CAPÍTULO 14

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Ebrios y ¿necesitados?

Atravesé la puerta del apartamento con mis zapatos en mano y en puntillas, para hacer el menor ruido posible. Hice un chequeo completo y contemplé a Liam sentado en la encimera, desayunando cereales con leche, creo.

Me observó en silencio, lo observé en silencio.

Quitó la vista de mí para llevarla de vuelta a su tazón y yo, finalmente, reposé mis pies por completo en el mármol frío.

—Así que tu primera amanecida— comentó sin mirarme.

Lo único que pasaba por mi mente al ver a mi compañero de habitación eran las palabras de Rayhan:

"Te recomiendo conocer los nombres completos."

—Buen día— saludé sacudiendo la arena que aún tenía en mis pantorrillas—. Aunque todavía no es de día— murmuré.

—Soy un chico madrugador— comentó como respuesta.

Le sonreí por cortesía antes de continuar el camino a mi habitación, estaba agotada.

Ese día pasó lento. Rayhan me había despertado a las 04, cuando el gentío se redujo y supuso que necesitaba ir a casa para descansar antes de ir a clases. Así que había dormido al rededor de dos horas antes de enfrentarme al parcial anual de literatura; de igual forma, en cuanto regresé, dormí todo lo que mi cuerpo me exigió.

Y la siesta había parecido eterna.

A veces me sorprendía lo silencioso que llegaba a ser Liam. La casa se sentía vacía cuando en realidad él estaba a solo unos metros de distancia y, debo admitir que, en las noches hasta me daba miedo. Los gritos de mi padre de repente hacían falta y terminaba poniendo videos que ni siquiera me interesaban para no sentir tanta soledad.

Estábamos literalmente frente a frente y el castaño no emitía ni un pequeño sonido. De a ratos hasta olvidaba su presencia, y eso que le estaba dando clase.

—¿Mía?— llamó mi atención.

—¿Eh?—cuestioné quitando mi mirada del vaso que el castaño estaba llenando, con una clase de alcohol desconocido.

Por alguna razón el proceso de verlo servirse en el vaso me había absorbido, como casi todo ese día.

—Tu celular—lo señaló con la mirada.

—Ah, sí— murmuré.

Le sonreí como disculpa y levanté el aparato de la mesa para atender.  Era Emily; pensar en Emily me llevaba pensar en los asesinatos.

Últimamente estaba pensando mucho en cómo, con pistas tan claras, continuaban denominando las muertes como suicidios, no tenía sentido. Por lo que, luego de analizarlo tanto, terminaba llegando a la conclusión de que la policía estaba involucrada, y eso me aterraba más.

—¿Sí?

—¡Mía!— chilló tras oír mi voz—. Necesito un favor.

Miré a Liam.

—No puedo ahora— me excusé—. Estoy dando tutorías.

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