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Como odiaba ese pequeño pánico que le invadía al despertar, el como después de una terrible pesadilla le era muy difícil ubicarse y recordar que, al final, solo era otro mal sueño; solo era su pasado atormentándolo incluso cuando descansaba. Fijó su mirada por unos segundos en el techo al tiempo que un tembloroso suspiro escapaba de entre sus labios, pequeñas lágrimas rodaban por sus mejillas y llevó ambas manos a retirar todo rastro de estas. 

Se tomó unos minutos más antes de sentarse en la cama, notando que ya no tenía la vía en su brazo y que el lugar donde estuvo antes ahora se encontró cubierto con un pequeño algodón y esparadrapo. Bostezó al tiempo que hacía las sábanas a un lado e intentaba ponerse en pie, sonriendo triunfal cuando su cuerpo no cedió y pudo dar un par de pasos. Dirigió su mirada por toda la habitación, le sorprendía lo simple que podía ser y no solo por los colores, sino que no encontrarías ningún cuadro o detalle que te diga algo sobre quien dormía ahí. Horacio, por el contrario, recién se había mudado y ya su habitación gritaba por todo rincón que le pertenecía. 

No supo que hacer por unos segundos, había observado la hora y ya eran pasadas las 5:30 de la mañana, escuchaba ruido fuera de la habitación y supo que quien lo había acogido por esa noche ya estaba despierto. Mordió ligeramente su labio y se encaminó hasta la puerta que, imaginaba, sería el baño. Al observar su reflejo en el espejo, ahogó un pequeño gritito; su aspecto no era nada bueno, es que parecía que no hubiera dormido en semanas, un ojos morado y una herida en la ceja como en el labio.

Maldijo a aquellos malnacidos que los atacaron la noche anterior mientras terminaba de asearse, rindiéndose con su cresta pues no contaba con lo necesario para conseguir que se irguiera en todo su esplendor. Ya sintiéndose un poco más presentable, arregló la cama y abandonó la habitación. Al igual que el baño y el cuarto, la sala era bastante amplia y lujosa, el diseño sin duda era de admirar, pero lo que le arrancó un jadeo fue las hermosas vistas. El ventanal por el que se podía observar la ciudad recién despertando, con los primeros rayos de sol ahuyentando la penumbra de la noche le habían robado la respiración. 

- Joder, es que mi casa es del tamaño de su baño ... -Murmuró para sí mismo, pero una risita queda lo hizo girar avergonzado. La noche anterior no se detuvo a pensar si es que había alguien más con ellos o pedir más información de quien lo rescató, por lo que ver a aquella despampanante rubia frente a él lo descolocó. 

"La novia .." Pensó, ruborizándose levemente al ser pillado husmeando en el departamento, ahora sabiendo que el comisario no vivía solo, no consideraba correcto haber abandonado la habitación sin que le fuera permitido. 

- Hasta que despiertas, hombre. -Exclamó la fémina, esbozando una pequeña sonrisa. Disminuyó la distancia entre ambos hasta estar frente a él y extenderle la mano en saludo.- Soy Aleksia, es un gusto poder saber a quien salvé de morir ayer. Ese corte en el brazo debió doler, tuve que colocar un par de puntos, pero veo que estás bien. 

- Oh, soy Horacio, el gusto es totalmente mío.- No tardó en estrechar la mano adversa, retirándola cuando ella lo hizo. El rubor en sus mejillas fue un tanto más pronunciado al saber que había causado más de un inconveniente para aquellas personas.- La verdad es que sí duele un poco, pero es soportable. No podré agradecerles nunca lo suficiente, de verdad. 

- No hay nada que agradecer, hombre. -Comentó el comisario, terminando de abrochar los últimos botones de su camisa. Al divisar a Horacio como aquella tierna expresión fue reemplazada por un pobre intento de parecer fuerte y hasta distante; sin embargo, no podría engañarlos, se podía oler desde lejos la atracción que el peliplata causaba en el menor. 

- No, realmente sí y mucho. Pero debo marcharme ahora, mi hermano espera. -Respondió, regresando su mirada a la mujer frente a él mientras se atrevía a sonreírle.- Si debo pagar por sus servicios médicos, solo dígalo. 

- No me ofenda, Horacio. -Respondió ella mientras agitaba su mano, dando a entender que no había mucha importancia en lo sucedido la noche anterior.- Lo bueno es que se encuentra bien, ahora desayune y así mi Viktor podrá llevarlo a casa. 

La rubia giró rápidamente en un intento de ocultar su sonrisa pues Horacio no fue capaz de ocultar su sorpresa e incomodidad al haber hablado de Viktor como suyo. Y luego estaba la mirada amenazante por parte del ruso que bien sabía odiaba que lo llamara así. Se encaminó a la cocina y sirvió el café en 3 tazas, retirando las tostadas del tostador y ubicando todo en el mesón de la cocina. Desde aquella distancia, que tampoco era mucha, podía sentir la tensión entre ambos hombres y eso que no se dirigió la palabra en ningún momento; sin embargo, mantenía la mirada fija el uno en el otro, como retándose a quien la apartaba primero. 

- A la mesa, niños. -Los llamó con un tonito cantarín, disfrutando en demasía la situación, es que ella amaba el drama y algo le decía que esto superaría sus expectativas. Tomó entre sus manos la taza mientras los observaba acercarse, riendo levemente al ver como Volkov también entraba en aquella mentira de "comer" y es que ellos al ingerir aquellos alimentos solo los ponía malos. Que sí, podía comerlos, pero siempre optaban por hacerlo solo en casos de extrema necesidad, el malestar luego de ingerirlos era insoportable. Acercó el plato con las tostadas a Horacio que, por educación, tomo solo un par y se apresuró a comerlas. 

El pelirrojo ansiaba salir de ahí, sintió la mirada de aquel armario de dos metros fija en él y también el de su acompañante, era imposible no sentirse incómodo bajo el escrutinio de esos dos. Solo ansiaba estar en casa y ver a Gustabo, estaba ya hasta la polla de emociones fuertes.

- Les agradezco a ambos por la comida de hoy y por la ayuda que me brindaron ayer, mi hermano y yo estaremos siempre agradecidos. -Habló al terminar el último trago de su café, intentando llevar los platos al fregadero pero fue rápidamente detenido por aquella pareja de supermodelos.- No es necesario que me lleve, puedo tomar un taxi ...

- Tonterías, lo llevo yo. -Interrumpió el más alto, poniéndose en pie para ir por sus llaves. Cuando se aseguró de que no le faltara nada para su jornada laboral, fijó unos segundos la mirada en su compañera rubia.- Nos vemos. 

- Hasta la noche, mi amor. -Respondió ella, sonriéndole de forma dulce antes de observar al pelirrojo.- Un gusto, Horacio y por favor con mayor cuidado para la próxima. 

El aludido solo asintió y murmuró un "gracias" mientras seguía al comisario fuera de su departamento hasta el ascensor. Se prometió a sí mismo que si en algún momento conseguía un buen trabajo, se mudaría a vivir en un lugar así, las vistas terminaron por robarle el corazón. Suspiró mientras abandonaba el ascensor y esperaba al ruso en la entrada mientras este iba por su auto y, joder, que auto; cuando lo vio regresar casi silbó en aprecio. No era para menos, seguro y estaba forrado hasta el cuello, no por nada era comisario. 

Se internó en aquel auto negro y colocándose el cinturón se seguridad, finalmente se permitió pasear su mirada por el contrario. Estaba tan arrebatador con esa camisa gris y es que solo con la acción de ponerse aquellos lentes oscuros lo tenía babeando. La forma en como la tela marcaba sus fornidos brazos y espalda era demasiado para el pelirrojo y mejor no entraba en detalles sobre esta última, con el fetiche que tenía por las espaldas así de amplias, no era saludable siendo tan temprano.

- Coloque su dirección en el GPS, Horacio. -El aludido abandonó sus pecaminosos pensamientos y asintió, marcando en el gps la zona donde residía y por unos segundos se preguntó la edad del contrario y es que se hacía muy extraño que lo tratara de usted cuando claramente era mayor. 

Dirigió su mirada a la ventana, observando las calles pasar. Realmente no se sintió hoy con ganas de socializar, quizás en otras circunstancias se hubiera esforzado por escuchar más de esa voz que le fundía las neuronas, pero no en esos momentos, no cuando sabía que ya tenía pareja. Venga ya, que no estaba enamorado ni nada, había conocido un tipo buenísimo que lo ponía como una moto pero desgraciadamente no podría hacer ninguna jugada porque ya lo tenían amarrado; sin embargo, no podía quejarse, aquella rubia era igual de guapa que el comisario, es que eran una pareja de revista. 

Sin darse cuenta pronto se vio frente a su casa y casi saltó de la emoción, tras esa puerta se encontraba su hermano y no notó lo preocupado que seguía estando hasta que se encontró ahí, a unos metros de él. Retiró su cinturón de seguridad y encaró al comisario, dedicándole una sonrisa brillante. 

- Muchas gracias por la ayuda, Volkov. Me salvó la vida, estoy muy agradecido. -Pero así como vino esa sonrisa, desapareció y fue reemplazada por aquella expresión fría y distante que no pegaba nada en aquel muchacho.- Pero yo sé que sucedió, ese hijo de puta me chupó todo, literalmente me chupó y pude morir si no llegaba. Espero que pase buen día, comisario. 

Sin más, abrió la puerta del automóvil y abandonó este. No pudo evitar decepcionarse cuando no escuchó respuesta por parte del ruso y, antes de que llegue a la puerta, este ya se había ido, apretando el acelerador a más no poder. 

¿Cómo no hacerlo? El pelirrojo le había robado el aliento con aquella sonrisa brillante, logrando resultarle incluso tierno, pero eso no era lo malo; el cambio de humor en el menor logró causarle una pequeña incomodidad en su pantalón, sumándole a eso el aroma de aquel humano en su auto, tan cerca de él. Agradeció que el contrario no le prestara atención durante todo el trayecto y es que en más de una oportunidad se vio mirando fijamente el lugar donde lo habían mordido, ansioso por hincar sus colmillos en esa zona y borrar todo aroma por parte de su agresor e impregnarlo con el suyo. Es por eso que no respondió nada a lo dicho y solo terminó escapando como un cobarde, para así por relajarse y calmar la fiesta en sus pantalones. 

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- ¡Perraco! -Gritó Horacio, ingresando a su hogar, ayudándose de la llave que escondía en una de las macetas que decoraban la entrada. Pensó encontrar a su hermano descansando en su habitación, pero grande fue su sorpresa cuando se vio rodeado pronto por los brazos del rubio. 

Gustabo no había logrado dormir tranquilo y de la sala no se atrevió a moverse. Llámenlo sobreprotector, le importaba una mierda, él no podía estar tranquilo sin saber donde se encontraba su hermano. Por eso, cuando escuchó aquella voz alegre, aquella que lograba llevarse una parte de la oscuridad en su interior y hacerlo enfrentar día a día sus demonios, no dudo en abrazarlo con fuerza. Se aferró al pelirrojo por unos segundos antes de tomar entre sus manos el rostro ajeno, frunciendo el entrecejo al ver las heridas en su rostro. 

- Como vuelvas a darme un susto así, perla ... -Exclamó el más bajo con la voz un tanto temblorosa, llevando su diestra a acariciar los cabellos del pelirrojo.- Como te atrevas a asustarme así una vez más, te voy a reiniciar la vida a ostias. ¡Menuda noche me hiciste pasar, joder! 

- No me regañes, por favor. -Pidió el más alto, volviendo a abrazar a su hermano mayor y dejando que este lo consintiera, relajándose ante las caricias en su cabello.- Casi muero ayer, Gustabo. Sucedió algo extraño, uno de esos hombres me encerró en el callejón y me mordió, joder que me mordió y puedo jurarte que me estaba succionando la vida. -Horacio explicaba todo claramente exaltado, rogando porque su hermano si le creyera, que él si confiara en lo que decía. 

- ¿El comisario te dio algo? Joder, parece que el golpe en la cabeza te dejo tontito, tío. -Murmuró preocupado, pero pronto notó las venda en su cuello. Quitó estas con cuidado y abrió los ojos a más no poder al ver tremendo cardenal en el cuello de pelirrojo, pero eso no era todo, era aquellos dos pequeños agujeritos que adornaban aquel moretón. - No me jodas ...

- ¿Qué? -Cuestionó el pelirrojo asustado, corriendo al baño para observar lo que dejó así al contrario, más al ver en que estado tenía el cuello gritó de frustración hasta que funcionó los agujeritos en su piel.- ¡Te lo dije! Que me mordió, ese hombre casi me mata porque me estaba chupando la sangre, joder. 

Gustabo guardó silencio unos segundos sin saber que decir. Cuando eligieron Los Santos para vivir, muchas personas le advirtieron que el lugar era muy peligroso y más de una fantasiosa historia escuchó, pero siempre creyó que eran ideas bobas de gente ignorante. Seguramente la ciudad era peligrosa, pero por los altos índices de delincuencia que presentaba, no por aquellos cuentos de miedo que seguro y le contaban a los niños para asustarlos. 

- Seguro fue un depravado sexual, Horacio. -Respondió simplemente, cerrando la puerta de su casa y colocando los seguros correspondientes. Se encaminó a su hermano y lo llevó hasta la cama, ignorando sus quejas, se negaba a creer que eso era cierto, no. - Venga, duerme conmigo, estoy muerto ... luego me explicas bien, ahora solo necesito dormir. 

Horacio estaba más que indignado, Gustabo no le creía y eso no era justo, él sabía bien que era aquel hombre y lo que hizo, pero nadie parecía querer creerle; sin embargo, al ver el cansancio en su hermano, terminó por asentir. Se deshizo de su ropa y tomando su pijama se recostó con el rubio, dejando que este lo abrazara como cuando eran niños y dormían ambos en una pequeña caja. Que se jodan todos, él buscaría a ese hombre y exigiría respuestas. 

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Habían pasado dos días desde aquello, ahora Gustabo daba vueltas por la habitación de Horacio sin saber que hacer. Su hermano llevaba con fiebre desde la noche anterior, se retorcía entre las sábanas y los quejidos que soltaba le estrujaban el corazón. Aún habiendo escuchado la versión completa del pelirrojo se negó a creer que todo era cierto, intentando disuadir al más alto de aquella idea, pero Horacio siempre fue terco como mula. 

No sabía que hacer, pero sí lo que su hermano contó era cierto, necesitaban aquí al malnacido que lo atacó. Corrió a su habitación en busca de su celular y llamó a comisaria, rezando para que el viejo estuviera libre. Rápidamente pidió ser comunicado con él, perdiendo valiosos minutos cuando se lo negaron en un primer momento; sin embargo, unas cuantas amenazas y gritos después, aquella ronca voz se escuchaba al otro lado de la línea. 

- Tiene exactamente 1 hora para estar en mi casa y traer de los huevos a su comisario, necesito respuestas. -La risa del contrario lo hizo enfurecerse más y sin dejarlo terminar le dio su dirección.- Mi hermano está enfermo, lleva un día entero con fiebre y no puedo ni tocarlo sin que se queje, siente mucho dolor. Necesito ayuda y respuestas, sé que su comisario puede dármelas .... las marcas en el cuello de Horacio, necesito saber quien fue el que lo atacó. 

Supo que Conway sabía algo del tema cuando guardó silencio y luego le pidió describir detalladamente el estado de su hermano y luego colgarle asegurando que en 30 minutos llegaría y con el ruso, pues aunque intentó evitar que Gustabo escuchara, tapando el celular, el rubio escuchó claramente cuando le pidió que moviera el culo ya mismo a su despacho.

Regresó a la habitación de Horacio, cambiando el agua de los paños que colocaba sobre su frente en un pobre intento por bajarle la fiebre. Nuevamente la había cagado, pensó que este lugar lejano y poco concurrido sería un buen lugar para el inicio desde cero que Horacio buscaba, pero al parecer lo trajo a la boca del lobo ... bueno, del vampiro. 

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Buen inicio de semana para todos ♥

¿Presa o Cazador?Where stories live. Discover now