CAPÍTULO V

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Al llegar frente al cerro no entendí a las demás personas

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Al llegar frente al cerro no entendí a las demás personas. Si, el terreno parecía verse tenebroso, pero no distaba mucho de una fría ladera cundinamarquesa.

Desmontando frente a la casa contemplé su marchita fachada, en efecto su aspecto exterior era descuidado y sepulcral, pero a mi discernimiento creí haber visto edificaciones en peor estado. Mas cuando entramos a la casona las percepciones cambiaron turbiamente.

El caserón era oscuro, había poca iluminación dentro de ella, muros y cimientos habían sido parcialmente estropeados por el ataque de la naturaleza, queriendo recuperar lo que por derecho le pertenece. Enredaderas y maleza floreada envolvían los postes y uno que otro marco de las habitaciones embelesando su aspecto igual al de una enorme cripta de bellezas góticas enternecidas.

Lo que se suponía era la enorme sala principal estaba iluminada por una fuerte y cándida luz anémica natural proveniente de la luna mágica que se asomaba impudente, delatando las desgastadas y translucidas cortinas de encaje colonial meneándose por el sin fin de ventanales del segundo piso.

Los muebles y decoraciones en oro eran protegidas con recelo por el polvo las telarañas y el descuido de quien las poseía, adquisiciones preciosas ajenas por merecer un digno reconocimiento.

Muchas de las cosas que había en los interiores del caserón eran joyas, objetos que cualquier conde, duque o terrateniente adinerado pagarían lo impensable por poseerlas. Hasta entonces estarán ahí ocupando cada recoveco de la mansión, condenadas a permanecer presas por toda la eternidad.

El segundo piso eran decenas de cuartos sin habitar, el silencio y el frio represado rellenaban los espacios lo mejor que podían en cada recinto, las puertas de madera sucias chillaban una tras otra pregonando coros enfermos y bizarros, incitadas con el arrullo de las brisillas que jugueteaban por los pasadizos.

Tuve que darme el tour por la casa solo. Cualquiera que anduviera por aquellos pasajes desearía perder la visión aceptándolo como la mejor de las bendiciones en lugar de presenciar tan tétrico y bizarro paisaje entrañable.

El capitán había desaparecido por un momento en medio de la infinita oscuridad que habitaba a sus anchas por toda la casa.

Por varios minutos estuve solo y sentí que me adentraba en laberintos inmortales de ultra tumba.

Valle Del Puerto se ubicaba en tierras bastantes cálidas de La Gran Colombia, pero dentro de esa casa la temperatura cambiaba drásticamente como si me encontrara en uno de los páramos más fríos de la nación.

Aun con todo esto, no sentí miedo, tal parecía había heredado esa misma facultad sobre humana de mi tío abuelo al no comprender los cánones del horror que habitaran este mundo, por lo menos no a argumentos sobrenaturales.

Había un tercer piso, parecía ser el último nivel de la casona, pero no se me permitía seguir. Una barricada de muebles y viejeras se interponía rígida por el pasillo.

CAPITÁN AGRAMONTEМесто, где живут истории. Откройте их для себя