CAPÍTULO 07

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Emily no me había llamado, ni cuando dijo que lo haría, ni cuando pasaron tres días. Eventualmente mi ansiedad cesó, a pesar de saber que debía incrementar, pero la leí tan contenta en su cuenta de Twitter, que dejé de lado mi preocupación, comprendiendo que si hubiera pasado algo grave no estaría subiendo fotos de picnic con su novia. Ella tan solo se había olvidado de seguir intimidandome, así que aproveché para dormir -mucho-; una técnica infalible para dejar de pensar, y para mi buena -o mala- suerte se había vuelto una actividad sencilla.

Pero, tras esos tres días, ella había aparecido en la fuerta del edificio, invitándome muy amablemente -obligandome- a ir con ella o otras chicas de la organización hacia Punta Ballena, para hablar con el "terrorifico" Celal.

¿Por qué hacía aquello? Respuesta simple: para no perderme de vista. Patético, teniendo en cuenta que se había olvidado de mí por unos cuantos días, pero igualmente la acompañé. Si tenía que enredarme en algún juego extraño para llegar más a fondo... lo haría.

—No se dejen intimidar— Nancy hablaba, mientras todas la seguíamos—. Es su forma de juguetear— advirtió.

Juguetear.

Por todo lo que habían dicho de los universitarios podía llegar a pensar que eran seres atemorizantes, pero elegía confiar que, tal vez en el fondo, eran personas adorables, como en las películas infantiles. O a lo mejor eran un grupo de sicarios, que nos iban a desparecer en cuestión de segundos, ¿ellos eran la trampa? ¿Tendría que avisarle a alguien a donde estábamos yendo?

—Yo creo que estoy perfeccionando mucho mi español— la más parlanchina del grupo habló. Su acento ruso era muy notorio—. El profsora de ciencias me felicitó.

Nancy encabezaba el grupo mientras caminábamos hacia Punta Ballena. Emily, la parlanchina llamada Inna y yo, caminábamos detrás de ella. La rusa se había dedicado a hablarme todo el camino, no sabía si lo hacía porque le generaba mucha confianza, porque estaba muy aburrida, porque hacía eso con todos o, como ella decía, porque parezco "el estereotipo físico de chica que le gustaría a Hitler"... Igualmente era lindo que alguien me tuviera en cuenta, y no por interés.

—La profesora— le corregí.

Ella me sonrió. Aceptaba las críticas y consejos, y los implementaba; una actitud digna de destacar. Es complicado cruzarse a alguien así, con ausencia de orgullo.

—La profesora— se corrigió—. Solo extraño a mi novio. Amo sus besos, te llevan a...— se pausó, al parecer sin hallar la palabra que buscaba, y yo agradecí, porque no estaba muy segura de querer saber a dónde la llevaban los besos de su novio—. Hablar con él era divertido.

Me iba contando lo mucho que disfrutaba vivir en Uruguay y, más específicamente, lo mucho que disfrutaba llevar un año en el internado. Estaba segura de que, si existieran prendas de Silver Study, ella las portaría.

—¿Te enamoraste?— indagué.

—¡Claro! Estoy muy enamorada de él— contestó sonriente y soltó un suspiro, con la mirada perdida en el horizonte—. Cuando hablo de él se me erizan los vellos— comentó mostrándome su brazo, a pesar de que no tenía razón—. Mi estómago se mueve y tengo ganas de llorar.— Esta vez suspiró con tristeza—. Las relaciones a distancia son compliadas.

¿Era muy necesario tener que sentir todo eso? Mi estómago se encontraba bastante bien sin ser revuelto y mis lágrimas estaban muy cómodas almacenadas en la glándula, lo suficientemente como para quedarse allí por más tiempo.

—Complicadas— le corregí.

Nuevamente me sonrió.

—Las relaciones a distancia son complicadas— se corrigió—. Pero me siento bien estudiando ciencias... Podría estudiar en casa también, pero mi padre me lleva a donde vaya. Soy como mascota. Y está bien, solo nos tenemos el uno al otro.

MelifluaWhere stories live. Discover now