como me sentí aquella noche que follamos.

Y quiero eso, demonios, lo necesito, por más que sé que esto está mal, por más que sé que va a volver a lastimarme y al final terminaré arrepintiéndome, no puedo evitar sentirme tan desesperada como él por el contacto de nuestros cuerpos juntos nuevamente, es por eso que mis manos se enredan en su cabello, jalandolo para acercarlo más a mí, para hacerle saber lo mucho que lo necesito. Sus manos van a mis piernas, invitando a rodearle la cintura con ellas y en el momento en el que me aprieta contra la pared, en el momento en el que choca su cadera con mi centro, haciéndome saber cuan excitado se encuentra, la puerta de la oficina es aporreada con fuerza, no, no con fuerza, como con desespero, haciendo que él automáticamente me deje nuevamente en el suelo, se reacomode la polla para disimular la erección y de un suspiro antes de ir hacia la entrada a abrir, mientras yo entorno la puerta para esconderme de sea quien sea que toque la puerta de aquella manera.

—¿Que, en el infierno, sucede, para que toques la puerta de esa manera, Isabella? —Dice mi jefe detenidamente, en un tono tan bajo que hace que los vellos de mis brazos se ericen.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα