14

21.1K 1.5K 189
                                    

Diario del rey —nota 14—:

"No puedo odiarte por lo que intentaste hacer".

Hoy estuve muy ocupada con mis lecciones de modales, pues estábamos llegando a los temas más complicados. Debía interpretar el tono de una conversación para brindar un comentario adecuado, uno que no incomodase a los oyentes ni que me hiciese ver más inteligente que un Alfa. Sin embargo, todo eso me sonaba a desperdicio. ¿Por qué debo ser entrenada? ¿No se supone que Gonzalo me quiere como soy? Siento que todo esto es una excusa para mantener a los Omegas bajo el control de sus parejas.

¡El mundo es tan injusto!

—¡Omega Jimena! —me llamó Sofía.

—¿Qué se le ofrece?

—Su boda será un día antes de la temporada de apareamiento y falta menos de un mes, así que debe ir a que el sastre real le tome las medidas para su vestido de novia —comentó con emoción.

—Bueno. ¿Eso es lo último que debo hacer hoy?

—Sí, Omega —confirmó—. Disculpe, puedo preguntarle algo que tal vez le incomode.

—Por supuesto.

—¿Por qué no luce emocionada por la boda?

No amo a mi Alfa, Sofía.

—Estoy cansada, nada más —contesté sin mirarla a los ojos. Ella siempre era tan amable conmigo y me animaba; por ninguna razón le podría arruinar el gusto que siente por organizar la ceremonia.

—Bueno. Después de esto podrá recostarse en su habitación. Apresurémonos, nos espera el sastre.

Luego de un par de horas sin moverme, mientras una cinta juzgaba mi cuerpo, me dirigí a mi habitación, donde me recosté para pensar. ¿Cómo conseguiría las lágrimas del rey? Tenía menos de un mes y, hasta ahora, no se me había ocurrido nada. Además, Gonzalo no ha mostrado ninguna intención de siquiera lagrimear en frente de mí. ¿Qué debía hacer?

Ya sé.

—¿Cariño? —saludó mi Alfa, entrando a mis aposentos. Inmediatamente cambié de expresión y cubrí mi cabeza con las sábanas, soltando un aullido lastimero—. ¿Estás bien? —preguntó.

—No —dije alargando levemente la "o", sonando dulce y temblorosa.

—¿Quieres contarme?

—Tú no me amas —contesté, fingiendo estar al borde del llanto.

—¿De qué hablas? Te conté una parte importante de mi vida y...

—Lo sé y te lo agradezco, pero no sentí tu dolor, por eso no confío en tus palabras. No quiero oír lo que has sufrido si no puedo verte sentirlo, quiero que me abras tu corazón.

—Jimena, yo te amo. Te lo dije. Desde el primer momento en que te vi sentí que algo le faltaba a mi vida, incluso...

—¡Basta! Por favor —exclamé dramáticamente.

—¿Qué debo hacer para que me creas? —preguntó, con un leve temblor en su voz.

En el fondo, siento que algo más te ha pasado, por eso no confías en mí, aunque no deberías.

—Una prueba de amor: tus lágrimas.

—¿Qué?

—Quiero que llores para mí, que me muestres tu angustia y compartas lo que sientes.

Te tengo, Alfa.

—Bien —respondió—, pero debes hacer lo mismo. Te he contado muchos detalles sobre mí, mas no sé casi nada sobre tu vida, tus pensamientos ni sentimientos.

Trato, su majestad, y... lo lamento.

—Acepto.

«La Omega del rey» •  [Historia original]Where stories live. Discover now