Uno de los ayudantes de cocina había faltado ese día —firmando su carta de despido por faltar dos veces en la misma semana—, por lo que mi jefe me ordenó que sería yo quien lo ayudaría a cocinar.

Y decirles que no fue difícil como la mierda sería una mentira más grande que Rusia, y no porque él haya hecho algo, sino porque el solo sentirlo cerca de mi, el oler su perfume, el calor de su piel, Jesucristo santo, que difícil era.

De todas maneras mi jefe se mantuvo de manera profesional, o eso era lo que el maldito había querido aparentar, por que cada vez que podía me rozaba, pequeños y casi diminutos toques, pero que sin embargo mi maldito cuerpo reaccionaba como si me tuviera desnuda en una cama. Estoy muy segura que él estaba al tanto de lo que producía en mí y estoy segura de que lo hacía a propósito, podía tranquilamente arreglárselas sin mí aquel mediodía en la cocina, sin embargo había pedido que fuera yo quien estuviera allí.

Cada tanto —cuando cada dos por tres tenía que poner distancia entre los dos— lo veía medio sonreír, como si aquello que casi estuve a punto de hacer el fin de semana fuera inevitable.

Tengo que admitir que fue uno de los días más difíciles de mi vida y digo difícil por no decir calenturiento, porque cuando termino mi jornada laboral, estaba jadeante, con las mejillas sonrosadas y frustrada sexualmente, para que negarlo.

De todas maneras todo dio un giro inesperado cuando estaba a punto de irme a mi casa y Voldemort me mandó a llamar.

Quise ignorar el llamado, hacer como si nada hubiera pasado, pero aquello hubiera sido inmaduro y cobarde, y si bien yo era un poco de aquella manera, tenía que enfrentar aquello a lo que me había expuesto una noche de borrachera. Así que de esa forma y tomando a mi dignidad de la oreja, me dirigí a la oficina de Voldemort, con la frente en alto y la decisión de mantener mis bragas puestas.

Espere a que me diera la orden de paso para entrar a su oficina, que se encontraba igual que siempre y si, debo confesar que me esperaba algo como nada más entrar, él me acorralara contra la puerta y me besara como si no hubiera un mañana, pero sepan entender, en ocasiones mi mente vuela.

—Toma asiento, por favor —murmuró él, sin dejar de teclear en su computador.

Hago lo que me dice mientras jugueteo con mis dedos con nerviosismo, expectante, mientras aprovecho que no está mirándome para analizarlo en detalle.

Tiene el ceño un tanto fruncido por la concentración en la pantalla de su ordenador, los ojos celestes detrás de aquellas oscuras pestañas hacen que sus ojos todavía resalten más. Tiene la barba un tanto crecida pero prolija, seguramente porque la mantiene en alguna prestigiosa barbería, mientras su definido mentón se aprieta seguramente por algo que leyó en su ordenador. Sus labios, uf, sus labios son cosa de otro mundo, son regordetes e invitan a besar y...

—¿Minerva? —Dice Voldemort, mirándome fijamente.

—¿Disculpa? —Murmuro, sintiendo las mejillas arder, como si fuera un libro abierto y él supiera todas aquellas cosas que estuvieron pasando por mi cabeza. —¿Qué decías?

—Que tengo una propuesta para hacerte —dice él, mirándome con una pizca de malicia y diversión.

—¿Una propuesta? —Agregó yo.

¿Acaso irá a proponerme...?

—Si —dice él, con el ceño un tanto fruncido, supongo que por mi cara de pasmo.

—¿Estás hablando en serio? —Pregunto nuevamente, porque de verdad no puedo creer que me este proponiendo tener sexo. —Me refiero..., no creo que sea lo correcto.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now