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Seguía aterrada ahí hasta que reaccioné y me levanté del suelo molesta.

—¿Qué es? —Pregunté de nuevo comenzando a molestarme.

—Es.. —Él se veía nervioso y eso empezaba a molestarme.

—Tené cuidado con lo que me vas a decir, recordá que tu alma es mía y puedo hacer lo que quiera con vos.

Traté de sacarle aquella cadena con la mente pero era imposible.

—Quitatela. —Demandé.

—No puedo. —Musitó.

—¿Qué? —Fruncí el ceño.

—No puedo. —Habló más fuerte pero su voz se quebró.

—¿Y se puede saber por qué? —Alcé una ceja.

—Me lo dio mi papá antes de morir, no se muy bien que es, pero me dijo que lo cuidara y que nunca lo dejara. —Dijo con los ojos mojados.

Tomé aire y suspiré recordando que su padre era un brujo, probablemente le hizo algo para que los demonios no lo tocaran.

Probablemente era para que protección o algo así.

Quizá no tenía mucha relevancia.

—Sabés, no estoy de humor, así que mejor nos vemos otro día. —Dije antes de desaparecer.

No podía ir al infierno, o más bien no quería ir. Mateo me tenía estresada y no quería encontrarme ni de chiste a esa bruja de nuevo.

Aparecí en el pueblo donde crecí mirando a todos lados.

—En todas partes te voy a encontrar. —Resoplé mirando al ángel.

Valentín sonrió al verme y alzó una ceja.

—Comienzo a pensar que me seguís. —Dijo él y yo alcé una ceja. —No me sorprendería igual, los demonios siempre quieren problemas.

—Sos un ángel, no un problema. —Dije y su sonrisa se ensanchó.

A diferencia de Mateo, su sonrisa era tranquila. Cuando Mateo me sonreía así me causaba escalofríos.

—Un problema para ustedes, y más para vos. —Dijo y yo sonreí con ironía.

—Mateo no te tiene miedo. —Le dije.

—¿Y vos? —Cuestionó.

Me mordí mi mejilla interna evitando que mi sonrisa traviesa saliera a relucir.

Me acerqué a él, a lo que él retrocedió un paso, lo cual fue en vano porque ya no había espacio entre nuestros cuerpos.

Puse lentamente mi mano en su pecho, sonreí cuando sentí como se tensó.

—¿Miedo? —Me acerqué a sus labios. —No se que es eso.

Relamí mi labio inferior sintiéndome terriblemente bien al verlo nervioso.

Pero fue cuestión de segundos, ya que esté agarró mi mano con fuerza, alejándola de su pecho y haciéndome jadear.

Me separé bruscamente mientras sentía mis ojos mojarse.

—No te agarré con tanta fuerza. —Dijo Valentín frunciendo el ceño.

Él volvió a sostener mi mano pero esta vez de forma suave, tenía una marca ahí por culpa del anillo de Peter.

—Detesto a los demonios. —Me miró a los ojos haciéndome estremecer, sentí su aliento en mi palma y de a poco sentí como mi mano se sanaba.

Miré algo perpleja la escena.

—Pero haré una excepción por hoy. —Dijo serio.

Me solté de su agarre y carraspeé sin saber que decir.

—¿Gracias? —Dijo él.

—Ajá. —Miré a otro lado.

Él se rió y yo lo miré con una ceja levantada.

—¿Qué? —Cuestioné.

Él alzó los hombros haciéndose el boludo.

—¿Qué hacés aquí? —Preguntó.

—Un día de mierda. —Dije frustrada.

—No te mereces menos. —Dijo y yo fruncí el ceño. —¿Qué esperabas? No elegiste el mejor lado.

—Te equivocas. —Dije con soberbia.

—Luego me vas a entender, y juro que vendrás a darme la razón. —Dijo él.

—No juréis en vano. —Dije mirándolo.

Él me miró con una ligera sonrisa.

—Lo juro por dios.














Holaaaas<3

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