—Minerva, debes quedarte a hacer horas extras —dice ella, confirmando mis sospechas.

Tengo ganas de rebatirle y decirle que no es mi día para hacer horas extras, sin embargo decido que no quiero generar problemas y como sé que debo quedarme haciendo la producción para la noche en la cocina, no es como si me molestara mucho.

Isabella me larga una mirada, antes de rodar los ojos de manera exasperada cuando la mujer le dice que tiene que revisar unos papeles en conjunto antes de irse.

Voy a la cocina, con el estómago gruñéndome con hambre mientras decido que si Tony aún se encuentra ahí, le pediré que me cocine algo, de todas maneras cuando llego, me doy cuenta de que el cocinero no está y que tendré que aguantarme el hambre hasta quien sabe que hora.

Comienzo con las arduas tareas que me encomendó Katherine: desde pelar una bolsa llena de patatas, hasta exprimir cientos de naranjas, rallar queso y dejar todo medianamente listo para el servicio de la noche.

La tarea la comparto con uno de los chicos de la cocina que parece demasiado interesado en ignorarme, solo diciéndome cómo hacer las cosas, aunque mis tareas no es como si tuvieran mucha ciencia que digamos, de todas maneras desapareció hace cosa de veinte minutos con la excusa de tomar un descanso y no volvió a aparecer.

«Tramposo»

Estoy moviendo la cabeza al ritmo de la música que suena en uno de mis auriculares cuando la puerta se abre de repente, con mi jefe entrando en la cocina y mirando hacia todos lados con una mueca parecida al desespero e ignorándome como si yo no existiera. Sin embargo —y para mi total y completa sorpresa— lo veo dirigirse a las puertas que dan al almacén, entrando y cerrando la puerta detrás de él.

Mientras me pregunto qué demonios acaba de suceder y si debería acercarme a preguntarle si todo esta bien, la puerta vuelve a abrirse y Katherine entra con mirada inquisidora, mirando a mi alrededor y luego clavando sus ojos en mí, después en la patata que tengo en la mano junto con el pelador y luego nuevamente a mi rostro, frunciendo el ceño, suspirando y saliendo nuevamente por la entrada.

«Bueno, eso fue raro como la mierda»

—¿Ya se fue? —Escucho a una voz preguntar detrás mío.

Cuando me giro puedo ver la puerta del almacén entornada mientras Pierce apenas asoma la cabeza, mirándome fijamente esperando por una respuesta.

—Si —respondo, sin despegar la mirada de él. —¿acaso estabas escapando de Katherine? —Pregunto, con los ojos entrecerrados.

—Por supuesto que estoy escapando de ella —dice, con un suspiro y saliendo de su escondite. —Es un grano en el culo cuando quiere.

—Pero tú eres el jefe —digo, señalando lo obvio.

—Si y por eso toda decisión que se tome pasa por mi —responde él.

—¿Y no es ese el punto? —Pregunto, sintiéndome confundida.

—Si —dice, encogiéndose de hombros—, pero se suponía que sería cocinero, no que tendría que lidiar con idioteces.

—Puedes hacer lo que quieras —digo, volviendo la vista nuevamente a mi trabajo. —Como dije, eres el jefe.

—Ser el jefe conlleva tener responsabilidades, Minerva —dice él.

—Creo que tendrías que hacer una lista de prioridades, ¿no crees? —Agrego.

Me sorprende un poco la familiaridad con la que me dirijo a mi jefe, para nada suelo ser de esta manera, aunque si tengo que ser sincera, realmente no se muy bien como soy.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now