4. El poder de dialogar.

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Había muchas personas afuera tratando de sobrevivir

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Había muchas personas afuera tratando de sobrevivir. El mundo era un lugar hermoso y cruel. Vivir era más una misión que un placer. Todos parecían carroñeros golpeándose y peleando entre ellos para ver quien tenía más poder. Se olvidaban de los demás, de los débiles que sufrían por sus decisiones, quienes eran incapaces de alzar la voz sin recibir la muerte como castigo. Muerte. Todo era muerte en ese mundo.

La belleza del ser humano era morir, pero acaso tenía que ser de aquella manera tan desgarradora, dejando sufrimiento y sembrando rencor en los corazones.

Eirene repasaba todos los días aquellos escenarios, imaginando que algún día podrían vivir libres y en paz. El mundo era tan inmenso que podrían compartirlo, conocer cada parte sin aferrarse a las jaulas.

— Señor Kruger, la cena ha llegado. —entró en la habitación del hombre. Lo encontró sentado frente a la pequeña mesa junto a la ventana. Metía el papel en el sobre blanco y lo cerraba—. ¿Ha recordado algo? —cuestionó con curiosidad—. Si es así, yo puedo ayudarle.

— Gracias, pero solo es una carta para mi comandante.—mintió con astucia—. Es mi reporte y renuncia del campo de batalla.

Eirene acercó la bandeja a la mesa dejándola frente a Eren, quien analizaba cada acción que ella realizara. Parecía una criatura única y fuera de ese mundo, tan sólo con ese color de cabello ya atraía la atención. Pero cada que abría la boca para que sus pensamientos salieran, Eren se maravillaba.

— Está vez le haré compañía. —tomó asiento junto a él—. Una persona solitaria puede cometer equivocaciones.

No quiso decirle sobre el hombre que se había arrojado de su ventana una hora atrás en el hospital de Liberio. Decirle aquello podría perturbar su cabeza y guiarlo a cometer algún acto como el de su compañero.

— ¿Por qué no me cuenta sobre usted señorita Magath? —incitó con la incertidumbre de querer conocerla.

— Oh. —carraspeó liberando la tensión inmediata de su cuerpo, rebuscó entre sus recuerdos algo que pudiera decir sin llegar a esa parte traumante—. Nací, crecí y vivo aquí, en Marle, a las afueras de Liberio. Mi padre tiene un cargo en la milicia, mi madre murió después de que yo naciera, supongo que por eso tuve el desprecio de varias personas. —jugó con sus manos y se detuvo un momento para aguantar las lágrimas—. Lo siento, como le decía, crecí leyendo los libros de la oficina de mi padre hasta cumplir quince, cuando decidí hacer algo bueno por las personas y me metí aquí. Al menos habría personas con quien hablar sin que pensaran que era una traidora a la nación.

— ¿Siempre ha defendido su postura? —interrogó, a lo que ella respondió asintiendo—. ¿Entonces porque no la han matado?

— Porque mi padre es Theo Magath, un general del ejército de Marley. —apartó la mirada con vergüenza, sintiendo ardor en su pecho y de manera inconsciente miró sus manos—. Entonces puede comprender que yo soy su más grande deshonra. El día que abandoné mi hogar dijo que yo estaba muerta para él.

— Su padre es un idiota. —masculló apretando el tenedor con fuerza. Le daba rabia verla llorar silenciosamente, como si tuviera miedo de que fueran a escucharla. Fue en ese momento que intuyó un mal presentimiento y detectó la mala relación de la mujer con su padre.

— Aún confío en que se dará cuenta de su error y detendrá toda esta locura. —susurró mirando el cielo nocturno. La luna resplandecía iluminando la habitación de su luz plateada—. Solo hace falta que alguien tenga el poder de ser escuchado.

— Confía mucho en el diálogo, no debería.

— ¿Por qué no? —arrugó la frente—. La mejor forma de comunicarnos es por medio del diálogo, sin las palabras no seríamos más que bestias emitiendo gruñidos. —rió y ese dulce sonido provocó que el corazón de Eren diera un vuelco—. Usted y yo estamos dialogando, ¿no fue así como descubrimos que pensábamos lo mismo?. Hasta esta tarde usted creía que yo pensaba que los Eldianos son demonios, de no ser por mi explicación usted no conocería mi manera de ver la situación. Es así como funciona, todos los malos entendidos se arreglan con las palabras correctas.

Por más que Eren tratara de negarse a ese sentimiento, ya no podía. En tan sólo horas esa hermosa joven mujer se había metido muy adentro de su mente con esa manera de expresarse. ¿Acaso tenía una clase de poder?, ¿Cómo le había hecho para tenerlo a sus pies en horas?
Ninguna otra mujer lo había hecho sentirse así. Ni siquiera tuvo tiempo para mirarlas, siempre pensaba en matar a todos los titanes y ahora tenía otro plan en mente, pero sus pensamientos solo eran sobre guerra y libertad. Sin embargo, ahora solo podía pensar en ella y su manera de explicar la manera de detener la guerra, de cambiar el rumbo de las cosas y obtener libertad. Aquel ángel estaba haciendo que él replanteara su camino, tenía su entera atención y no hacía otra cosa que sonreír, sin ser consciente del mar de emociones que él sentía. Había escarbado tan profundamente en los pensamientos de ella, tanto que buscando el interés encontró el amor, porque tratando de que ella hablara terminó amándola.

— Ojalá el rey o la reina de la isla Paradise pudiera venir en persona, sé que es terreno peligroso, pero una oportunidad, una sola oportunidad para dialogar es lo que se necesita para ponerle fin a los años de sufrimiento que atormentan a todas las naciones. Solo así podrían darse cuenta de lo iguales que somos.

— ¿Y según usted cómo sería posible eso? —su interés creció cuando escuchó esas palabras.

— Yo lo ayudaría. —murmuró con timidez—. Debe pensar que estoy loca y también debería tener una habitación en el hospital, pero toda mi vida he deseado la paz y libertad para el mundo que no me importaría dar mi vida a cambio de eso. Solo sería mi vida para salvar la de millones. —un viejo recuerdo se instaló en su mente marchitando su corazón—. Yo seguiría a los Eldianos y haría posible una reunión, el poder de mi apellido serviría. Ellos podrían escucharme por primera vez. Dejaría de ser tan cobarde...

— Tú no eres cobarde. —dejó de ser formal para interrumpirla. Tan solo quería gritarle que el era ese titán que ella anhelaba para que su sueño se cumpliera. Esas palabras sonaban tan bonitas cuando ella las decía, lo hacían creer que funcionaría.
La refulgente luz que emitía estaba cegándolo a tal punto de confiar en ella.

B R O K E N ¦ EREN JAEGERWhere stories live. Discover now