Capítulo 5 Ella

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Había aceptado ser quien era y descubierto que así gustaba, a decir verdad, gustaba mucho y a muchas. Estaba convencido que todas las mujeres antes de buscar, pescar y casarse con uno de los buenos, se dejaban romper el corazón, el culo o ambos, dándose el gusto durísimo con uno de los malos. No es muy difícil comprender la atracción femenina hacia los chicos malos, cuando se sabe que el mal, en general, no tendría cabida en el mundo si no resultara tan atractivo e irresistible. Creo que una compañera de estudios cuyo nombre, para variar no recuerdo, lo resumió diciendo algo como "Descubro fácil a los chicos malos, siempre son los que están más buenos"

No le opuse resistencia a mi demonio interno, me dejé llevar hacia mi lado rudo y oscuro, al entender la razón por la cual, aunque muchas mujeres pregonan públicamente que desean ser tratadas con igualdad y respeto, se les caen las bragas frente a un atractivo macho alfa, que puede seducirlas y someterlas. Podrán negarlo para sentirse mejor consigo mismas, pero la mayoría de ellas, siempre que no sean feministas radicales, a esas ni me acerco, ansían conocer uno de estos especímenes y vivir ese tipo de experiencia, al menos una vez en sus vidas. Si alguien lo pone en duda, le bastará ver como se expresan al hablar de protagonistas de películas, como sueñan con que el soso señor Grey las azote y folle atadas en su cuarto rojo o el enfermo y peligroso mafioso Massimo Torricelli las secuestre y también las folle.

Por mi parte, estaba atento y dispuesto a complacerlas, a ser el protagonista de sus tórridas fantasías, esas que una vez vividas, atesorarían en sus memorias y disfrutarían recordándolas en secreto durante el resto de sus convencionales vidas. Una de mis mayores convicciones respecto al glorioso sexo femenino, que ninguna de ellas me ha refutado con éxito, se refiere a lo que hace infelices a la mayoría de las mujeres. Antes de explicarme, dejemos en claro que es imposible entenderlas, si acaso, complacerlas y cada hombre debe limitarse al campo en el que es bueno complaciendo. Si tu habilidad está en la cama, fóllalas hasta que te pidan clemencia, si eres mejor como proveedor, dales todo, hasta lo que no te pidan y si eres sentimental y sensible, escúchalas y conviértete en su pañuelo de lágrimas. El problema de ellas, lo que las hace infelices es que quieren conseguirlo todo, en un mismo hombre.

Conocer una mujer que te acepte como eres, que tenga la paciencia y suficiente amor para esperar que madures y ayudarte a convertirte en lo que ella quiere que seas, sin que se desespere y te saque a patadas de su vida, debe ser como ganarte el premio mayor de la mejor lotería del mundo. En mi caso, al estar convencido que un rayo no cae dos veces en un mismo lugar, sabía que no tendría esa suerte. Mi rayo premiado ya me había tocado, en metálico.

A pesar de mi buena fortuna, no quise comprar un auto, no me habría conformado con el tipo de vehículo que se ajustaría a la fachada de chico sin recursos económicos que me había creado, además, disfrutaba conociendo y conversando con personas sencillas, cuando recorría la ciudad en transportes colectivos. Así fue como conocí a Ella, bueno, no tanto como conocerla, ni siquiera llegué a saber cómo se llamaba, por eso comencé a llamarla Ella. Nunca me dijo su nombre y eso que cuando me presenté, le dije el mío completo, el verdadero, no el apodo por el cual todos me conocían, de hecho, incluí mi segundo nombre que siempre omitía por compartirlo con mi padre. Sería más preciso decir, que fue en uno de esos recorridos, donde la vi por primera vez y a partir de ese día, esperé el mismo autobús, en la misma parada en el centro de la ciudad, de lunes a viernes, a la misma hora y así pude seguir viéndola durante todo un año.

Igual seguía follando salvajemente a diestra y siniestra con una y con otra, casi a diario, pero ver y lograr hablar con esa chica, me hacía sentir como si durante esos momentos yo fuera hombre diferente, alguien decente y con la conciencia limpia. Quería conquistarla, pero me di cuenta enseguida que no me iba a resultar fácil, ella no era como nadie que hubiera conocido, era una chica realmente decente y no tenía experiencia seduciendo de la manera como alguien como ella, seguramente esperaría ser seducida, aun así, el estar a su lado me causaba una emoción que no provenía de mi entrepierna y no se relacionaba con un orgasmo, algo que nunca antes había sentido... hasta que un día, ya no apareció.

SUBLIME PLACERWhere stories live. Discover now