3. Arte.

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Su despacho olía a pino fresco, detrás de él una ventana me mostraba varias hectáreas de impoluto césped que terminaban en un bosque

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Su despacho olía a pino fresco, detrás de él una ventana me mostraba varias hectáreas de impoluto césped que terminaban en un bosque. Bien podrías morir gritando antes de que alguien fuera en ayuda.

Aun así, tomé asiento, esperando saber lo que tenía para decirme, rotando mi atención de aquí y allá, la cantidad de libros en las repisas, acomodados en escala de azul y bordo, los sillones de cuero acomodados junto a la chimenea de diseño antiguo.

Todo iba en calculados tonos de azul y borgoña, si podía decir algo de él, es que era una persona controladora.

──¿Reconoce algo?

Puse mis ojos sobre él.

──¿Debería?

Fausto, como lo habían llamado, se encogió de hombros, un gesto quizás demasiado casual para alguien tan engalanado en un traje. Un traje antiguo, con estilo de la época victoriana, al igual que la vieja mansión.

Era por lo menos peculiar.

──Me gustaría, si no lo considera una molestia, saber qué hago aquí y por qué razón mandó a buscarme del hospital.

──¿Por qué aceptó venir, señorita?

──Porque un oficial estaba demasiado entusiasmado por meterme a la cárcel.

Él sonrió, recostando su cuerpo en el respaldo de su silla, otro gesto demasiado cotidiano para mi rara situación.

──Entiendo, yo soy Fausto Montrés, verás, soy dueño de una reconocida productora de teatro alrededor del mundo ──comenzó finalmente──. Esos chicos que acabas de conocer trabajan para mí, son mis artistas y no me gustaría que el nombre de la marca se viera metido en esto. Nos gustaría que todo esto se resolviera de la forma más discreta posible. ¿Entiendes?

──No, no entiendo, ¿yo qué tengo que ver? Digo, a ustedes en qué podría afectarlos.

──El Circo de Cierna Ruza es mi nuevo proyecto, está siendo muy discreto hasta ahora y me gustaría que siguiera así. ¿Alguien se ha contactado contigo o...?

──Nadie.

Fausto asintió, tenía el pelo de un castaño chocolate, tanto como sus ojos, y una piel pálida que lo hacía ver como un caballero victoriano.

Si bien su vestimenta era anticuada, él no parecía estar más lejos de sus treinta. Supuse que su extraña afición por esa moda debía ser alguna extravagancia propia de los artistas.

──Si todavía no lo tienes, me gustaría ayudarte con un patrocinante, ¿ya tienes uno?

──Oh, no, yo no actúo.

No lo creía, no me imaginaba como algo de eso. Aunque de pronto sí lo hacía, me imaginé vestida con un ridículo traje como el de Fausto, con el rostro maquillado de un exagerado blanco y un lunar falso pintado mientras cantaba como una artista de ópera. Me reí de mi propia idea.

Revival +18Where stories live. Discover now