CAPÍTULO 26

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Reencuentro.

Abrí la puerta del apartamento suspirando. Estar en el mismo lugar que Liam dolía, pero vivir en la misma casa lo hacía el doble.

—¿Estás bien?

Su voz impactó en mí más rápido de lo esperado.

Había tardado bastantes horas en regresar para confirmar que él estuviera en clases de italiano y no tener que cruzármelo pero, al parecer, mis cálculos habían fallado.

—Sí— murmuré caminando a pasos rápidos hasta mi habitación.

—Mía— volvió a llamarme.

No quería mirarlo.

Me había sentido mejor. Rayhan había hablado toda la madrugada conmigo sobre banalidades y me había dejado dormir en su cama mientras él dormía en el sofá; realmente me había olvidado del problema de Liam, mirarlo era caer de nuevo.

—¿Qué?

Suspiré girando.

—¿Qué te hice?

Fruncí el ceño hacia él.

Sus ojeras se veían un poco más grandes.

—¿De qué hablás?

—No sé, no me hablaste, ni me contestas.

—¿Por qué tendría que pasar algo?

Giré por completo hacia Liam.

Aunque quisiera, no podía sentirme en peligro con el castaño cerca.

—Ayer básicamente huiste de mí.

Exhalé antes de hablar.

—Me mentiste.

Esta vez él frunció el ceño.

—¿Con?

—Dijiste que...— tragué saliva—. Dijiste que no habías leído mi libro y lo tenías ahí escondido.

Su rostro se relajó pero continuaba viéndose un poco molesto.

—¿Me estás diciendo en serio?

Asentí.

Liam tornó su rostro a irritado y caminó hacia su cuarto sin formular nada, pero se detuvo antes de atravesar la puerta.

—Me preocupaste por una estupidez.

Y se encerró.

Mis ganas de llorar aumentaron e hice lo posible por retenerlas cuando una lágrima amenazó con salir.

Ni siquiera llegué a colocar una mano en el manijar de mi habitación cuando caminé nuevamente hacia la salida. No quería estar allí, con él, sin entender.

Mi corazón palpitaba acelerado mientras pensaba en "estupidez". Quería restarle la misma importancia que él, quería entenderlo de la misma forma que él, pero querer no es poder.

En vez de caminar en dirección al instituto caminé en dirección a la oficina de Emily, estaba segura de que la pelinegra ya estaría trabajando.

¿Por qué no le había asustado saber que tenía una pista? Porque no era el asesino. O porque era parte de su juego macabro.

Al llegar a la oficina golpeé tres veces la puerta y fue Sila quien me abrió (lo cual ya era bastante extraño). Ingresé solo dando algunos pasos y el puesto de la pelinegra se encontraba abandonado.

Fruncí el ceño.

—¿Y Emily?

—Se tomó el día libre— explicó sonriente.

MelifluaWhere stories live. Discover now