—. Por favor.

Bufé con simpleza y procedí a tratar de liberar a Bo Won de la escalera. Me tomó menos de cinco minutos sacarlo de ahí y mirarle como siempre le miraba cada vez que hacía algo cuestionable.

—. ¿Qué hacías metido ahí?

—. Mi doctor me recomendó un quiropráctico al decir que tenía mucho estrés debido al trabajo. Pero es muy caro ir a un servicio así, por eso...

—. ¿Por eso te estancaste en una escalera esperando que liberara tu estrés mejor que un quiropráctico?—pregunté enarcando una ceja.

—. Exactamente.—respondió señalándome con su dedo índice—. ¿Cómo está Yoongi?

—chasqueé la lengua—. No se ve bien. Salió esta mañana. Imagino que quiere estar solo, así que lo dejé.—Bo Won me miró atento mientras se sentaba en la acera escuchándome, yo lo imité sentándome a su lado y suspirando—. Debiste ver su rostro cuando entré al estudio. Te rompería el corazón en mil pedazos.

—. Ya lo creo...—dijo haciendo una mueca—. Le cayó como un balde de agua helada, ¿ah?—suspiró—. Creo fielmente que el peor error de un artista, es no soportar la crítica.

—. Es que no se trata de lo que los demás digan de él...sino de lo que él mismo piensa sobre sí.—expliqué encogiéndome de hombros y abrazándome a mi misma por el viento que de pronto azotó la calle.—. Hace frío...—murmuré.

—. Oh, tienes razón. Ven, vamos a entrar.—dijo levantándose de la acera y tendiéndome su mano para que la tomase, me levanté con su ayuda y entramos a la casa del físico.

Siempre era característico que dentro de su casa hubiese numerosos relojes que nunca marcaban la misma hora, y no tenían el mismo tiempo todos los días, el desafío de quien fuera invitado en la casa de Bo Won era descifrar cuál de todos los relojes tenía el tiempo correcto.

Bo Won se dirigió a la cocina y comenzó a sacar dos tazas de su alacena y el café del estante. Observé cada reloj y escuché cada tic tac que metía cada uno hasta que di con el correcto sobre la mesa de la sala de estar.

—. Es el de la mesa.—respondí recargándome en el marco de la puerta que daba a la cocina. Bo Won se volteó ligeramente para verme.

—. ¿Cual de todos, querida?

—. Borde negro, imita los relojes de Salvador Dalí, son las nueve con cuarenta y siete de la mañana.—respondí con una sonrisa victoriosa. Bo Won asintió con su cabeza satisfecho mientras seguía preparando las tazas de café para ambos.

—. Muy lista.—dijo finalmente dejando mi taza de café sobre la pequeña mesa del comedor colocada justamente en una de las paredes de la cocina. Me senté frente a la taza y tomé de ella lentamente para no quemarme—. Por eso nunca reprobaste física.

—. En primera estancia, no tienen relación una cosa con la otra. En segunda, tú me pasabas aunque fuese la peor alumna del salón.—respondí cruzándome de brazos.

—. Razón por la cual nos corrieron a ambos.—comentó riendo.

De alguna forma, pasar tiempo en casa de Bo Won hablando de cosas triviales y jugando juegos de mesa viejos hacía todo más ameno en mi vida. No necesitaba salir a lugares ostentosos con adolescentes que no saben apreciar su hígado si tenía a mi mejor amigo de casi cuarenta años conmigo para jugar twister dos o tres horas seguidas para después encender el televisor y ver telenovelas de los 2000's con una mascarilla de papel en el rostro.

Sin embargo, esa felicidad era momentánea, porque mientras yo estaba tratando de despejar mi mente con Bo Won, decisiones importantes y peligrosas cruzaban la mente de la persona que más quería en el mundo.

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