Capítulo 11

4K 197 60
                                    

Capítulo 11



El atardecer estaba llegando a su fin cuando al fin alcanzaron el Palacio del Sol Ardiente. El viaje hasta Svarog había sido largo y agotador, con decenas de etapas inacabables en las que Ana había seguido incrementando sus conocimientos sobre nigromancia. Sentada frente al tanque de Leigh, la joven había pasado prácticamente todas las veladas acompaña únicamente de su fiel y silencioso compañero, el grueso volumen de prácticas oscuras y un Elspeth al que la situación parecía satisfacer enormemente.

Aprovechó el tiempo también para disfrutar de la compañía de sus primos, que parecían totalmente fuera de lugar dentro de la "Misericorde", de Havelock y de Gorren. Su compañía, más que nunca, era la única que le recordaba al lugar al que realmente pertenecía. Ana era una Larkin de Sigrith, y eso no debía cambiar. Sin embargo, resultaba francamente fácil olvidarlo cuando se reunía con el resto de compañeros. A pesar de sus discrepancias, Veryn Dewinter la trataba como a un miembro más de la M.A.M.B.A., lo que ocasionaba que a veces perdiese la perspectiva. Plantearse un futuro en compañía de Armin y sus hermanos era demasiado tentador. Por suerte, era precisamente él, el mediano de los hermanos, el que impedía que las tentadoras palabras del "Conde" la confundiesen.

—Tiempo al tiempo —solía decir antes de cerrar los ojos y disponerse a descansar—. Ya veremos qué sucede.

Desde la unión de los agentes de la A.T.E.R.I.S. a la "Misericorde", no había noche que Ana pasase en soledad. Siempre bienvenida en el camarote de Armin, la joven se había acostumbrado a compartir los ciclos nocturnos con él hasta tal punto que había empezado a olvidar lo que eran las noches en soledad. Su unión cada vez era más fuerte, y aunque de vez en cuando había discusiones o malos entendidos entre ellos, su relación se había fortalecido notablemente. De hecho, tal era su situación que Ana no podía evitar sentirse tentada de explicarle sus planes reales. La joven lamentaba tener que mantenerle oculta aquella parte de ella, y más cuando, día tras día, ésta ocupaba más tiempo y espacio en su mente. Por suerte, Ana no estaba sola en aquella empresa. Siempre firme ante su decisión de mantenerlo en secreto, y más teniendo en cuenta que la persona con la que su hermana deseaba compartir su secreto era su propio asesino, Elspeth se encargaba de mantenerla en lo que él consideraba "el buen camino".



Acompañada por el maestro Gorren y su primo Liam Dahl, Ana se adentró en los amplios jardines de coral que rodeaban el impresionante palacio del Sol Ardiente. Acostumbrada a vivir en su castillo, la joven había imaginado la residencia de Herbert Wessel como un gran coloso de piedra, de grandes muros y robustos torreones. La realidad, sin embargo, distaba mucho de ello. El Sol Ardiente era una impresionante y altísima estructura conformada por cinco torres de más de cincuenta pisos de altura unidas entre sí por pasadizos acristalados y puentes de piedra. La fachada del palacio era totalmente dorada, con grandes ventanales en forma de arco de punto cubiertos por vidrieras de colores. Sus tejados apuntados eran de colores ocres y sus puertas de oro rosado.

Visto desde la lejanía, el palacio se asemejaba más al producto de un sueño que a una estructura real.

Sorprendida ante la opulencia del majestuoso lugar, Ana no pudo evitar hacer un alto para poder contemplar la estructura que se alzaba ante ella. Si bien el palacio en sí era impresionante, sus amplios y vistosos jardines no se quedaban atrás. Diseminados por los miles de metros cuadrados que conformaban la parcela, decenas de androides blancos de aspecto andrógino cuidaban de las delicadas flores de cristal que adornaban el onírico lugar.

—¿De veras podemos confiar en el tal Herbert Wassel? —preguntó Ana en apenas un susurro, incapaz de borrar de la cara la expresión de sorpresa—. Debe haber invertido miles de millones en este lugar.

Dama de Verano - 3era parteWhere stories live. Discover now