-Puede que hayas perdido una amiga, pero aquí tienes a un amigo dispuesto a estar a tu lado siempre y en el caso de que pase algo, cumpliré la promesa de Emma de cuidarte.

Sus ojos estaban llenos de lágrimas y después de decir aquello se las limpio de la cara, nos levantamos y me dio un abrazo muy fuerte. Mi barbilla estaba en su cabeza y podía notar la suavidad de su pelo. Era castaño y extremadamente fino y liso. Para haber estado en este lugar estos días, no parecía que su pelo se hubiese ensuciado, ni rizado ni nada por el estilo.

Mientras caminábamos, tenía a Paula a mi lado. Estuvimos andando otro buen rato hasta que algo empezó a ir mal. Los estruendos de los relámpagos empezaban a sonar cada vez más, y entonces vimos el primer rayo car con una intensidad descomunal. Aquella luz cegadora me hizo daño en los ojos, pero pude ver perfectamente donde cayó. Todos giramos hacia la izquierda y vimos como en el lugar en el que había caído el rayo no había nieve, y un árbol que estaba ahí, estaba totalmente chamuscado. Sus hojas ardían creando una especie de danza que ascendía hacia la nada. Otro rayo calló a muy pocos metros de nosotros.

-Corred todos ahora mismo. –Gritó Lily.

Todos salimos corriendo. Mientras esprintaba como un loco, iba mirando al cielo y pude comprobar que todos los rayos salían de aquellos remolinos que formaban las nubes.

-Procurad no estar debajo de los remolinos de ahí arriba, son los que están provocando los rayos. –Grité.

Cayó un rayo. Luego otro. Y otro. Todos caían demasiado cerca de nosotros. Debbie, que era la que más rápido corría de todos nosotros se paró. Cuando llegue a su lado vi lo que la dejo estupefacta. Había un inmenso rio congelado. Más de la mitad de las nubes se concentraban encima del rio. Pasar por allí iba a ser lo más peligroso que podían hacer, pero no teníamos otra opción. Todos nos miramos, y muy decididos, empezamos a correr por el rio. El hielo resbalaba y más de uno se cayó de bruces contra el suelo. Los rayos caían en el rio. El impacto provocaba que trozos de hielo como de el tamaño de nuestra cabezas se disparasen hacia nosotros. Uno de los rayos impacto frente a Stan y el chico salió volando por los aires y cayó impactando fuertemente contra el hielo duro. Corrí en dirección al chico que estaba tendido en el suelo, pero vivo.

-Stan, ¿estás bien?

-Sí, sí, no te preocupes por mí. Solo ayúdame a levantarme y sigamos corriendo antes de que otra de esas mierdas nos alcance. –Le ayude a levantarse y seguimos corriendo.

Nos faltaban unos pocos metros para llegar al otro lado del rio. Uno de los rayos calló tan cerca que qué nos impulso hasta la orilla. Me levante a toda velocidad y seguí corriendo. Paula se me acerco.

-¿Estás bien Jordan?

-Sí, puedo continuar corriendo. –Le mentí.

Mis pulmones no daban abasto y mis piernas no podrían seguir corriendo durante más tiempo. Todos estábamos corriendo juntos hasta que dos rayos cayeron frente a nosotros y nos echo hacia atrás. Cuando volví a abrir los ojos estábamos alrededor de arboles en llamas y la inmensa mayoría de los Infractos estaban de pie. De la nada aparecieron tres personas. Dos chicos y una chica. Los tres tenían un cabello rubio. Eran delgados. Tenían pinta de no haber dormido en lo que llevaban aquí, ya que sus ojeras eran inmensas. La chica se adelanto y se nos quedo mirando un largo rato, hasta que empezó a hablar.

-No vais a salir vivos de aquí. Hay demasiada competencia. Y no os podemos dejar vivos a ninguno. Bastante tenemos con los Ardientes. –Su tono reflejaba cierta alegría por tenernos ahí acorralado entre las llamas.

-No os hemos hecho nada. Dejadnos en paz. –Le soltó Debbie.

-Tus padres no te han enseñado modales, ¿Verdad que no? –Dijo uno de los chicos que la chica tenía a su lado.

-Pedazo de imbéciles alejaos de nosotros. –Les solté.

La chica me miró, sonrió y dijo:

-Tú vas a morir el primero.

Alzo una mano hacia el cielo y un remolino de nubes enorme empezó a girar en mi cabeza, emitiendo un sonido extraño. Un rayo empezó a caer sobre mi cabeza. Pude oír como Michael se acercaba a mí, pero era demasiado tarde. Levanté las manos como para poder cubrirme el rostro de aquel rayo. Sentí una especie de cosquilleo que me subió de los pies hasta los brazos y de mi cuerpo salió una especie de campo protector que colisiono contra el rayo, creando una explosión inmensa.

Bajé los brazos y mire hacia mí alrededor. Todos me miraban asombrados. Un cuerpo estaba tendido en el duelo. Era el de Michael. Desde que había llegado a aquel lugar no había llorado, pero en ese momento, al verle ahí tirado rompí a llorar y me abalance sobre su cuerpo.

-Michael, no te mueras. –Dije.

Michael abrió los ojos de golpe.

-¿Qué dices? No me voy a morir. Solo necesito que me dejes tranquilo. –Dijo con su sonrisa.

Me limpie rápidamente las lágrimas. ¿Por qué había llorado? Michael estaba bien. Ayude a que se levantase.

-¿Cómo has hecho eso? Los Infractos no tenéis ninguna habilidad. –Dijo la chica.

-CIERRA LA BOCA. –Le grité.

No puedo explicar con palabras que es lo que paso a continuación, pero aquel cosquilleo que sentí cuando pare el rayo volvió. Alcé la mano abierta hacia la chica y una especie de fuerza invisible lanzo a la chica hacia los adentros del bosque a una velocidad muy peligrosa. Su cuerpo iba chocando contra los árboles y los iba rompiendo todos. Moví la otra mano y con las dos alzadas, apunte a los dos chicos. Aquella fuerza les agarró del cuello y los elevó del suelo.

-Id a decirle a vuestro grupo que los Infractos seremos vuestra mayor amenaza a partir de ahora. –Dije.

Abrí aun más las manos y una especie de onda les impulso hacia algún sitio y les perdimos la vista. Me estaba empezando a marear y a cabeza me dolía a horrores. Michael empezó a llamar a los demás para que se acercasen. Cerré los ojos y me sumergí en un inmenso sueño mientras notaba como mi cuerpo caía al suelo.

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