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Diario del rey —nota 7—:

"Mi lobo siente miedo. Te tiene tan cerca, pero te siente a reinos de distancia. ¿Debería cumplir mi palabra y traer a ese tal Jereth? ¿Tal vez así dejarías de rechazarme?".

Finalmente, la noche anterior pude comer. Se sintió tan bien, pues esos majestuosos manjares chocaron en mi paladar para regocijarlo. La carne era tan tierna; el pan, crocante por fuera y suave por dentro; y las verduras, frescas y bien sazonadas. Pude comer hasta saciarme; sin embargo, mi estómago comenzó a quemarse y, unas horas después, vomité parte de lo que había injerido. Tal vez no estaba lista para alimentarme de esa manera.

¿Qué tan mal estoy?

Mi loba llevaba llorando desde que me recosté, quiere a su destinado cerca, mas no me rebajaré. Ella debe aprender a despreciarlo, a odiarlo, pues ese maldito ha dejado morir a los pobres y todos estos lujos han sido pagados con esa sangre.

Diosa Luna, ayúdeme. Le ruego que me separe de este Alfa.

Llorarle a la Luna, todo lo que podía hacer, aunque tal vez mi destino era inevitable. Tal vez, solo tal vez, esté aquí para cambiar el reino, aunque lo dudo mucho.

¡Diosa! Tengo una idea. ¿Cómo no se me ocurrió antes?

Me haré cercana al rey. Ganaré su confianza y todos creerán que somos los destinados perfectos, el ejemplo a seguir. Mientras tanto, haré que Jereth busque a la sacerdotisa del bosque. Luego, ella lo convertirá en un Alfa, romperá mi lazo, me unirá a Jereth, y Gonzalo de Agustina morirá. Entonces, como la desdichada viuda, la Omega del rey, anunciaré que la Luna me regaló el permiso para gobernar, así podré mejorar la vida de los que luchan día a día por sobrevivir. Cambiaré la terrible situación. Seré leyenda.

Tan solo necesito que el rey me permita hablar con Jereth.

—¡Alfa! —lo llamé mediante el vínculo.

En un par de minutos, el rey llegó a mi habitación. Sus pijamas eran impecables y, a pesar de lo desgastado que se veía su rostro, no perdía ese brillo de autoridad. Me miró preocupado y me dolió un poco, pues noté sinceridad.

—Omega —susurró, cerrando la puerta.

—Estoy muy débil. Mi loba quiere a su destinado junto a ella —le dije, con una voz suave y dulce, vulnerable pero efectiva para obtener su compasión.

—Dormiré a tu lado, también necesito estar cerca.

Ambos nos acurrucamos entre las sábanas acolchadas. Me abrazó delicadamente y besó mi frente, eso no lo esperaba. Entonces, mi loba se removió, con ganas de mostrar su pancita y mostrarle confianza a su pareja.

—Me contaron que vomitaste la cena —comentó—. ¿Te sientes mejor? Me había preocupado tanto. —Su voz era ronca, algo amarga, mas se sentía cálida, como estar en casa, al lado del horno, esperando a que el pan estuviese listo.

—Estoy bien, así que no se preocupe; tan solo son las consecuencias de mi terquedad.

¿Por qué me siento tan adormilada? Su cercanía me relaja tanto.

—Me alegro. Duerme bien —me susurró, antes de que nos quedáramos dormidos.

Mi plan inició a la perfección. Usted caerá.

«La Omega del rey» •  [Historia original]Where stories live. Discover now