83. Para amar hay que estar preparado

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Su loft era impresionante, como todos los lujos que le rodeaban a la familia Rivera. Era un piso con grandes ventanales y vistas al puerto de La Coruña, a escasas calles de la facultad. Todo decorado en blanco, con muebles ultra modernos. Erik había comprado flores que adornaban toda la estancia como si de una boda se tratase. Eran rosas blancas a juego con su estilo millonario. ¿Que si me sorprendí? Pues obvio que sí. Mi mandíbula la sujeté porque casi se me cayó al suelo al ver tanto derroche para celebrar un día que no recordaba, hasta que me dijo "feliz día". Y caí en cuenta que cumplíamos nueve meses. Yo no le había comprado nada y me extrañaba no haberme acordado de ese día cuando a mí no se me olvidaba ni el cumple de mi tío lejano.

Sujetaba mi cintura por la espalda al tiempo que me quitaba el pañuelo, su acercamiento puso mis vellos de punta y una ola de nervios recorrió mi cuerpo.

—Feliz día, preciosa, —dijo con voz pausada alterando mis pulsaciones.

Yo no sabía qué decir. Solo me salía un:

—Erik, son preciosas. —Me acerqué a las flores y las toqué alejándome del peligro.

—Son todas para ti —susurró con una gran sonrisa.

—¿Es tu casa? Es preciosa, Erik. —Quería huir como los cobardes porque sabía lo que venía.

Se acercó cortando mi paso y me besó, me rodeó con sus brazos y profundizó ese beso suavemente con deseo. Sabía que era peligroso y por eso estaba tensa. Sentía que pisaba el borde de un acantilado e intenté no resbalar.

Sujetaba mi cintura y sus manos me acariciaban, yo no sabía qué hacer. Sí, le deseaba, pero no con la intensidad para dar un siguiente paso. Recorrió suavemente mis brazos con caricias y besaba mi hombro. Era muy sensual y provocador, pero mis diosas estaban alerta observando mi autocontrol. Acercó sus manos a mis pechos y lo dejé, era un paso, quizás suficiente para no ir más allá. Sus manos eran cálidas y delicadas. El rubio tenía experiencia y se le notaba, mostraba control guiando aquella escena.

—Te deseo, nena —susurró dejándome sin palabras. No era capaz de detenerlo.

Continuó sus besos con mayor intensidad y sentí su excitación peligrosamente tocando de lleno mi pierna. Sabía que si no paraba aquello me arrepentiría porque sentía que no era el momento. Me separé con cautela de sus besos, pero insistía rodeándome con sus brazos. Por un momento entré en modo alerta ante su impedimento y esbocé un:

—Erik, para...

No me escuchó, acariciándome con más intensidad.

—Rubio, para... —Se separó acelerado cuando lo sacudí, incrédulo de mis palabras, cayó en la cuenta de que lo mío era una orden.

—Nena, te deseo... —suplicaba acercándose nuevamente.

Mi mano lo detuvo cuando intentó alcanzarme.

—¿Por qué? ¿No te gusto lo suficiente? ¿No te he demostrado que te quiero?, —replicó con temor.

Interrogantes sin respuestas. Simplemente no me sentía preparada para aquello.

—No es eso Erik, no me siento preparada.

—¿Cuánto crees que voy a esperar?

—No lo sé rubio, espero que me entiendas.

—No, no te entiendo, ¿qué quieres que te demuestre? ¿Qué quieres que te dé? ¿Qué quieres que te regale? Te puedo dar lo que me pidas... —Intentó acercarse y di un paso atrás.

Era incómodo que hablara así, a mí no me interesaban ni sus lujos ni nada material. A mí no me compraba nadie. Yo quería una persona que me quisiera, que me respetara y que supiera esperar hasta que yo estuviese decidida.

—No necesito que me des nada, no necesito que me compres nada, —lancé ofendida. —Si estás acostumbrado a comprar todo cuanto se te antoja, conmigo te has equivocado, rubio. —Me dirigí a la puerta y cogió mi brazo suavemente.

—Perdona, Cloe. Joder, nena, te necesito, te deseo, me desespera no complacerte...

—Erik, tú me complaces, pero sé que yo a ti no. Por favor, ¡déjame ir!, —exigí tajante.

—Nena, por favor, no te vayas. —Miré su mano sujetando mi brazo y a continuación lo miré a los ojos.

—Suéltame, por favor. Hablamos mañana. —Me zafé de su brazo serena y salí del piso abatida.

Sentía un deseo irreprimible de llorar. Erik era mi chico adorado aunque su actitud no era la que yo quería y no buscaba a un tío perfecto ni mucho menos, solo quería que entendiera que la primera vez para mí sería inolvidable. Debo decir que el lugar era perfecto, un delicioso aroma a flores perfumaba todo el deslumbrante piso, una playlist romántica que destruiría a cualquiera, un chico de infarto detallista y delicado. Pero hacía falta algo más que ese bonito envoltorio y era "mi decisión". Sentía que no era el momento, sabía que era muy exigente y para muchos era muy antigua en comparación con mis compañeras de instituto. Pero así era yo, quizás la única virgen que quedaba en mi clase o tal vez la única del instituto. Pero no me importaba. Mi momento llegaría, no tenía prisa.

Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora