Capítulo 8

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Capítulo 8



Las tres jornadas de espera fueron largas y aburridas.

Durante todo aquel periodo Ana aprovechó para visitar a Leigh en varias ocasiones. A lo largo de aquellos meses las visitas habían sido continuas, pero breves a nivel temporal. En aquel entonces, sin embargo, demasiado tensa ante la inminente resolución del conflicto entre las dos divisiones, Ana tan solo encontraba consuelo junto a su silencioso amigo. El resto de compañeros, tanto sus primos como los recién llegados, se mostraban demasiado recelosos como para poder ser considerados buena compañía. Todos a excepción de uno, claro. Orwayn, encantado ante la posibilidad de poner en práctica sus capacidades en el centro de recreación de Duskwall, la acompañaba a diario. La presencia del pequeño de los Dewinter no era demasiado bien recibida en el centro de entrenamiento, y mucho menos después de lo ocurrido en la reunión, pero dado que a él no parecía importarle, a Ana mucho menos.

Los días fueron transcurriendo uno tras otro sin dejar grandes novedades en sus vidas. Alcanzado el momento de la decisión, Ana viajó a Tiberias en compañía de sus primos y se encaminó a la sala de reuniones dónde, desde hacía varias horas, su abuelo, Havelock y los maestros Dewinter y Gorren negociaban. A pesar de sospechar la decisión que tomaría su abuelo, la joven necesitaba conocer su destino, y sabía que únicamente una persona podía revelárselo. Para su sorpresa, sin embargo, se encontraron con la puerta de la sala de reuniones cerrada y custodiada por el segundo al mando de David Havelock: Dale Gordon.

—Lo siento, chicos —se disculpó el oficial daliano—. No puede entrar nadie hasta que no hayan acabado.

—¿Y cuánto queda? —preguntó Megan, con el ceño fruncido. Por lo que había podido descubrir Ana a lo largo de todos aquellos meses de estancia en Raylee, su prima no soportaba a la mano derecha de Havelock—. No podemos esperar eternamente.

—¿Seguro que no podemos entrar nosotros? —insistió Liam, sorprendido ante la negativa—. Quizás deberías preguntar al abuelo...

—Lo único que puedo deciros es que tendréis que esperar.

Ana aprovechó la espera para pasear por la residencia hasta dar con la sala donde se encontraban los agentes de la M.A.M.B.A. en completo silencio. Golpeó suavemente la puerta sin esperar recibir respuesta alguna y entró en la estancia con paso firme. Repartidos por el lugar se encontraban los tres hermanos Dewinter, Cat Schnider y Robert Montalbán, la mano derecha del "Conde". Orwayn miraba por la ventana con aburrimiento, de brazos cruzados, mientras que su hermana pasaba las hojas de un libro despreocupadamente, sin prestar atención alguna. Armin, recuperando los viejos tiempos, aprovechaba el tiempo muerto para limpiar su nuevo juguete: un fusil de mirilla telescópica recientemente obtenido de manos del cadáver de un Parente con el que se habían cruzado durante el viaje de ida. Cat y Robert, por su parte, intercambiaban susurros en una esquina, a la espera de cualquier novedad.

Todos le dedicaron una fugaz mirada a la recién llegada.

—Hola —saludó Ana escuetamente—, ¿hay alguna novedad?

Respondieron con una negativa. Armin y su hermana negaron con la cabeza, Orwayn ladró algo parecido a un "no", y Cat y Robert simplemente se encogieron de hombros. La espera empezaba a desesperarles.

—Llevan horas reunidos —explicó Cat. Por su aspecto cansado Ana imaginó que la mujer había pasado la noche realizando los últimos preparativos antes de emprender el viaje—. Confío en que no se alargará mucho más.

—Cualquier cosa es posible —reflexionó Robert en apenas un susurro—. Lo único positivo es que la disputa da cabida a la duda: Florian Dahl no debe estar del todo seguro de su decisión.

Dama de Verano - 3era parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora