6. Tú me salvaste.

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En medio del caos Eren por fin podía ver un rayo de esperanza

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En medio del caos Eren por fin podía ver un rayo de esperanza. Después de tantas decepciones que se llevó al llegar a Marley, esa mujer podía hacer que se sintiera capaz de detener la guerra sin necesidad de recurrir al retumbar.
Años y años de sufrimiento podrían parar en un abrir y cerrar de ojos si la misión resultaba un éxito. Ya lo tenía decidido. Lo haría, confiaría en ella para llevar a cabo el plan.

Terminó de escribir la carta y la guardó dentro de su ropa. Más tarde se la daría al niño de nombre Falco, ese infante que parecía cercano a Reiner y estaba en la mira de heredar el titán del ya mencionado.
A pesar de confiar en Eirene y tener un alto grado de fé en ella, aún desconfiaba de los demás a cargo, por eso seguiría con su plan por si algo no sucedía como tenía previsto. Y tampoco quería ponerla en riesgo.
Si la situación se tensaba y había señales de amenza, Eren tomaría a Eirene para dejarla en un lugar seguro y daría paso a su primer plan; tomar el poder del titán martillo de guerra y llevarse a Zeke con él.

No podía entender como su padre hizo aquellas cosas. Por un tiempo lo culpó, creyendo firmemente que por él era así, que por culpa de Grisha se había vuelto un villano, pero no era así. Después de ver su futuro supo que no habría un remedio para su mal, estaba corrompido hasta la médula y no había marcha atrás en el destino. Sin embargo, Eirene apareció dándole un giro a la historia.

Aunque aún tenía su plan de reserva por si algo no ocurría bien. Eren pensaba en el retumbar, en el plan de su hermano Zeke, el cual representaba un problema latente.
Sostuvo la bola de béisbol y el guante, mantenimiento su mirada en el hombre rubio delante de él, ese que confiaba y creía en su magnífico plan para salvar a la humanidad. No era más que la misma mierda que diría un marleyano.

— Señor Kruger, lo estaba buscando para...—la armoniosa voz de Eirene se vio apagada cuando alzó su rostro y sus ojos se encontraron con los de Zeke. Éste también le devolvía la mirada, sus ojos la veían con una tristeza desoladora mientras que Eren solo estaba siendo un espectador de aquella escena. Eirene sostenía un helado en cada mano. Se suponía que estaban allí para mirar la plaza y disfrutar un poco del aire libre, pero él le había pedido un helado como excusa para mantenerla alejada mientras se reunía con Zeke.

— Señorita Magath. —habló suavemente y al no obtener respuesta acomodó sus gafas. Le dio una última mirada a Eren y partió de allí siendo perseguido por los ojos de la mujer.

— ¿Volverá al campo de batalla? —miró al hombre sentado en la banca. Sus ojos abrasadores le exigían una respuesta, parecían decepcionados y tristes. Empujó el helado de vainilla en su dirección mientras comía el suyo—. ¿Volverá a ponerse en peligro una vez más, señor Kruger? Tan poco valor le da a su vida.

— ¿Realmente importa la vida de un hombre que no puede valerse por sí mismo? —masculló, apretando la pelota de béisbol en su mano. Saboreo el dulce sin intención de retractarse por su imprudencia.

— Toda vida es valiosa. Nadie vale más ni menos, tenemos distintas capacidades, pero si nos lo proponemos lo podemos igualar. —susurró apartando la mirada. De nuevo esa mirada llena de dolor y viejas experiencias aparecía en su rostro—. Perdónenme señor Kruger, no debería meterme en sus asuntos, es solo que...—sus mejillas se ruborizaron—. Me preocupo por usted. En realidad me alegra saber que ya se encuentra mejor. —la rubia tomó asiento a su lado para hacerle compañía—. El sol es demasiado hermoso hoy, brilla inmensamente. —intentó cambiar de tema temiendo que más preguntas indagaran en su pasado.

— Sí, lo es. —la miró de reojo apreciando cada rasgo de su precioso rostro. Le siguió la corriente, pero no pudo olvidar el tema, se aseguraría de conocer la razón del dolor de esa mujer—. ¿Tiene otro sueño aparte de la paz y libertad del mundo?

Eirene sonrió y cerró sus ojos. Se recargó en el banco y pudo sentir el aire golpear su rostro. Dejó que el helado se derritiera en su lengua degustando el sabor.

— Quiero conocer el mar, sentirlo en mi piel y comprobar si es tan salado como dicen. —susurró con entusiasmo. Los ojos le brillaban de tan solo imaginarlo.

Eren sonrió recordando a su amigo Armin. Desde niños ese había sido el sueño del rubio y él lo había contagiado a tal grado de que ambos pudieron conocer ese hermoso paisaje que un día fue lejano de creer.

— Cuando esto termine la llevaré a conocer el mar. —dijo, provocando que las mejillas se tornaran del color de su cabello.

— Señor Kruger, por favor, no diga esas cosas. —intentó recobrar la compostura a pesar de sentir su corazón latir de prisa. Sentir esos galopes descontrolados la hacían estremecerse—. Usted podría tener una familia.

— No la tengo. —afirmó con total seguridad sabiendo que su identidad era una farsa—. Si tuviera familia alguien ya habría tocado su puerta después de buscarme en todos los hospitales. Le he reportado mi condición al comandante y nadie ha aparecido, eso solo significa una cosa.

— Supongo que tiene razón. —agregó cabizbaja. Sintió ganas de abrazarlo para hacerle saber que no estaba solo. Ella estaba para él.

— Entonces ya está dicho, la llevaré a conocer el mar. —volvió a sonreír y recargó la lado izquierdo de su rostro en la muleta—. ¿Vendrá conmigo cuando haya paz?

— Señor Kruger...

— Tú me salvaste Eirene, tú y tu hermoso espíritu de paz.

— ¿Acaso es una despedida? —se preocupó.

En el pasado su madre había pronunciado palabras así de bonitas para ella cuando estaba al borde de la muerte. Nadie se había interesado en ella, la señalaban por pensar y defender a los eldianos, la única razón para no condenarla a muerte era porque su padre lo impedía, por eso la había alejado de su lado, para evitar que su cargo en la milicia se viera afectado por su extraña hija.

— No. —acarició la suave mejilla de la joven. Cuántas veces deseó hacer eso y se contuvo para no incomodarla, pero ahora ya no podía detener sus sentimientos—. Pero hay algo que debo decirte esta noche, espero que no me odies.

Con el tiempo que él tenía allí, Eirene descubrió que esa expresión fría e intimidante que le daba a ciertas personas que se cruzaban en su campo de visión, esa mirada que solía atemorizar a los demás, no representaba en lo absoluto a la verdadera personalidad del hombre. Ahora lo conocía mejor y aunque a veces se sentía atrapada por esa mirada, incluso cohibida cada vez que él la estudiaba por periodos prolongados, ella se estaba acostumbrando a su presencia. Tener a alguien viviendo en su hogar era un placer reconfortante, añoraba la compañía.

No quería que nada malo le sucediera porque estaba enamorada de él. Después de mucho tiempo sentía amor hacia alguien y temía que ese sentimiento terminara de la peor manera. No quería que la historia se repitiera y ella terminara herida como la vez anterior.

B R O K E N ¦ EREN JAEGERTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon