CAPÍTULO II

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Al inicio no logró reconocerme (era entendible no me había visto en casi tres décadas), me había confundido con un comerciante más del montón o con un elegante forastero que solo iba de pasada para reposar la noche

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Al inicio no logró reconocerme (era entendible no me había visto en casi tres décadas), me había confundido con un comerciante más del montón o con un elegante forastero que solo iba de pasada para reposar la noche. Traté de hacerle entrar en razón más el ritmo de la pianola, el chelo y ahora un vago con su acordeón hicieron la música retumbar los muros del bar con mayor excitación. Menos interés me prestó.

Luego de horas a la espera bajo nubarrones de humo entre opio y tabaco el capitán seguía en pie cual soldado en campo de batalla; fumando y bebiendo como si no hubiera un mañana.

Había tarambanas por doquier arropando el suelo, otros descansaban exhaustos sobre las mesas y la barra de la taberna. las hijas de cantinero estaban entre el montón de ebrios caídos.

Yo también estaba por caer, no por la fiesta sino por el cansancio del viaje el cual procuré fuera optimo en llegar allá.

Mi tío abuelo parecía no querer detenerse, su vejiga gruñía y molestaba alentando al descanso.

—¡La maldita letrina está ocupada, ¡hay como tres marinos durmiendo en el baño, uno de ellos quedo sentado en la tasa!... malditos sean los mares, no aguanto más, tendré que llenar estos océanos con uno o dos litros de mi orina. —Nadie respondía a sus blasfemias solo él y yo seguíamos despiertos.

Lo único que podía hacer era observarle a ojo entre cerrado cómo engullía de nueva cuenta otro tarro de cerveza

—¿Qué tanto me ves citadino, nunca has visto a un hombre de verdad beber cerveza con profundo deseo?

—No señor... realmente no— respondí cansado manteniendo un poco el asombro.

—Dices que eres el hijo mayor de mi hermana Frida, ¿cierto?

—No señor, hace un buen rato le dije que soy su nieto, el menor de todos. Posiblemente la música evitó escucharme mejor.

Me observó por varios segundos mientras trataba de reposar el tarro de cerveza sobre su prominente barriga. Solo se quedó callado por un breve momento mientras me punzaba el peso de su mirada graciosa de borrachín. Sus ojos asemejaban un par de botones negros y enormes, brillando a través de sus cejas pobladas al mismo tiempo sus labios gruesos como brevas húmedas brotaban de sus barbas.

—Si... como digas, supongo pasarás la noche en mi casa, ¿no es así?

—Sí, si no hay inconveniente, señor.

—Claro que no muchacho, no habría ningún problema. La familia no ha vuelto a visitarme desde que Frida y mi hermano Carlo habían venido para la festividad del verano. Hace más de veinte o treinta años.

—Veinticinco, capitán... fue hace veinticinco años, así mismo fue la última vez que vine a Valle Del Puerto y le vi a usted.

—¿Eras ese chiquillo que le gustaba comer tierra de las masetas? —Exclamó el capitán bastante burlón.

CAPITÁN AGRAMONTEWhere stories live. Discover now