𝟭

2.2K 185 17
                                    

—¿Nunca haz sentido que no eres capaz de sentir, Tsumu?

—¿Con quién hablas, Hinata? —Suga se acercó a él viéndolo de manera curiosa al notar como hablaba con el cielo.

Hinata sonrió con aquella sonrisa que era capaz de iluminar la más densa oscuridad, haciéndole saber a Suga que todo estaba correcto y que sólo estaba siendo él. Siguió conversando con el cielo sabiendo que nunca iba a ser capaz de contestar alguna de las preguntas que formulaba; últimamente se había vuelto un experto en ocultar todo lo que sentía y aunque nadie parecía darse cuenta, sabía que pronto iban a hacerlo, que iban a descubrirlo y tendría que decir todo aquello que siempre había estado evitando.

El descanso terminó y continuaron practicando como todos los días. Su vida se había vuelto aburrida y muy rutinaria, y poco a poco le fue perdiendo el amor al voleibol; perdió aquello que siempre había jurado proteger con toda su alma, sobre todo porque nunca dejaba que su mente descansara. Todos los días lo miraba en donde quiera que estuviera.

—¡Hinata estúpido! fíjate por donde vas.—el grito de Kageyama lo sacudió de sus pensamientos y sólo lo vio fijamente.

¿Por qué es que todos siempre miraban lo que estaba mal en él? Todos se encargaban de hacerle ver lo malo que era, lo mucho que apestaba en el voleibol o incluso en sus calificaciones. No iba a soportar mucho más de aquella manera. Sabía que después de aquel día donde el chico de linda sonrisa se había parecido en su vida iba a ser un desastre para la humanidad. Sabía que no debía depender de las personas, sin embargo, era algo que había estado haciendo todo este tiempo. La tristeza se vio reflejada en sus ojos; si alguna vez en su vida le habrían dicho que iba a caer muy en el fondo por aquel chico ¿aún así hubiera tomado la decisión de ir con él?. Atsumu era la peor de las personas y ni siquiera se atrevía a mencionar su nombre en alto, porque un fuerte frío le recorría la espalda y comenzaba a tiritar de lo jodido que se sentía.

—Hinata estás...

No podía sentir absolutamente nada. Sus piernas perdieron la movilidad y se quedaron plantadas en el piso, como si ese hubiera sido el mejor movimiento para su cerebro. Las lágrimas comenzaron a inundar su rostro y aún conservando la sonrisa, trató de aparentar que sólo estaba jugando como siempre lo hacía, que era una simple broma de mal gusto, pero nadie le creyó. Se quedó quieto viendo a la nada, anhelando que alguna fuerza sobre natural le trajera por un instante a Atsumu y lo abrazara para aliviar el gran dolor que estaba sintiendo.

—Estoy bien, sólo... necesito ir a...

No pudo pronunciar más palabras sin dejar de ver a Kageyama. No podía ir a casa, todo lo de él estaba ahí, inclusive su olor estaba disperso por cada habitación y le era imposible dormir en paz. Le era imposible tratar de olvidarlo.

Daichi lo acompañó hasta la puerta mientras le dedicaba algunas palabras de aliento, pero lo último que entendió fue un «ve con cuidado». Quería volver lo antes posible al gimnasio y sentir la adrenalina de volar y golpear el balón, pero cada que lo hacía, miraba la vívida imagen de Atsumu y perdía la total concentración; no se le podía culpar, el amor se le había ido, dejando con él el horrible dolor de mil brasas en fuego quemando su piel.

El vacío emocional lo estaba matando.

—Hinata, hueles a vainilla.

VACÍO || atsuhinaWhere stories live. Discover now