Contratos.

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A las cinco de la tarde, mi ruso preferido viene a recogerme a mi oficina.
Sonrío encantada de verle.

-Hola, campeón -saludo, animada-. Dame dos minutos y nos vamos.
Viene hacia a mí con pasos lentos y ojos acechantes. Rodea mi mesa con esa poderosa y fría calma que le da ser el dueño absoluto del mundo.

-Un minuto -dice con firmeza -. Llevo toda la tarde pensando en meterme contigo en la bañera y tocarte ese maravilloso cuerpo caliente y mojado.
Sonrío llenándome de deseo y expectación.

-Soy toda tuya.

En el coche, Christian me lleva entre sus brazos. Y no hay lugar mejor en el mundo donde yo me sienta más plena y más protegida que aquí.
Taylor nos deja en la entrada del edificio y miro al cielo cuando veo que empieza a llenarse de pequeñas motas blancas.
Sonrío.

-Está nevando -digo mirando a Christian con una sonrisa y él asiente mirándome con mucha ternura.

-Ven, cielo, tengo una sorpresa para ti -dice tirando de mi mano y le sigo adentro del edificio.

-Sabes que no me gustan las sorpresas, Christian -digo cuando entramos en el ascensor y él me mira con malicia.

-Venga, solo unos minutos...
Miro al frente, enfadada. De verdad que las sorpresas no me gustan. No sé qué esperar y yo no soy de las que piensan en cosas buenas.
-Te va a gustar -afirma en un intento por tranquilizarme.
Una vez más me sorprende darme cuenta de que sabe leerme perfectamente.
Respiro hondo.
Las puertas del ascensor se abren y yo salgo como una bala hacia las puertas dobles de la entrada de nuestra casa. A Hela se la escucha ladrar y cuando Christian abre la puerta con su llave mi loba salta sobre él.

-Hola, pequeña -le dice acariciándole la cabeza y luego viene conmigo.

-Hola, preciosa -me agacho y la cojo en brazos y ella me lame la cara-. Yo también te he echado de menos. -Le beso la cabeza una y otra vez y la miro con absoluta devoción.
Christian nos mira con una sonrisa llena de cariño y me rodea la cintura acariciando a Hela que le lame la mano y yo le beso la mejilla haciéndole sonreír.

-Sois mis chicas favoritas en el mundo. Tú en especial -dice mirándome con esa expresión suya que solo me dedica a mí.
Esa emoción fuerte y arrolladora que siento con él, se expande por mi pecho cerrándome la garganta y le miro total y absolutamente embobada. Alzo mis labios a los suyos y le beso. Y me abro para él con todo lo que tengo. Hasta que Hela empieza a lamernos la cara y nos echamos a reír.

- ¿Tu también quieres besos, pequeñaja?
Le beso la cabeza y la dejo en el suelo porque ya pesa lo suyo, y entonces lo veo. Me quedo sin respiración y miro anonadada el salón de mi casa.
¿Es mi casa?
Recorro la sala con la mirada eclipsada por la preciosa decoración navideña. Los ventanales tiene tiras de luces hasta el suelo, pequeños adornos de estrellas blancas y doradas, velas, copos de nieve, ramas secas, el arco de la entrada al salón está adornado con tiras verdes adornadas con pequeñas luces y flores secas blancas y doradas y en la esquina, entre la chimenea y el ventanal: un enorme árbol de navidad resplandece. Es la cosas más bonita que haya visto jamás. Una decoración exquisita en blanco y dorado resalta sobre el verde oscuro del poblado árbol. Ando hacia él cómo atraída por un imán y con un movimiento temeroso rozo una bola blanca y otra con dibujos de copos de nieve. Y otra dorada.
Christian me rodea con sus brazos y me besa el cuello.

- ¿Te gusta? -pregunta.
Me vuelvo rápidamente y acuno su preciosa cara en mis manos y le miro esos ojos grises que adoro.

-Oh, Christian... -se me cierra la garganta de la emoción impidiéndome hablar y le beso suavemente los labios.

-Pensé que te gustaría. Si quieres puedes elegir otra decoración que te guste más.

-Cariño, me encanta, pero no tenías que hacerlo por mí.
Se inclina y me besa rápidamente los labios.

Loba rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora