CAPÍTULO CATORCE

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Sus ojos tienen las pupilas agrandadas por la excitación y una mirada llena de un brillo casi salvaje que nunca antes le había visto.

Sin dejar de mirarme, con su dedo índice baja la copa del sujetador y tengo que apretar los labios con fuerza entre sí, cuando acerca su boca y la cierra en mi pecho.

OhPorDios.

Mi cabeza se hace hacia atrás, mientras muerdo mis mejillas intentando no gemir cuando siento como con sus dientes raspan mi pezon.

Nunca nada se había sentido tan malditamente bien.

—Mírame —exige, deteniendo su tortura. —Mira lo que voy a hacerte.

Obedezco su orden, sólo porque verlo allí, haciendo lo que está haciendo con su boca, es un recuerdo que quiero grabar para siempre.

—Oh, Dios... —suelto en un susurro ronco.

—No Dios, Minerva —dice él, divertido. —Soy Pierce, y recién estoy empezando contigo.

De repente olvido que del otro lado de la puerta hay alguien, olvido que estoy en mi lugar de trabajo —que representa un santuario para mí— y olvido que quien está lamiendome como si fuera su paleta de helado favorita es mi jefe.

Pierce muerde con un poco de fuerza mi pecho derecho, haciendo que automáticamente me tensione, sin embargo en el mismo momento que mordió, presionó su erección justo en mi centro, que se encuentra rogando por un poco de atención, y es en ese momento que Pierce comienza a imitar los movimientos de su pelvis con los de su lengua y si a mi me preguntan cómo tiene semejante coordinación, no tengo idea, porque mis pensamientos ahora mismo se encuentran literalmente licuados. En lo único que puedo pensar es en él y en lo rápido que me vengo sin que siquiera esté haciendo mucho.

Las contracciones en mi centro hacen que tenga ganas de gritar, mientras mis ojos —nublados por el placer que estoy sintiendo— se concentren en Pierce, con mi pecho que desaparece dentro de su boca, mientras él lame y mordisquea, sosteniéndome con su cuerpo para que no me caiga.

Mis dientes muerden tan fuerte mis labios que puedo sentir un poco de sangre en ellos y Pierce, que parece darse cuenta, abandona mi pecho para con sus propios dientes liberar el mio, lamiendolo para aliviar el dolor y estoy segura como la mierda que ha llegado también a probar un poco la sangre en él.

—Eso fue un espectáculo digno de ver, Minerva —susurra contra mis labios, antes de volver a besarme, esta vez con un poco más de calma.

Sin embargo, por lo que aún siento todavía en mi centro, Pierce sigue muy, muy excitado...

Lentamente los sonidos que se escuchan en la cocina vuelven a hacer acto de presencia, haciéndome consciente de lo que acabo de hacer, así como también de la posición en la que me encuentro con Pierce y en como podríamos haber sido descubiertos por cualquiera que se le hubiese ocurrido entrar. Un solo vistazo a mi alrededor me hace saber que tal vez no fui silenciosa como una ninja como había creído; los pimientos, las cebollas y ajos están desparramados por el suelo, el cabello de mi jefe es un desastre y yo me encuentro con la camisa abierta de par en par y una teta al aire.

—¿Qué mierda acabo de hacer? —Susurro, comenzando a entrar lentamente en pánico.

—Acabas de tener el mejor orgasmo de tu vida —dice Pierce, sin siquiera preocuparse por bajar la puta voz. —Y eso que casi ni te toque —agrega con galantería.

—Bájame —digo, volviendo a removerme de su agarre, esta vez dejándome ir, antes de suspirar y rodar los ojos.

Pierce me observa con las manos en su cadera mientras que yo estoy abrochandome desesperadamente los botones de mi camisa, cuando la puerta del almacén se abre.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now