Capítulo 6 [Ángeles en el infierno]

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No olviden comentar y darle una estrellita al capítulo. ;)

***

Anton Strauss

Después de haber llevado a Janelle a mi habitación de placer. Pude ver la inesperada sorpresa que se llevó, quería estrenar esa habitación con ella, quería utilizar todo lo que había allí con ella, era la única mujer que se cruzaba por mi cabeza desde que la conocí. Quería todo de ella, quería que sea completamente mía, jurándome que ningún hombre, que no sea yo, la volvería a tocar.

Cuando ella empezó con su juego perverso en la habitación, me di cuenta que no, en definitiva, no quería cambiar nada de ella, que así me encantaba.

Podía ver el placer que le causaba tenerme con ella, estaba a punto de estallar como un niñato con las caricias que me brindaban sus manos, cuando me esposó, juro que sentí, que esta mujer estaba hecha para mí, esa perversidad en sus ojos, las miradas ardientes que me lanzaba, me encantaba marcar sus senos, así podía ver y sentirla mía, tenía una pequeña seguridad de que ella no se atrevería a acostarse con otro hombre, teniendo mis marcas en su cuerpo.

Cuando bajó y me desvistió por completo, tenía unas enormes ganas de nalguearla al ver sus pequeñas manos, y sus uñas pintadas de un rojo tentación en mi miembro, no alcanzaba a cerrarlas, eso me enorgullecía.

No quería correrme, no tan pronto, y cuando ubicó mi miembro en sus labios carnosos, sentía que mi verga crecía y que si no paraba acabaría encima de ella, en todo momento ella no dejaba de mirarme, esos ojos celestes se convirtieron en una gran tormenta oscura en ese momento, y eso me ponía a mil.

Cuando ya estaba a punto de correrme, ella soltó mi miembro y me besó, no quería que deje de hacerlo, quería que siga que me haga correr encima de ella, y cuando se apartó, pensé que seguiría, mi corazón latía a mil por hora, ella no podía dejarme así.

Empezó a caminar para atrás sin dejar de sonreír y mirarme en ningún momento, recogió su vestido y empezó a ponérselo, empecé a forcejear las cadenas, pero no me servía de nada, estaba riéndose en mi cara ¡Maldita!

Cuando empezó a caminar a la salida lo último que me dijo fue.

—La puta costumbre de buscar ángeles en el infierno—sonrió—. Ahora que te hice lo mismo, dime ¿Qué se siente? Me doy cuenta lo divertido que se te hizo, o bueno, lo divertido que es para mí ahora—se burla y la miro furioso.

Levantó sus tacos dando me una última mirada

—¡Hija de puta! —grité lo más fuerte que pude al darme cuenta de la manera tan humillante en la que me había dejado.

Ahora tengo una verga demasiado erecta, tanto que duele, y para acabarla de joder estoy anclado a unas malditas esposas ¡que mierda le sucede!

Esta me las va a pagar muy caro la niñita esa, y yo creyendo que era la mujer exacta para mí, maldita la hora que pensé eso. Comienzo a forcejear las cadenas, hasta que el idiota de seguridad por fin se digna en aparecer.

—¿Señor, está usted bien? Vimos a una señorita salir de aquí corriendo muy apresurada— me dice golpeando la puerta.

— No, maldita sea. ¡Entra y ayúdame! Y manda a uno de tus guardias a buscar a la chica que salió de este lugar, pero ¡ya! —grito para que se mueva.

—Listo señor— dice cuando por fin se digna en entrar—me informan que la señorita se fue señor en un Mustang negro con un hombre— me avisa.

¿Pero qué mierda? ¿Después de casi follarme se va? ¿No dudo que haya sido con el infeliz que la tocaba en la pista de baile? Si joden me propongo a joder el doble.

RULER Libro I  (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora