Horacio sabía lo mucho que la había cagado, por eso llevaba ya dos horas dando vueltas por la calle en un intento de despejar. Era difícil que entendieran su sentir, él jamás envidiaría su hermano, no después de todo lo que él hizo por él; sin embargo, estaba tan cansado de ser tratado así, de que nadie apreciara o se enorgulleciera por sus logros. Fue así que terminó lastimando a su hermano, no había palabra dicha que ahora lo estuviera martirizando a sabiendas de que Gustabo estaría incluso peor. 

Ya estaba cansado y solo quería regresar a casa para dormir y olvidarse de aquel día de mierda, pero no quería encontrarse con el rubio. ¿Debería mudarse? Esa era una de las grandes interrogantes que ahora rondaba su mente, más aún cuando el mayor debía estar odiándolo por lo sucedido. Caminó sin rumbo una hora más hasta que decidió finalmente regresar a su domicilio y grande fue su alivio al ver que la casa se mantenía en penumbra, por ende, Gustabo aún no había regresado. Cabizbajo, ingresó y sin prender las luces se dirigió a su habitación, ya ahí, escondido de todos se permitió llorar. Se dejó caer en la cama y abrazando una de sus mullidas almohadas, lloró hasta quedarse dormido. 

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- ¿Pero qué...

Nada más despertar, Gustabo sintió su cabeza doler y un mareo estuvo a punto de hacerlo vomitar. Cerró su ojos con fuerza unos segundos mientras intentaba calmarse, intentando alcanzar su celular en la cama; sin embargo, su mente tardo en entender que no se encontraba en su habitación, sobre su cómoda cama. Se sentó como pudo, jadeando al sentir como su mano se humedecía con un liquido desconocido, resistiendo al pánico que invadía al rubio a cada segundo. 

Al abrir sus ojos, se arrepintió por hacerlo. No reconocía el lugar en el que se encontraba, pero eso no era lo que le hizo entrar en pánico, alejándose un par de pasos antes de vomitar en una esquina. Regresó lo poco que tenía en su estómago, siendo azotado por las arcadas de forma agresiva; sin embargo,  ¿cómo no hacerlo frente a lo que tenía ahí? Gustabo había despertado sobre dos cuerpos mutilados que, aunque alguien quisiera ponerles nombre o rostro, serían muy difíciles de reconocer. 

El rubio se negaba a mirar, mordiendo su inferior con fuerza para evitar romper a llorar; sin embargo, su esfuerzo fue por nada. Los sollozos no tardaron en abandonar sus labios y se dejó caer en la esquina de aquella habitación en la que se encontraba. ¿Quiénes eran esas personas? Pogo no solía matar por matar, el rubio sabía bien que el payaso disfrutaba el dolor ajeno y más si él lo provocaba, pero no entendía el por qué de aquellos asesinatos. 

"Son de la mafia, te reconocieron. Pogo solo quiso protegerte..."

Al principio no había querido creerlo, por lo que se vio en la obligación de observar con detenimiento los cuerpos a solo unos metros de él. Ahí estaba, uno de ellos portaba el uniforme de los mecánicos. 

- ¿Es alguien que conozco? -Cuestionó Gustabo, sintiendo su garganta arder nada más hablar. 

"Pogo no es tonto, si fuera alguno de ellos nos hubiera dejado morir. "

Los recuerdos de su pasado no tardaron en presentarse, pero poco a poco la impresión de despertar en aquellas condiciones fue desapareciendo. No culpaba a Pogo, era ellos o los mecánicos, él hubiera tomado la misma decisión sin necesidad del payaso, más si la identidad de Horacio se viera involucrada. Ante el pensamiento de su hermano menor aquella tristeza volvió, causando furia descontrolada en el payaso. 

" Deja que lo mate, Gustabo." 

- Como le pongas un dedo encima, me vuelo la puta cabeza. -Amenazó el rubio, poniéndose en pie, notando rápidamente las pintas que llevabas.- Joder, años y no cambias este horrendo gusto, cabrón. 

¿Presa o Cazador?Where stories live. Discover now