Capítulo 5

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—¿De verdad que parezco hetero? — preguntó Tony confuso mientras salíamos del instituto.

—Al parecer si— me reí un poco.

—¿Desde cuándo somos novios? — alzó una ceja divertido.

—Desde hoy— sonreí.

—¿Y mi anillo? — fingió desilusión mientras se señalaba el dedo anular.

—Somos "novios", no nos hemos casado— me reí.

—Diana, sabes que las mentiras tienen las patas muy cortas, ¿verdad? — me miró seriamente.

—Lo sé— suspiré— pero mientras lo mantenga lejos de mí lo máximo posible, me da igual si se entera después— le resté importancia.

Tras afirmar que Tony era mi novio, Rubén nos dejó en paz y se fue del baño dejándonos a solas. Aquella mentira fue un alivio para mí al ver que dio resultado, ya que su presencia me enervaba y más sabiendo que lo más seguro es que fuese uno de ellos, un niñato.

Al dejar de tenerle cerca, fue como la cura de mi mal estar y aquella angustia mañanera se fue calmando, aun así, Tony insistió en que nos fuésemos a mi casa porque no se fiaba del todo.

—¿Están tus padres en casa? — me preguntó mientras abría la puerta.

—Ni ida— me encogí de hombros, pero cuando entramos y vimos las luces apagadas acompañadas por el silencio sepulcral, nos respondió el ambiente por sí solo.

—¿Me puedo quedar hoy contigo? — preguntó un poco incómodo.

—Sabes que siempre eres bienvenido— le sonreí, pero al verle así me preocupé— ¿Qué ha pasado esta vez? — le miré con cautela.

—Discusión mañanera— suspiró desganado mientras se sentaba sobre el sofá— ya sabes, lo mismo de siempre— hizo un gesto con la mano quitándole importancia.

Asentí sin decirle nada más mientras que apretaba los labios y me sentaba a su lado.

—¿Seguro que tu estado de esta mañana no es por...

—¡No! — me escandalicé— en serio que no— le aseguré sinceramente cuando vi que no me creía.

—¿Cuándo se lo dirás a Amy? — me miró con curiosidad.

—¿Y tú lo tuyo? — le contraataqué.

—No es lo mismo Diana— me miró mal.

—Cierto, no es lo mismo— le di la razón— lo tuyo es peor.

—La salud es más importante Diana— me dijo con tono de regañina.

—Pero lo mío ya pasó hace mucho— puse los ojos en blanco— lo tuyo es persistente— me crucé de brazos.

Nos miramos los dos en silencio retándonos con la mirada, pero acabamos suspirando.

—Ya te dije que no quería preocuparla— me abracé a mis piernas poniéndome cómoda sobre el sofá— sabes que Amy lo ha pasado mal desde muy pequeña y no quiero echarle más mierda contándole mis problemas.

—Pero es nuestra amiga Diana— susurró.

—Lo sé, pero entiéndeme...— se hizo el silencio— sigamos manteniéndolo en secreto ¿vale? — sonreí un poco y él me abrazó.

—Lo siento— me dijo en el abrazo.

—Hmmm, no sé— murmuré en el abrazo— si haces la comida a lo mejor te perdono.

—Aprovechada— gruñó.

—Yo también te quiero— me reí.

Mientras que subí a mi habitación a cambiarme, Tony empezó a cocinar. Comimos con tranquilidad hablando de cosas tribales y tonterías; y al terminar recogimos todo y nos quedamos en el salón para ver una película y pasar la tarde.

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—Diana— me zarandeó Tony— Diana, despierta— me volvió a mover.

Gruñí, pero acabé abriendo los ojos lentamente para encontrármelo de cuclillas frente a mí.

—¿Qué pasa? ¿Qué hora es? — pregunté mientras me estiraba y bostezaba a la vez.

—Son las ocho de la tarde— al escucharle me levanté de golpe del sofá.

—Joder, ¿tanto he dormido? ¿¡Por qué no me has despertado antes!?

—Se te notaba muy cansada y necesitabas descansar— me sonrió y me dio un beso en la frente— Me tengo que ir, mi madre me ha llamado— suspiró.

—¿Quieres que te acompañe o...

—No hace falta— negó con la cabeza.

Lo vi abrir la puerta de casa y preocupada, me acerqué a él corriendo y le sujeté del brazo.

—Avísame por lo que sea por favor— le pedí y él me dio un abrazo en respuesta.

Odiaba ver a Tony así, al igual que odiaba que no pudiese hacer nada por lo que estaba pasando. Le devolví el abrazo con fuerza dándole ánimos.

—Avísame cuando llegues a casa.

—Vale mamá— bromeó para quitar el ambiente triste que se había formado mientras que me apretaba en el abrazo y al separarse, me quedé mirándolo caminar hasta que se perdió entre las calles.

Cerré la puerta y miré el reloj de la cocina. Como me dijo Tony, eran las ocho de la tarde. Cogí el móvil para comprobar si tenía algún mensaje de mis padres, aunque fuese un triste "Hola, hija", pero no vi nada.

Suspiré resignada y miré a mi alrededor.

La casa se me estaba cayendo encima al no ver algo con lo que me pudiera entretener antes de la cena, así que subí a mi habitación y me puse (por mucho que me costase) a estudiar inglés.

<<Hay que ser perseverante en esta vida>>

Con un suspiro comencé a colocar todo lo necesario sobre el escritorio antes de ponerme a estudiar y cuando me senté, sonó el timbre.

—Qué oportuno...— susurré para mí misma— ¡Ya voy! — grité pensando que eran mis padres los que llamaron, pero al abrir la puerta, me quedé en shock.



¿Quién será? Chan, chan, chan...

Eres un... ¡NIÑATO!Onde histórias criam vida. Descubra agora