Capítulo 17 Obligación moral

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Giramos de nuevo sobre la cama, riendo por la alusión y la coloqué sobre mí. Agarré cada uno de sus muslos con una mano e hice que se sentara sobre mi vientre.

- ¿Te animas a cabalgarme?

- Contigo me animo a todo.

Levanté un poco su trasero, para ponerme el condón. Me senté, la besé, la sujeté por las nalgas, comencé a frotar su sexo contra mi polla y a estimular sus pezones con mi boca. Cuando finalmente la penetré, me dejé caer de espaldas en la cama y le di un azote en una nalga.

- ¡Arre bailarina vaquera! ¡Haz lo tuyo!

Montada sobre mí, Sissi no lucía frágil, ni delicada. Todo lo contrario. Con algunos rizos alborotados sobre los hombros y el resto cayendo hasta la mitad de su espalda, me recordaba la estampa de una amazona imponente. Su grito "¡Yee haw!" le salió natural. Cabalgaba sobre mi polla como si hubiera nacido sobre un caballo. Deseaba poder grabarla para verla una y otra vez, algo que nunca antes había deseado hacer con nadie más. Una de las cosas que encontraba más fascinantes del sexo, que consideraba una hipótesis de mi teoría en proceso, era cómo nuestro cuerpo nos decía lo que deseábamos sentir y nos mostraba qué hacer para obtenerlo. Sissi, virgen e inocente hasta hace unas horas, hacía girar su pelvis con mi polla enterrada completamente en su interior y me estaba volviendo absolutamente loco de placer.

Deliraba al ver la manera como se apoyaba en mi vientre, estiraba hacia ambos lados sus piernas abiertas y las suspendía en el aíre. Jamás había follado con alguien que hiciera algo semejante. Se estaba moviendo sobre mí, con mi polla en su interior, como si estuviera encima de un potro de gimnasia, estaba improvisando y eso me encantaba. Con toda esa destreza natural, me tenía a punto de correrme, tuve que tumbarla sobre mí, besarla para detenerla, para poder aguantarme y lograr que ella acabara primero. Dejó mi boca y comenzó a lamer mi cuello, bajó hasta mi pecho y mordisqueó mis tetillas. Se apoyó con ambas manos sobre mi pecho y de nuevo comenzó a subir y bajar su cadera y a hacerla girar. Empezó a llamar a Dios hasta que se corrió y yo me permití hacer lo mismo. Cayó desmadejada sobre mi pecho y enterró el rostro en mi cuello.

- ¡Eso fue increíble, nena! – susurré a su oído – Espero que también te haya gustado porque quiero repetirlo.

Nunca antes me había montado una bailarina profesional. Lo más cerca que estuve fue con porristas o gimnastas y creo que no eran muy hábiles en el potro, porque no resultaron buenas jinetes. Lo habría intentado antes, si hubiera imaginado o pensado en su flexibilidad y resistencia.

- ¡Me encantó! Te sentí muy dentro de mí.

- Hay posiciones con las que puedo llegar aún más dentro. Te las mostraré después.

- ¡Hmmm! Esperaré ansiosa.

- ¿Tienes hambre?

- Solo de ti

- Me resultaste una glotona.

- Te lo dije. Los bailarines somos unos tragones,

- Tal vez te dé un bocado, a ver si puedes con él – dije muerto de ganas de verla comiéndome la polla.

- ¿Nos bañamos? Sudé mucho.

- Sí, pero antes voy a llenar la tina.

Me levanté, entré al baño, deseché el preservativo y me lavé. Busqué en mi bolso mis cosas de aseo personal y un juguetito que había comprado, que creía que le iba a gustar. Ella me observaba ir y venir. Cuando la tina estuvo lista, la saqué en brazos de la cama y la metí en el agua tibia, sentándome detrás de ella. Nos frotamos con la esponja enjabonada uno al otro y nos enjuagamos la espuma. Ella estaba recostada en mi pecho, dándome la espalda

SUBLIME PLACERWhere stories live. Discover now