"Esto va a terminal muy mal."

Ese pensamiento daba vueltas día a día en la cabeza del mayor de los hermanos. Gustaba siempre supo que al tener a Horacio con él era lo único que necesitaba, nunca se vio extrañando el calor de una familia porque todo lo tenía a su lado. Llevaban ya casi un mes trabajando en el taller y empezaba a notar como Horacio estaba tomándole cariño a todos y él, bueno, él iba exactamente por el mismo camino.

El rubio intentaba mantenerse un poco más distante, sabía que a la larga ellos traicionarían a estas personas, pero le resultaba difícil cuando ellos les habían abierto las puertas a un par de huérfanos que, en realidad, no conocían de nada. Es por eso que cada noche se esmeraba en recordarle a Horacio cuál era el motivo por el que estaban en el taller, recordarle que sólo eran peones en un juego más grande y que cuando aquellos seres descubrieran su papel, aquel cariño se iría a la mierda.

Ambos hermanos se encontraban ahora en el taller, a punto de culminar su jornada de trabajo. Al otro día tenían el día libre y, después de mucho, se habían animado a salir de fiesta. En un principio tenían planeado ir solo los dos, pero todo fue que Tonet escucho su conversación y no dudo en unirse al plan, extendiendo invitación a sus otros compañeros.

- Entonces nos vemos a las 10, pendejos. - Repitió Emilio, queriendo estar seguro de que todos estuvieran conformes con la hora pactada, pero no sólo eso, bien sabía que más de uno llegaría a la hora que le diera la gana.

Todos se encontraban en la oficina de Armando, pues este había sido un tanto más difícil de convencer pero al final lo habían logrado gracias a lo irritante que podía ser Yun si se lo proponía. El chino había pedido que dejaran de insistirle y se puso a coquetear con Gustabo en su cara, causando que el mayor de todos por poco y pierda los papeles, pero lo había logrado.

- Gustabo y yo podemos pasar por ti, Emilio. - Ofreció el de crestas, observando al mexicano a su lado. Este rodeaba con uno de sus brazos su cintura y le sonreía mientras asentía a su propuesta.

- Ponte guapo para mí, chiquito. - Respondió Emilio, guiñándole antes de dejar un sonoro beso en la mejilla ajena.

- ¡Vayan a un hotel, malicones!

Aquello hizo reír a todos en la sala, incluso a Horacio que se sentía un tanto incómodo con las bromas de sus compañeros, pero al final las aceptaba. Emilio había sido muy claro con él, estaba interesado en tener algo y al final había terminado aceptando salir con él. El mexicano le resultaba alguien muy agradable, era gracioso y se sentía más que cómodo a su lado pero bien sabía que se mentía a sí mismo, sólo buscaba sacarse al ruso de la cabeza de una u otra forma.

Gustabo observaba a su hermano con el entrecejo fruncido, no le agrada a mucho el acercamiento que habían tenido el mexicano y su hermano en los últimos días, pero mientras Horacio estuviera feliz era suficiente para él. Sabía bien cuál eran las razones por las que su hermano había tomado aquel riesgo con el vampiro, pero debía admitir que no les venía nada mal tener a uno de ellos de su lado.

Una vez terminada la jornada cada quien fue a sus respectivos domicilios, dispuestos a prepararse para la noche que les esperaba. Si así en el taller nada más eran un alboroto, solo Dios sabía cómo serían con unas copas demás.

- ¿Y así? - Cuestionó Horacio por milésima vez en la última hora.

El de cresta habia sido el primero en tomar una ducha y nada más su hermano abandonó el baño, le mostró las opciones de ropa que había elegido, pues no podía decidir por sí sólo.

- Horacio, tío. - Se quejó Gustabo, secando su cabello con una toalla pequeña mientras sonreía. - Pongas lo que te pongas, Emilio va a babear nada más te vea.

¿Presa o Cazador?Where stories live. Discover now