02.- Padre e hijo

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—¿Crees que piensa que es para Adrien?

—¡No!

Adrien había quedado atrás, muy atrás. Ahora sólo eran buenos amigos, de verdad, sin nada más por en medio, al menos por su parte. Adrien había sido su primer gran amor y, tal vez por eso, se había obsesionado un poco con él. Bueno, en realidad se había obsesionado mucho con él; pero Luka lo cambió todo con su amor sincero y sereno. Se sentía en paz consigo misma y con el resto del mundo.

Luka la ayudaba con los kwami y a sobrellevar la presión de su cargo como guardiana. Su temor a haberse equivocado al revelarle que ella era Ladybug y por haberle confiado el prodigio de la intuición de manera definitiva se había ido diluyendo en el tiempo. Luka había demostrado ser un acierto en muchos sentidos.

Marinette empujó la puerta de la tienda de telas y saludó a la dueña antes de enfrascarse en la labor de elegir la que fuera perfecta para su proyecto. Los rollos de tela acinados en estantes hasta el techo siempre le daban algo de vértigo, también la aturdían porque deseaba tocarlos todos y analizarlos en detalle, pero si lo hiciera tardaría un par de años en salir de allí. Se concentró en lo que quería, una tela oscura, azul, gris o verde, nada de negro. Después en el tipo de tejido, era para un traje que se usaría de noche, así que algodón o cashmere, descartaba el lino porque se arrugaba con demasiada facilidad. Y finalmente, el estampado, debía de ser algo con personalidad, pero no cargante.

Tomó el libro de muestras y buscó las que mejor encajaban, descartando las que parecían demasiado brillantes o vibrantes, quedándose con seis. Pidió que le bajaran los rollos y preguntó si había algo parecido fuera del muestrario, pero no lo había.

Intentó imaginárselas con una camisa blanca debajo, descartó dos porque le parecieron un poco sosas. Le quedaban cuatro. Apartó otro rollo porque le pareció demasiado oscuro. Quedaban tres, una azul marino, otra gris y una última verde oscuro.

El color gris le gustaba, había hecho trajes grises antes, el tacto de la tela y el grosor eran agradables, pero le pareció demasiado frío. Lo descartó. Sólo quedaban dos telas.

—¿Cuál te gusta más, Tikki? —susurró tapándose los labios como si estuviese a punto de toser.

La kwami dio un suave tirón de la punta de la muestra de la izquierda y Marinette asintió. La pieza de tela verde oscuro era bonita, el color era discreto y tenía un leve matiz brillante que le recordaba al patrón de unas escamas. Era perfecta.

—Véronique, ponme tres metros de esta y metro y medio de algodón fino blanco.

—En seguida, Marinette —murmuró la mujer tomando las tijeras de sastre y el metro—. ¿Participas en otro concurso del señor Agreste?

—No, voy a hacerle un traje a alguien... ¿Me podrías reservar un metro más de este cashmere verde oscuro?

—Si te falta dinero puedes venir a pagármelo mañana.

Marinette le sonrió. Siempre compraba allí las telas y agradecía que confiara en ella como para fiarle una pieza cara, pero no le gustaba deberle dinero a nadie.

—Prefiero comprarla otro día, tampoco podría cargarla sola hasta casa —contestó encogiéndose de hombros—. Además, necesitaré botones y con la pieza reservada podré elegirlos mejor.

—Cómo quieras, te la dejaré en el almacén apartada.

Marinette pagó su compra y dejó algo como fianza para la tela reservada y se guardó el recibo en el bolsillo del pantalón. Se subió al autobús que paraba al lado de su casa y entró en la panadería cargada con sus telas, las dejó en su cuarto y volvió abajo para ayudar a su padre tal y como le había prometido. Esquivó las preguntas indiscretas de su padre sobre qué habían estado haciendo aquellos dos días que había pasado en el barco de Luka y, dos horas después, regresó a su cuarto.

Sous le ciel de ParisWhere stories live. Discover now