CAPÍTULO 42

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Salí de la puerta de vidrio, con una pequeña bolsa blanca colgando en mi mano. Mi corazón palpitaba de manera frenética y violenta. Me hervía el cuerpo entero, me sentía un volcán a punto de reventar en lava.

Respiré hondo, intentando calmarme. Fue en vano. Así, sintiendo que un fuego me recorría todo el cuerpo, emprendí el viaje de vuelta.

Mi corazón palpitó como loco. ¿Qué le diría a Marcus al llegar?

Primero comencé con un ritmo normal. Un pie a la vez. Pero al ver que no llegaría pronto a mi casa, mi cuerpo se tensionaba completo y perdía un poco la cordura.

¡Quería ver a Marcus ahora mismo! ¡No podía esperar un segundo más!

Así que, con mis demonios dormidos, pero la lava encendida como el infierno, no me quedó más remedio que apretar el paso. Comencé con acelerar un poco, pero terminé por pasar de caminar rápido a trotar y finalmente, ya sintiéndome sin barreras que me detuvieran, crucé las calles corriendo, agitando la pequeña bolsita blanca en el aire.

Cuando vi que estaba a pocas cuadras de nuestra casa, comencé a reír a causa de los nervios que comenzaban a atacarme. Ver de frente a Marcus después de que todo se hubiera aclarado me daba mucha ansiedad. ¡Todo este tiempo había perdido mi tiempo enojándome con la persona equivocada! ¡Marcus nunca había tenido la culpa! ¡Y por fin lo entendía! Varios transeúntes me miraron extrañados, seguramente creían que se trataba de alguna chica loca corriendo por doquier, pero los ignoré y tampoco me importó detenerme para que dejaran de verme extraño.

Faltando una calle para llegar, crucé el asfalto sin detenerme a mirar el tráfico.

Mi corazón se paralizó al escuchar como una bocina me estallaba los tímpanos. Un auto frenó a centímetros de mi cuerpo, si el joven conductor no hubiera tenido buenos reflejos seguramente mi cuerpo hubiera saltado por los aires dando mil vueltas. Mi cuerpo tembló al pensar en lo cerca que estuve de ser arrollada justo delante de mi casa. ¡Pero por suerte eso no sucedió! ¡Me negaba a morir sin haber visto a Marcus antes! ¡Tenía algo muy importante que decirle!

El conductor me insultó, pero ni así pude detenerme ni aminorar mi marcha. Ignoré las groserías que eran dirigidas a mí y a mi madre y corrí lo que restaba de calle. Por último, subí la escalinata que llevaba a la puerta principal de dos en dos escalones. Abrí la puerta en una acción rápida y la cerré dando un portazo que retumbó por todas las paredes de la casa.

Mi corazón corría tan rápido, que comenzaba a sentirme mareada, como si entrara en una especie de trance.

Me encontré con una casa vacía y con las luces apagadas. ¿Dónde estaban todos?

Comencé a andar por todos lados. Cocina, sala, comedor, living. ¡Ni siquiera estaban en el patio!

Sin poder bajar mi ritmo, sintiendo el cuerpo a alta temperatura y sudado por el esfuerzo, corrí hasta mi habitación. Ese sería un buen lugar para refugiarme hasta que me calmara. Además, tenía varias cosas que pensar.

Miré la bolsa blanca que aún sostenía. ¿Qué diablos había pensado al comprarlo? ¡No era momento para eso! ¡Primero tenía que...!

Respiré hondo, intentando calmar mi respirar agitado, y luego giré el picaporte.

Mi cuerpo se sacudió entero al hallarlo sentado sobre mi cama al momento de abrir la puerta.

— ¿Diana? — preguntó entre asustado y sorprendido, como si lo hubiera descubierto in fraganti cometiendo algún crimen — ¿Qué... haces aquí? — preguntó de manera torpe. Yo era la que debía preguntar aquello. ¿Por qué estaba Marcus sentado en mi cama?, pero, no pude, mi mente y mi corazón no me dejaron.

FLASHBACK IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora