Capítulo 10

3.8K 191 37
                                    

Capítulo 10



El suelo se movía bajo sus pies.

Poco acostumbrada a los bajísimos niveles de gravedad del satélite Vauka, Ana tenía auténticos problemas para avanzar por el pedregoso camino en el que se encontraba. La joven se movía con precaución, saltando ágilmente de piedra en piedra, siguiendo muy de cerca los pasos de Tiamat y de Elim, pero incluso así se sentía insegura. Los peldaños de piedra flotantes sobre los que avanzaba parecían moverse bajo sus pies.

Se encontraban en las afueras del Centro de Control de Vauka, un silencioso y sombrío lugar dominado por drones cuya función era única y estrictamente la de velar por la seguridad de las vías galácticas que rodeaban el satélite. Vauka no era un lugar conocido para los ciudadanos del Reino; se trataba de un lugar perdido en la nada al que apenas llegaban visitas salvo la de los meccas que, una vez cada diez años, acudían para asegurar la maquinaria.

Vauka vivía sumido en las sombras; la única luz que iluminaba tenuemente su superficie era la de las lejanas estrellas del sistema. A diferencia de otros satélites, aquél sí que tenía atmósfera, pero los niveles de gravedad eran tan bajos que la vida en su superficie era inviable. Así pues, Vauka pasaba totalmente inadvertida a ojos de los viajeros salvo en ocasiones en las que, como aquellas, su Centro de Control servía como punto de encuentro.

Tiamat, Elim y Ana habían sido los elegidos para viajar hasta la torre de control y recoger a los nuevos pasajeros de la "Misericorde". Los tres habían descendido a la superficie del planeta a través de una de las naves de transporte intra-planetario, y una vez alcanzado el lejano aeropuerto en el que había aterrizado, se habían encaminado a través de sus áridas y extrañas tierras hasta el Centro de Control.

Realizaron el largo viaje de casi diez kilómetros a través de los caminos de tierra flotante en silencio, plenamente concentrados en no tropezar ni caer de las resbaladizas plataformas móviles que lo componían. Al parecer, al constructor de dicho lugar le había parecido divertido el separar las losas con aperturas de más de medio metro de distancia, lo que dificultaba enormemente el avance.

Ana miraba de vez en cuando hacia el suelo, incapaz de olvidar la infinita caída que había bajo sus pies. Al inicio del viaje Tiamat le había asegurado que con los sistemas gravitatorios que llevaba activos en las botas sería imposible que cayese al vacío, pero ella tenía ciertas dudas al respecto. En ocasiones como aquella le costaba creer en el alienígena. Por suerte, no tuvo la oportunidad de comprobar la fiabilidad del dispositivo. La joven recorrió el camino con sorprendente destreza hasta alcanzar el puente colgante que daba acceso al edificio principal. Una vez frente a las puertas de acceso, Elim se adelantó al panel de control para introducir los códigos que el propio Oscar Raven, piloto de la "Misericorde", les había proporcionado.

Tiamat aprovechó los minutos de descanso para estirar los brazos. A su lado, Ana se frotó la cara externa de los muslos con los nudillos. Después de la larga caminata los sentía en completa tensión, como si hiciese años que no los ponía a prueba.

—Empezaba a oxidarme dentro de esa nave —exclamó el alienígena. Aquel día había decidido usar el cuerpo de una mujer joven de larga cabellera violeta como disfraz—. Llevamos solo unas semanas, pero siento que llevo años atrapado.

—Deberíamos retomar el entrenamiento que hacíamos en Raylee —respondió Ana—. Me gustaba lo que nos enseñabas.

Las puertas de acceso se abrieron emitiendo un suave ronroneo metálico. Elim se incorporó, hizo un ligero ademán de cabeza a los suyos para que le siguiesen y juntos entraron en un estrecho recibidor de paredes blancas al final del cual aguardaba una segunda puerta.

Dama de Verano - 3era parteWhere stories live. Discover now